Ensayo De Las Hermanas Bronte
Enviado por luciaochenta • 24 de Septiembre de 2012 • 10.468 Palabras (42 Páginas) • 666 Visitas
La historia de los Brontë
Chapter 1-Haworth
Había un viento frío esa tarde, pero el sol brilló por una hora o dos. Yo caminé hacia afuera en el páramo detrás de la casa. Las ovejas estaban escondiéndose del viento bajo las paredes de piedra, y habían nubes grises sobre la colina hacía el oeste. Era sólo noviembre, pero yo podía oler la nieve en el aire.
Éste será un invierno frío, éste año de 1855.
Mi nombre es Patrick Brontë, y tengo sesenta y ocho años. Yo soy el vicario del pueblo de Haworth. Haworth es una pequeña villa, donde hay casas de piedras grises en el lado de una colina en el norte de Inglaterra, y yo vivo en una casa en la cima de la colina, al lado de la iglesia y del cementerio.
Yo caminé a través del cementerio hacia la iglesia ésta tarde. Toda mi familia excepto Anne, están sepultados ahí. El viento había soplado algunas hojas secas dentro de la iglesia a través de la puerta. Pronto estaré en esa sepultura con mi esposa e hijos, bajo la fría y gris piedra y hojas danzantes.
Ésta oscuro afuera ahora, y está muy tranquilo en esta casa. El esposo de Charlotte, El señor Nicholls, está leyendo en su habitación, y nuestros sirvientes están cocinando en la cocina. Sólo tres de nosotros vivimos aquí ahora. Está muy tranquilo. Puedo oír el sonido de la madera quemándose en el fuego, y el gran reloj en las escaleras.
Hay otro sonido también- el sonido del viento afuera. El viento tiene muchas voces. Éstas cantan y ríen y gritan para sí mismas a lo largo de toda la noche. La noche anterior lloraba como un niñito, yo salí de la cama y fui hacia la ventana para escuchar. No había niños, obviamente. Sólo el viento y las lápidas, frías en la pálida luz de la luna. Pero luego decidí que escribiría la historia de mis hijos, hoy, antes de que sea demasiado tarde. La amiga de Charlotte, la señora Gaskell, está escribiendo un libro sobre ella, y tal vez ella quiera leer mi historia.
Es una buena historia. Comenzó en Abril de 1820, cuando nosotros vinimos a Haworth por primera vez…
Había un fuerte viento soplando ese día también, afuera un oscuro, nublado cielo. Nosotros podíamos ver la nieve sobre el páramo. El camino hacia Haworth fue hacia arriba en una colina, y había hielo sobre las piedras del camino. María, mi esposa, tenía miedo de subir cabalgando hacía la colina en el carro.
Nosotros caminaremos, niños, dijo ella. Si uno de esos caballos cae, habrá un terrible accidente. Vamos, vengan y veamos nuestra nueva casa. Ella era una mujer pequeña, mi esposa, y no muy fuerte. Pero ella llevaba a la bebé, Anne, colina arriba en sus brazos. Yo llevaba a Emily- ella tenía un año y medio. Los otros caminaban. Mi hijo de dos años, Patrick Branwell, caminaba conmigo, y Charlotte, quien estaba cerca de los cuatro años, caminaba con su madre. Las dos niñas más grandes- Elizabeth y María- corrían en frente. Ellas estaban muy emocionadas, y reían y hablaban todo el camino.
La gente de Haworth vino a vernos. Algunos de ellos ayudaron, pero la mayoría de ellos sólo permanecían de pie en sus puertas y miraban. Ellos son gente muy pobres, en este pueblo. Yo era su nuevo vicario. Nosotros teníamos siete carros para llevar nuestros muebles hacía la helada colina, pero éste fue un duro trabajo para los caballos. Cuando llegamos a nuestra casa, el viento estaba soplando fuerte en nuestras caras. Mi esposa corrió hacía adentro, y comenzó a encender el fuego.
¿Te gusta, querida? Le pregunté esa noche, cuando los niños estaban acostados. Ella miró pálida y cansada. Yo pensé que esto era por el largo viaje, y los niños. Quizás eso era. Ella mantenía sus manos hacia el fuego, y dijo: Por supuesto, Patrick. Es una buena casa. Yo espero que ésta sea una buena casa para ti, y los niños.
Yo estaba un poco sorprendido por eso. Y para ti, María, dije. No te olvides de ti misma. Tú eres la persona más importante en el mundo, para mí. Ella sonrío- una encantador sonrisa. Gracias, Patrick, ella dijo. Ella era una mujer muy pequeña, y a menudo estaba cansada a causa de los niños. Pero cuando ella me sonreía de esa forma, yo pensaba que ella era la mujer más hermosa de Inglaterra. Un año y medio más tarde, ella murió.
Ella no murió rápidamente. Ella estuvo en cama por siete largos meses, con un dolor terrible. El doctor venía a menudo, y su hermana Elizabeth venía también, para ayudar. Los niños estaban enfermos, también. Ésta fue una época terrible.
Mi esposa María murió en Septiembre, 1821. Ella tenía treinta y ocho años. Era mi deber enterrarla en la iglesia. Nuestros seis jóvenes niños estaban de pie y miraban tranquilamente. Después, nosotros volvimos a la casa. Yo los llame y les hablé. Dije: Ustedes no deben llorar tanto, mis queridos. Su madre está con Dios ahora. Ella está feliz. Algún día, todos ustedes morirán, y si son buenos, ustedes irán con Dios también. Pero ¿por qué? María Preguntó. ¿Por qué murió ahora, padre? Nosotros la necesitamos.
Éste mundo es un lugar duro, niños, y nosotros no podemos entender todo lo que Dios hace. Pero Dios nos ama, nunca olviden eso. Su madre los amaba, y quizá ella puede verlos ahora. Todos nosotros debemos intentar trabajar duro, aprender tanto como sea posible, y ser amables uno con el otro. ¿Lo harán? ¨Si padre.¨
Todos ellos parecían tan tristes, yo recuerdo, y ellos escuchaban tan cuidadosamente. La pequeña Emily dijo: ¿Quién será nuestra madre ahora? María es la mayor, así que ella me ayudará. Todos ustedes deben escucharla, y hacer lo que ella dice. Y tía Elizabeth está aquí también. Tal vez ella se quedará por un tiempo. Elizabeth se quedó. Ella era más vieja que mi esposa, y ella no era casada. Nosotros la llamábamos tía Branwell. Ella venía desde Penzance en Cornwall, un cálido, soleado lugar cerca del mar en el sur-oeste de Inglaterra. Es a menudo frío en el páramo detrás de Haworth, pero ella se quedó ahí toda su vida, para ayudarme con los hijos de su hermana. Ella era una mujer buena y amable.
Yo estaba muy orgulloso de mi pequeña María. Ella tenía sólo ocho años, pero ella trabajaba todo el día como un adulto. Ella ayudaba a los más pequeños a lavarse y vestirse; ella los ayudaba a jugar, dibujar y leer. Ella era como una pequeña mamá para ellos. Ella podía leer muy bien. Nosotros siempre teníamos libros y diarios en la casa, y yo les contaba a los niños sobre ellos todos los días. Yo les hablaba sobre cosas de adultos: el duque de Wellington, y cosas importantes que él había hecho en Londres. Los niños escuchaban cuidadosamente, e intentaban difícilmente de entender. María a menudo leía el diario a los otros, y me hacía preguntas sobre esto. Ella lo entendía mejor que la mayoría de los hombres.
Yo
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