El Resguardo

Tino tenía cara ingenua, sin pelos; sonreía mucho y enseñaba los ojos hasta el fondo. El otro, en cambio era flaco velludo y torvo. Ellos hablaban sobre la mujer, el otro trababa de hacer molestar a Tino, pero Tino era muy calmoso y no se ofendía fácilmente.

El amigo le decía que el solo peleaba por la mujer que le gusta, y el amigo estaba de acuerdo. Ya pasaba de medio día y el sol ardía y se quejaban del camino y se echaron a descansar en la sombra de un palo de lana. Después de unos ratos de estar descansando, por primera vez a Tino se le soltó la lengua.

Nunca había hablado de aquello. El amigo endurecía los ojos mientras tino hablaba, con ellos fijamente clavados en el polvo del camino y las manos colgando entre la rodilla y el sombrero boca arriba en la tierra, Tino lo veía inmóvil, impasible. El le contaba que salió para no matar a aquel hombre un día, porque eso es como echarse el demonio encima.

El otro despojándose de los ojos fuertes metió su mano por debajo de la camisa hasta el pecho y dio un tirón y fue abriendo su mano lentamente y era una diminuta saqueta negra, le dijo a Tino que la consiguió en Barahona y que desde que tiene eso anda seguro. Pero Tino se lo regreso porque Mingo le había contado que mato a un hombre y que ese tiene mucha familia.

...