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El Mito Griego De La Creación Del Hombre


Enviado por   •  8 de Septiembre de 2013  •  2.724 Palabras (11 Páginas)  •  760 Visitas

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“En tiempos muy remotos, sobre la tierra sólo existían dioses inmortales.

Zeus, Dios supremo del Olimpo griego, que fue hijo y sucesor de Cronos, a quien le usurpó el liderazgo después de sucesivas victorias; representaba al poder y al orden cósmico, aunque sin embargo estaba sujeto al Hado, su propio hijo, que fue salvado por su madre Rea de ser devorado por su padre.

Hado constituye el símbolo del destino y la fatalidad, y para los filósofos antiguos representa la serie y orden de causas encadenadas unas con otras que necesariamente producen un efecto.

En ese mundo de sólo divinidades inmortales, los dioses desearon crear seres para poblar la tierra.

Una vez decidida tal idea, Zeus encargó a los hijos del titán Jápeto, que dotaran de gracias y fuerzas a las criaturas terrenales.

Fue Epimeteo, quien rogó a su hermano Prometeo, que le permitiera repartir los dones entre los seres terrenales.

Epimeteo dio a cada animal un don, la belleza a uno, a otro la potencia, a otro la velocidad, a otro la corpulencia, a otro la sagacidad, etc., según su criterio de conveniencia.

Careciendo de la sabiduría de su hermano Prometeo dio todos los dones a los animales dejando al hombre para lo último, quedando de esta forma el ser humano desnudo, indefenso y desarmado.

Fue entonces cuando Prometeo, el amigo del hombre, viendo la injusticia que se había cometido, tratando de corregir el error y robándole la sabiduría a la diosa Atenea, concedió al hombre la lógica.

Prometeo tomó al género humano bajo su protección y robó el fuego a Hefesto regalándoselo al hombre para que se calentara y pudiera vivir mejor, y le enseñó todo lo que sabía.

Pero Zeus, al enterarse de los dones otorgados al hombre que le permitían parecerse a los dioses, lleno de ira, arrojó rayos y relámpagos y castigó a Prometeo duramente encadenándolo en el monte Cáucaso, en los límites del Universo.

Allí todas las mañanas un águila le roía el hígado, que durante la noche le volvía a crecer para volver a ser devorado nuevamente al día siguiente.

Treinta años más tarde, Hércules liberó a Prometeo de tal cruel sufrimiento.

Hefesto, dios del fuego, modeló en su taller a la primera mujer, que fue inicialmente una estatua de metal.

Como era muy bella, Zeus resolvió darle vida y uno de los dioses le agradeció con los dones de la belleza, la gracia, la inteligencia, la habilidad y el poder de persuasión.

Pero también Hermes la dotó de astucia y falsedad y Hera de curiosidad, inquietud que no le daría paz a la mujer un solo instante.

Zeus le envió a Epimeteo a Pandora como regalo, quien hechizado por su belleza decidió unirse a ella de inmediato.

Como regalo le ofreció a ambos una bellísima caja adornada con piedras preciosas y oro.

La caja estaba cerrada, pero al darle Zeus la llave a Pandora le advirtió que si querían vivir felices no la abrieran nunca.

Epimeteo y Pandora vivieron felices muchos años una vida idílica y tanto ellos como sus descendientes ajenos a todo tipo de problemas, felices como los dioses, sin penas, sin preocupaciones ni vejez que los amenazara.

Permanecían siempre jóvenes, se divertían en forma permanente y vivían de las frutas de la tierra sin matar a ninguna criatura viviente para subsistir.

No existían ni robos ni crímenes y cuando se cansaban de tanto vivir se tendían bajo un árbol y allí se dormían eternamente.

Entonces, una suave brisa los transportaba a un lugar aún más tranquilo y mágico.

Pero un día, la curiosidad pudo más y Hara abrió la caja y fue así como surgieron las desdichas y los males de este mundo, como las enfermedades, las amarguras, los dolores y otras desgracias.

La esperanza fue lo último en salir en forma de un pequeño pájaro y como símbolo del consuelo para la humanidad.

Como se puede apreciar, el mito griego de la creación del hombre se asemeja notablemente al mito de Adán y Eva del antiguo testamento.”1

La creación del hombre según la civilización maya

Al parecer, según cuenta el Popol Vuh, al principio todo era un gran vacío sin vida, pero un día dos dioses, Tepeu y Kukulkán, decidieron que era el momento de crear el mundo. Crearon así la tierra y el mar, dejando paso a la vegetación. Surgieron los árboles y también la tierra para poder cultivar alimentos, flores y plantas. Estos primeros pasos llenaron el mundo de olores nuevos y gran colorido.

“Posteriormente, una vez creado el entorno, decidieron que era el momento de tener  seres que pudieran venerarlos como creadores del mundo. Fue en este momento cuando hicieron a los animales, grandes y pequeños, de todas las clases y colores. No obstante, cuando terminaron su faena pidieron a estos que los alabaran, y cuando descubrieron que solo eran capaces de emitir sonidos inteligibles se enfadaron. Que seres tan ingratos e inútiles, ¡no eran capaces de venerar a sus creadores! Decidieron por tanto castigarlos,  a partir de ese momento se matarían  y alimentarían unos de los otros.

Este fracaso no los detuvo, decidieron crear el primer proyecto de ser humano. El problema fue que al hacerlo de barro los resultados fueron bastante malos, este hombre no se tenía bien en pie, la lluvia lo deshacía, no era capaz de reproducirse ni hablar, fue por tanto un intento frustrado. A pesar del nuevo fracaso, los dos dioses no se dieron por vencidos, crearon un nuevo ser,  hecho esta vez de madera. Estos hombres sí que pudieron andar, se reprodujeron y poblaron la tierra. Pero que sorpresa se llevaron cuando se dieron cuenta de que estos seres no tenían memoria, no tenían alma y por tanto no eran capaces de recordar quienes habían sido sus creadores. Tepeu y Kukulkán se enfadaron nuevamente y decidieron enviar un diluvio (el diluvio universal) que terminaría con estos hombres de madera tan ingratos. La mayoría murieron, y los que se salvaron fueron transformados en seres más primitivos, los monos.

Finalmente cuando los animales llevaron maíz rojo y blanco a los dioses, Tepeu y Kukulkán pensaron que sería buena idea hacerlo de este material, crearon la carne con el maíz blanco y la sangre con el maíz rojo y así, como último intento, surgieron 4 hombres distintos.  Esta vez los dioses se habían superado, este nuevo ser tenía una inteligencia abrumadora. Lo conocía todo, lo observaba todo, lo entendía todo. Parece ser que la perfección de su criatura tampoco terminó por satisfacerlos, no podían permitir que existiera un ser tan sumamente inteligente, casi tanto como un dios, por este motivo decidieron nublar su vista para que no pudiera ver más allá de lo que tenía delante.  Ahora los dioses estaban contentos, habían logrado el éxito que esperaban

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