El Oso De Anteojos Y El Cóndor
Enviado por AlbertoGiraldo • 1 de Abril de 2013 • 558 Palabras (3 Páginas) • 598 Visitas
El Oso de anteojos y el Cóndor
Toño caminaba por el callejón empedrado, aderezado con saucos retorcidos, al lado de su abuelo, rumbo a la salida del caserío; el día era radiante, como muchos por esta época del año; el trinar matutino de los pájaros ya escaseaba, eran poco más de la 7:00am. El abuelo había prometido contar una historia a Toño y este era el día que se debelaría aquella historia guardada con tanto celo. Al llegar a un claro El anciano indicó al pequeño sentarse a la sombra de un joven roble. Una bandada de loros orrejiamarillos se asentaron en las ramas tratando de escuchar otro cuento enloquecido de Martín Casabe, hombre de miles de leguas bajo sus plantas y con el rostro ajado por la luz de la creación; a él las hojas de tabaco ya le caminaban en las venas, pues las quemaba en sus labios para espantar el frio, ahuyentar los zancudos, atemorizar al gegen, amansar los pensamientos, …y en fin.
Antes de iniciar la conversa, Martín sacó de su mochila la merienda e invitó a Toño que hiciera lo propio; los loros, que aunque expectantes por la historia, también lo estaban por las migas de arepa que involuntariamente caían a espaldas del abuelo y el nieto cada mañana, aletearon y gritaron con gran alborozo. Sentado cómodamente sobre una roca saliente en el piso se dispuso a echar a rodar la historia de hoy. Hace algún tiempo, -empezó-, cuando el norte congeló lo que estaba sobre la tierra y el mar, escaseó la comida; un animal grande y velludo de color blanco y cenizo emprendió su camino en busca de bayas agradables a su paladar. El camino no era amigable ni le facilitaba su estadía, así que cada llegar era un partir, al descanso le seguía el irremediable buscar. El sol cada vez se hacía más difícil de soportar y el sudor empañaba su mirar. Así pues, este hermoso animal decidió solucionar este impase colocando hojas de higuerilla sobre sus ojos. Su pelaje blanco se tornaba pardo por el polvo y el sol canicular.
Después de atravesar Centro América y al llegar a las montañas andinas, un día soleado como este que tenemos hoy el afelpado animal se percató, al ver su sombra, que un ave le rondaba; seguramente es un especie de buitre de esos llegados de Europa, pensó. Al poco rato el ave pisó el suelo y se instaló frente al animal, solo bastó un mirarse frente a frente para que el ave parara las patas, aleteara con energía y riera sin parar por más de diez minutos; sus plumas no aguantaban más reír y su pico se había quedado un poco atorado y no lo podía cerrar. La bestia peluda sin hacer daño al ave le golpeo con su garra, sacándole de aquel trance. La curiosidad pudo más que enfado, y el cuadrúpedo preguntó porqué la risotada, el ave contestó que nunca había visto a un ser con aquel disfraz. Te refieres a las hojas de higuera?, son para protegerme del sol, entonces procedió a quitárselas. Allí no solo el ave rió, todo el bosque: los venados, armadillos,
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