El Cornudo
Enviado por shu10 • 8 de Enero de 2015 • 2.358 Palabras (10 Páginas) • 277 Visitas
HAMLET
de
William Shakespeare
Traducción, versión y adaptación de
José María Ruano de la Haza
Personajes
HAMLET OFELIA
CLAUDIO GERTRUDIS
POLONIO LAERTES
HORACIO UN ACTOR
PASTOR CORTESANO
SEPULTURERO MENSAJERO
REY REINA
LUCIANO
Cortesanos, soldados, criados, etc.
© 2007 de José María Ruano de la Haza 2
Escena I
Salen el rey CLAUDIO y la reina GERTRUDIS, seguidos de HAMLET,
POLONIO, LAERTES y OFELIA.
CLAUDIO.––Querida esposa, caro hijo y sobrino, amigos todos: todavía conservo viva
en la memoria la imagen de mi amado hermano Hamlet, muerto en agraz. Mi
corazón, saturado de dolor, sigue de luto y quiere que lo esté también la faz del
reino. No obstante, os estaré a todos eternamente agradecido por el sabio y generoso
consejo que libremente me disteis, el cual, aliado a mi profundo sentido del deber y
lidiando con mi instinto natural, me hizo recordar mis graves obligaciones.
Siguiendo, pues, vuestra recomendación determiné no sólo poner fin al largo duelo
oficial por la muerte de mi hermano, sino tomar por esposa a la que antes fuera mi
hermana y ahora es mi reina. Y en verdad os digo que lo hice triste en la dicha y
gozoso en la tristeza, con un ojo alegre y el otro apenado, con alegría en el funeral y
con desconsuelo en la boda. Pero ya basta de hablar de hechos luctuosos. Tratemos
ahora de los asuntos que os importan.
HAMLET se adelanta a hablar con él, pero CLAUDIO finge no verlo y se dirige a
LAERTES.
CLAUDIO.–– Dime, Laertes, ¿qué deseas de mí? Habla, pues no podrás dirigirte
razonablemente al rey de Dinamarca si no pones fin a tu mutismo. La mente está tan
relacionada con el corazón, y la mano tan relacionada con la boca, como lo está tu
padre con el Rey de Dinamarca. ¿Qué pides, Laertes?
LAERTES.–– Majestad, vuestra venia para regresar a Francia. Vine de buen grado a
Dinamarca para mostraros mi lealtad en vuestra coronación. Pero ahora, cumplido
mi deber, confieso que mis pensamientos y mis deseos me inclinan hacia Francia.
CLAUDIO.–– ¿Tienes ya permiso de tu padre? ¿Qué dice Polonio?
POLONIO.–– (con énfasis) Señor, sólo ha logrado mi consentimiento después de miles y
miles de súplicas y peticiones. Os ruego, pues, que le permitáis partir. 3
CLAUDIO.–– Tienes mi permiso, Laertes. Y no te olvides… de gozar de tu juventud el
tiempo que te dure.
LAERTES hace una reverencia y se va.
CLAUDIO.–– Y ahora, mi querido Hamlet, sobrino e hijo mío….
HAMLET.– (Molesto, aparte) (Más bien primo que sobrino…)
CLAUDIO.– ¿Por qué esa tristeza? ¿Qué nubarrones ensombrecen tu rostro?
HAMLET.– No es eso, señor; es que paso demasiado tiempo expuesto al sol.
GERTRUDIS.– Querido Hamlet, desecha ese melancólico humor. No sigas cabizbajo
buscando a tu noble padre en el polvo. Ya sabes que es ley natural que todo lo que
vive ha de morir, pasando de aquí… a la eternidad.
HAMLET.– Sí, madre; esa es ley natural.
GERTRUDIS.– Pues si es así, ¿por qué parece perturbarte tanto?
HAMLET.– ¿Parece? Yo no sé lo que es «parecer». Mi dolor, amada madre, no lo
proclama esta capa negra que me cubre, ni la ropa de luto solemne, ni mis
profundos e involuntarios suspiros; no, ni siquiera el raudal de lágrimas que a veces
mana de mis ojos. Esas cosas son … el ropaje de la pena. Lo que yo siento aquí
dentro… eso… eso no hay modo de expresarlo.
CLAUDIO.– Hamlet, señal es de tu dulce y admirable naturaleza que cumplas tu deber
llorando la muerte de tu padre. Pero has de recordar que tu padre perdió a su padre y
que este padre perdió al suyo y que cada uno de los hijos sintió durante un tiempo la
obligación de guardar luto. Pero perseverar con obstinación en el duelo, más es
irreverencia que devoción. Y tampoco es cosa de hombres. Es contrario a los
designios divinos, y señal de un corazón débil o una mente impaciente o un
entendimiento inmaduro. Destierra ese dolor inoportuno y mírame como si fuese tu
padre. Pues –y quiero que todo el mundo lo sepa– tú eres el más cercano a mi trono.
Por ello me atrevo a decirte, con el más noble amor que el padre más afectuoso
pueda mostrar hacia su propio hijo, que tu intención de regresar a la Universidad de
Wittenberg es contraria a mis deseos. Te lo ruego. Quédate aquí con nosotros,
alegrándome los ojos como mi más principal cortesano, mi sobrino y mi hijo. 4
GERTRUDIS.– Escucha los ruegos de tu madre, Hamlet. Yo también te suplico que no
regreses a Wittenberg.
HAMLET.– Madre, haré lo posible por obedecerte.
CLAUDIO.– ¡Qué amorosa respuesta! Serás otro yo en Dinamarca. Gertrudis, ven
conmigo. Mi corazón se regocija por esta libre decisión de Hamlet y quiero
celebrarla haciendo que el cañón sea escándalo del aire cada vez que beba a la salud
de mi amado sobrino e hijo.
Se van todos, quedando solo en escena HAMLET.
HAMLET.– Oh, si esta carne mía, tan, tan sólida se derritiera hasta convertirse en
rocío… Oh, si el suicidio no estuviera terminante prohibido por las leyes divinas…
¡Qué mercenario, qué insulso y caduco me parece todo! El mundo es un jardín lleno
de ortigas, invadido por la inmundicia y la putrefacción. Lo grosero, lo hediondo se
extiende por todas partes propagando el olor a podrido. Solamente hace dos meses
que murió; no, ni siquiera dos meses. Un rey tan admirable comparado con éste… y
tan amoroso con mi madre. Y ella, que le abrazaba con apetito siempre insatisfecho,
en menos de un mes… No quiero ni pensarlo… Inconstancia: tienes nombre de
mujer. ¡En menos de un mes! Antes de que se le pudieran manchar los zapatos que
se puso para el funeral, cuando toda llorosa… ¡Dios! Un animal irracional hubiera
llorado su muerte durante más tiempo ¡Y con mi tío! ¡Casada con el hermano de mi
padre! … aunque se parece tanto a mi padre como yo a un dios del Olimpo… En
menos de un mes… sin tiempo de que se le secaran las simuladas lágrimas… vuelve
a casarse… y a meterse con prontitud… en una cama incestuosa. No está bien
hecho, ni puede traer bien alguno; mas, aunque el corazón se me rompa en pedazos,
he de callar y aceptarlo.
...