Ensayo El Principe
Enviado por kazcp • 17 de Septiembre de 2013 • 3.154 Palabras (13 Páginas) • 336 Visitas
Capitulo l.
DE LAS DISTINTAS CLASES DE PRINCIPADOS Y DE LA FORMA EN QUE SE ADQUIEREN.
Todos los Estados, todas las dominaciones que han ejercido y ejercen soberanía sobre los hombres, han sido y son republicas o principados. Los principados son, o hereditarios, cuando una misma familia ha reinado en ellos largo tiempo, o nuevos. Los nuevos, o lo son del todo, o son como miembros agregados al Estado hereditario del príncipe que los adquiere.
Capitulo ll.
DE LOS PRINCIPADOS HEREDITARIOS.
Es más fácil conservar un Estado hereditario que uno nuevo, ya que basta con no alterar el orden estableciendo por los príncipes anteriores, y contemporizar después con los cambios que puedan producirse.
El príncipe natural tiene menos razones y menor necesidad de ofender: de donde es lógico que sea más amado.
Capitulo lll.
DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS.
Las dificultades existen en los principados nuevos. Y si no es miembro del todo, si no como miembro agregado a un conjunto anterior, que puede llamarse asi mixto.
Dificultad que estriba en que los hombres cambian con gusto de señor, creyendo mejorar; y esta creencia los impulsa a tomar las armas contra el; en lo cual se engañan, pues luego la experiencia les enseña que han empeorado, esto resulta de otra necesidad natural y común que hace que el príncipe se vea obligado a ofender a sus nuevos súbditos, con tropas o con mil vejaciones que el acto de la conquista lleva consigo. De modo que tienes por enemigos a todos los que has ofendido al ocupar el principado, y no puedes conservar como amigos a los que te han ayudado a conquistarlo, porque no puedes satisfacerlos como ellos esperaban, y puesto que se les estas obligando, tampoco puedes emplear medidas fuertes contra ellos; porque siempre, aunque se descanse en ejércitos poderosísimos, se tiene necesidad de la colaboración de los “provincianos” para entrar en una provincia.
Los Estados que al adquirirse se agregan a uno mas antiguo, o son de la misma provincia y de la misma lengua, o no lo son. Cuando lo son, es muy fácil conservarlos, sobre todo cuando no están acostumbrados a vivir libres, y para afianzarse en el poder, basta con haber borrado la línea del príncipe que los gobernaba, porque, por lo demás, y siempre que se respeten sus costumbres y las ventajas de que gozaban, los hombres permanecen sosegados, y quien los adquiera, si desea conservarlos, debe tener dos cuidados: primero, que la descendencia del anterior príncipe desaparezca; después, que ni sus leyes ni sus tributos sean alterados. Y se verá que en brevísimo tiempo el principado adquirido pasa a constituir un solo y mismo cuerpo con el principado conquistador.
Pero cuando se adquiere estados en una provincia con idioma, costumbres y organización diferentes, surgen entonces las dificultades y se hace precisa mucha suerte y habilidad para conservarlos, y uno de los mejores y eficaces remedios seria que la persona que los adquiera fuese a vivir con ellos. Esto haría más segura y duradera la posesión. De esta manera, se ven nacer los desordenes y se los puede reprimir con prontitud; pero, residiendo en otra parte, se entera uno cuando ya son grandes y no tienen remedio.
Otro buen remedio es mandar colonias a uno o dos lugares que sean como llaves de aquel Estado. En las colonias no se gasta mucho, y con esos pocos gastos se las gobierna y conserva.
Concluyo con que las colonias no cuestan, que son más fieles y entrañan menos peligro.
Ha de notarse, pues, que a los hombres hay que conquistarlos o eliminarlos, porque si se vengan de las ofensas leves, de las graves no pueden; asi que la ofensa que se haga al hombre debe ser tal, que le resulte imposible vengarse.
Si en vez de las colonias se emplea la ocupación militar, el gasto es mucho mayor, porque el mantenimiento de la guardia absorbe las rentas del Estado y la adquisición se convierte en perdida. La ocupación militar es, pues, desde cualquier punto de vista, tan inútil como útiles son las colonias.
El príncipe que anexe una provincia de costumbres, lengua y organización distintas a las de las suya, debe también convertirse en paladín y defensor de los vecinos menos poderosos, ingeniarse para debilitar a los de mayor poderío y cuidarse de que, bajo ningún pretexto, entre en su Estado un extranjero tan poderoso como él.
Cuando un extranjero poderoso entra en una provincia, se le adhieren todos los que sienten envidia del que es mas fuerte entre ellos, de modo que el extranjero no necesita gran fatiga para ganarlos a su causa, ya que en seguida y de buena gana forman un bloque con el estado invasor.
Así pasa en las cosas del Estado: los males que nacen en el, cuando se los descubre a tiempo, lo que solo es dado al hombre sagaz, se los cura pronto; pero ya no tienen remedio cuando, por no haberlos advertido, se los deja crecer hasta el punto de que todo el mundo los ve.
Los romanos sabían que una guerra no se evita, si no que difiere para provecho ajeno.
El rey Luis cometió, pues cinco faltas: aniquilo a los débiles, aumento el poder de uh poderoso en Italia, introdujo en ella a un extranjero más poderoso aun, no se estableció en el territorio conquistado y no fundo colonias.
De lo cual se infiere una regla general: el que ayuda a otro a hacerse poderoso causa su propia ruina. Porque es natural que se ha vuelto poderoso recele de la misma astucia o de la misma fuerza gracias a las cuales se lo ha ayudado.
Capítulo IV.
POR QUE EL REYNO DE DARIO, OCUPADO POR ALEJANDRO, NO SE SIBLEVO CONTRA LOS SUSESORES DE ESTE DESPUES DE SU MUERTE.
Los principados de los que se guarda memoria han sido gobernados de dos modos distintos: o por un príncipe que elige de entre sus siervos, que lo son todos, los ministros que lo ayudaran a gobernar, o por un príncipe asistido por nobles que, no a la gracia del señor, sino a la antigüedad de su linaje, deben la posición que ocupan. Estos nobles tienen Estados y súbditos propios, que los reconocen por señores y les tienen natural afección.
Los Estados gobernados por un príncipe asistido por siervos, el príncipe goza de mayor autoridad: porque en toda la provincia no se reconoce soberano si no a el, y si se desobedece a otro, a quien además no se tienen particular a mor, solo se lo hace por tratarse de un ministro y magistrado del príncipe.
Los ejemplos de estas dos clases de gobierno se hallan hoy en el Gran Turco y en el rey de Francia.
Las razones de la dificultad para apoderarse del reino del Turco residen en que no se puede esperar ser llamado por los príncipes del Estado, ni confiar en que su rebelión facilitara la empresa. Porque siendo esclavos y deudores
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