El Cambiante Pasado
Enviado por vanizeus • 12 de Febrero de 2014 • Ensayo • 4.217 Palabras (17 Páginas) • 224 Visitas
EL CAMBIANTE PASADO
POR LYNN WHITE, jr.
La historia también tiene su historia, y hoy en día, en los tranquilos estudios de los historiadores,
ocurre mucho más de lo que la mayoría de la gente sospecha. Para empezar, la historia se hace más
rápido de lo que podemos absorberla. Por vez primera nuestra época contempla una historia que se ha
tornado universal, y la mera cantidad de material es abrumadora. Ya no es posible tratar el este y el sur
de Asia, Rusia y la América precolombina como notas breves en tipo pequeño al pie de página en la
historia de la Civilización Occidental. Hasta ahora ninguna mente humana, ni siquiera la de Arnold
Toynbee, ha digerido realmente el material nuevo. Pero inclusive el más especializado de los
historiadores advierte la tarea por realizar.
Las activas excavaciones de los arqueólogos contribuyen a complicar aún más las cosas, pues no solo
desentierran objetos, sino culturas completas que pocos años atrás no se conocían. En 1900, los hititas
eran poco más que un nombre en la Biblia. Hoy, Yale publica un voluminoso diccionario hitita. Las
selvas de Cambodia han sido obligadas a revelar los sorprendentes restos de Ankor Vat y la desaparecida
civilización Khmer. Los musulmanes fanáticos siguen oponiéndose a que se excaven las ruinas de Saba,
en el sur de Arabia, cuya reina quizás haya visitado a Salomón hace casi tres mil años; pero, en el valle
del Indus, un racimo de ciudades, quizá tan antiguas como Babilonia o Egipto, ha surgido a la luz. En
Creta y en el Egeo, los minoicos emergen de la niebla. En 1953, un arquitecto británico que había
trabajado con códigos nazis de espionaje durante la Segunda Guerra Mundial descifró la forma más
común de escritura minoica. Los estudios sobre los primitivos germanos y celtas han modificado
rápidamente nuestras ideas acerca de lo que encontraron los romanos cuando cruzaron los Alpes hacia el
norte. Y en América, culturas aztecas y preaztecas, incaicas y preincaicas, siempre curiosas y a veces
magníficas, surgen en profusión desconcertante. Realmente, no sabemos qué hacer con toda la historia de
que disponemos ahora.
Pero lo que apasiona a nuestros historiadores no es solo la expansión cuantitativa de
la historia en el tiempo y el espacio. Lo más fascinante para ellos es el reciente
descubrimiento de nuevas formas de interrogar a los muertos, nuevos métodos de
interpretar y comprender las huellas dejadas por antiguos pensamientos, hechos y
pasiones. La historia también cambia en cualidad.
El desarrollo contemporáneo de las ciencias naturales ha permitido enriquecer el equipo del
historiador con nuevas y poderosas herramientas. En 1949 se perfeccionó un contador capaz de medir la
cantidad de carbono radiactivo en animales o plantas de hasta 25.000 años de edad. En 1953, en las Uni-
versidades de Manitoba y Chicago, se construyeron dos tipos de contadores por centelleo con los que se
espera llegar a determinar la edad de esos materiales hasta alrededor de 45.000 años, mientras que en la
actualidad solo es posible hacerlo hasta los 30.000 años. Si bien el uso de tales instrumentos aún presenta
algunos problemas desconcertantes, especialmente con respecto al material de regiones húmedas, ahora
podemos tomar unas pocas astillas de una viga, unos carboncillos,de un antiguo fuego, un hueso o una
hilacha de una tumba, y tratar de darles fechas exactas. Dentro de una década podremos contar con la
primera cronología mundial, que vinculará los acontecimientos de regiones que cuentan con registros
escritos, con aquellos producidos en zonas mucho más vastas, donde no hay documentos o fechas.
La capacidad o aptitud para dejar constancia escrita de las experiencias vividas mediante cualquier
sistema de escritura, sea o no alfabético, nunca ha sido sinónimo de inteligencia o vitalidad. Para un
entendimiento de las ocurrencias históricas, el iletrado, pero no por ello necesariamente torpe o inculto,
bárbaro, es a menudo tan importante como el habitante ciudadano mismo. Sin duda, éste se ha
sorprendido más de una vez al verse sometido a ese mismo bárbaro y obligado a modificar sus artes y su
orden social para adaptarlos al gusto de su nuevo amo. Además, nuestra perspectiva temporal ya se ha
visto enriquecida por el conocimiento de que, mientras los atenienses erigían el Partenón, ya había
comenzado la construcción de los templos y tumbas de Monte Albán. cerca de Oaxaca; y que, cuando
Augusto se jactaba de haber convertido una Roma de ladrillo en una ciudad de mármol, la enorme
Pirámide del Sol en Teotihuacán, cerca de la ciudad de México, ya era antigua y había sufrido varias
refacciones.
Desde la invención de la agricultura, la gente ha estado en tan estrecho contacto con las plantas que el
desarrollo actual de la botánica torna accesibles tipos completamente nuevos de pruebas históricas. El
estudio del polen fósil, por ejemplo, arroja nueva luz sobre la historia de Europa Septentrional. Desde
Irlanda hasta Finlandia hay turberas en las que, todos los años, se deposita una nueva capa de turba. Parte
del polen que impulsa la brisa se deposita en el moho que aparece en el verano, y ese polen, a pesar de su
delicadeza, está tan bien protegido que la especie de cada grano puede identificarse con el microscopio.
Es posible descubrir cambios climáticos a través de los cambios producidos en las clases de árboles y
plantas que rodean una turbera, y que se reflejan en los diversos pólenes de los niveles del carbón. La
fecha de tales niveles puede establecerse con bastante exactitud, de modo que ahora tenemos una historia
del clima, de las regiones que rodean el mar Báltico y el del Norte que abarca varios miles de años.
Uno de los resultados más notables es el descubrimiento de un súbito empeoramiento
del clima alrededor del año, 1300 d.C., que dificultó la agricultura hasta tal punto que
miles de
aldeas, en el norte de Europa, quedaron abandonadas durante las tres
generaciones siguientes. Ninguna modificación en el clima físico puede explicar
completamente los cambios, casi aterradores, ocurridos en la atmósfera intelectual y
emocional del siglo catorce. Se la reconoce desde hace mucho como una época de
agitación, agonía,
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