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Ensayo de Оctavio Рaz el Рachuco y otros extremos


Enviado por   •  10 de Septiembre de 2014  •  Ensayo  •  2.178 Palabras (9 Páginas)  •  290 Visitas

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ENSAYO DE OCTAVIO PAZ

EL PACHUCO Y OTROS EXTREMOS

Este capitulo trata sobre como se nos revela nuestra identidad desde niños. Cuando nacemos nos podemos sentir solos; pero niños y jóvenes podemos olvidarnos de nuestra soledad a través del juego o trabajo. Es en la adolescencia cuando nos preocupamos por encontrar nuestra identidad, el adolescente se asombra por la riqueza que encuentra en su entorno, se pregunta si verdaderamente es el.

A los pueblos en crecimiento también les pasa lo mismo. Muchas veces las respuestas son cambiadas por la historia y con esta el carácter nacional. Los pueblos deben entregar su conciencia a si mismos. La mascara del viejo es la historia. Un pueblo se distingue por sus creaciones, hay quienes comparten una misma población y diferentes etapas históricas y cada día se va modelando; se puede tomar como ejemplo que todos pueden llegar a sentirse mexicanos, puede bastar con cruzar la frontera para sentirse así.

Muchas de las partes de este ensayo se escribieron durante la estancia de Octavio Paz fuera de México. Al estar en E.U.A. trataba de explicarse el porque para unos el ser mexicano es cosa de vida o muerte. Al vivir en los Ángeles se dio cuenta que estaba habitada por muchos mexicanos, pero no se pueden mezclar totalmente con los norteamericanos ya que aunque vistan iguales y sientan vergüenza de su origen, no se pueden confundir con los norteamericanos, ya que los mexicanos son masa activos, a estos hombres se les llama pachucos.

Los pachucos se distinguen por su lenguaje, su vestuario, y conducta. Son jóvenes mexicanos que no olvidan sus orígenes y que luchan por no ser iguales a los que están a su alrededor. El pachuco es uno de los extremos del mexica, hasta la palabra “Pachuco” no tiene una definición en si. No desean entrar a la esfera de la civilización como los negros, quienes son perseguidos por la ola racial. El pachuco lucha por ser distinto o talvez único; no le queda mas que su cuerpo y alma a la deriva y dice ser una sociedad abierta. El norteamericano considera al pachuco como un ser peligroso. Es como un modelo grotesco que llama la atención de la gente con su vestuario, que vive al margen, se obstina por ser distinto, se le atribuyen virtudes eróticas. El norteamericano también lo ve como algo fascinante o misterioso. El pachuco aparenta no pertenecer a una raza, pero la realidad es que se alegra de su sociedad para poder ingresar a la sociedad norteamericana de manera arriesga, se esconde de si mismo. Al estar en un país diferente al nuestro nos encerramos en nosotros mismos, no buscamos a los demás por temor a reflejarnos en ellos. Las soledad del mexicano esta llena de dioses y busca su origen; esta no ha sido levantada a comparación de los norteamericanos que se ven confusos en medio de máquinas y conciudadanos. Creen que el mundo fue hecho por y para ellos, que han nacido de la democracia, que son ricos y nosotros pobres… se encuentran solos entre sus obras y perdidos en un páramo. La diferencia entre los norteamericanos y los mexicanos es muy amplia; nos caracterizamos por nuestras costumbres y tradiciones. Ellos viven en una sociedad mas abierta que los hace ser más dinámicos, vivir la vida de manera aparente; solo ven las partes positivas de la vida.

Octavio Paz, en su viaje a España; durante la guerra, vio a un hombre distinto; con una apariencia firme y ruda, un hombre humilde que en sus ojos luce la desesperación y la esperanza. Una esperanza de volver a ser otro hombre. La guerra le ha robado parte de su ser.

[M]uchas de las reflexiones que forman parte de este ensayo [sobre el carácter mexicano] nacieron fuera de México, durante dos años de estancia en los Estados Unidos. Recuerdo que cada vez que me inclinaba sobre la vida norteamericana, deseoso de encontrarle sentido, me encontraba con mi imagen interrogante. Esa imagen, destacada sobre el fondo reluciente de los Estados Unidos, fue la primera y quizá la más profunda de las respuestas que dio ese país a mis preguntas. Por eso, al intentar explicarme algunos de los rasgos del mexicano de nuestros días, principio con esos para quienes serlo es un problema de verdad vital, un problema de vida o muerte. Al iniciar mi vida en los Estados Unidos residí algún tiempo en Los Ángeles, ciudad habitada por más de un millón de personas de origen mexicano. A primera vista sorprende al viajero--además de la pureza del cielo y de la fealdad de las dispersas y ostentosas construcciones--la atmósfera vagamente mexicana de la ciudad, imposible de apresar con palabras o conceptos. Esta mexicanidad--gusto por los adornos, descuido y fausto, negligencia, pasión y reserva--flota en el aire. Y digo que flota porque no se mezcla ni se funde con el otro mundo, el mundo norteamericano, hecho de precisión y eficacia. Flota, pero no se opone; se balancea, impulsada por el viento, a veces desgarrada como una nube, otras erguida como un cohete que asciende. Se arrastra, se pliega, se expande, se contrae, duerme o sueña, hermosura harapienta. Flota: no acaba de ser, no acaba de desaparecer.

Algo semejante ocurre con los mexicanos que uno encuentra en la calle. Aunque tengan muchos años de vivir allí, usen la misma ropa, hablen el mismo idioma y sientan vergüenza de su origen, nadie los confundiría con los norteamericanos auténticos. Y no se crea que los rasgos físicos son tan determinantes como vulgarmente se piensa. Lo que me parece distinguirlos del resto de la población es su aire furtivo e inquieto, de seres que se disfrazan, de seres que temen la mirada ajena, capaz de desnudarlos y dejarlos en cueros. Cuando se habla con ellos se advierte que su sensibilidad se parece a la del péndulo, un péndulo que ha perdido la razón y que oscila con violencia y sin compás. Este estado de espíritu--o de ausencia de espíritu--ha engendrado lo que se ha dado en llamar el "pachuco". Como es sabido, los "pachucos" son bandas de jóvenes, generalmente de origen mexicano, que viven en las ciudades del Sur y que se singularizan tanto por su vestimenta como por su conducta y su lenguaje. Rebeldes instintivos, contra ellos se ha cebado más de una vez el racismo norteamericano. Pero los "pachucos" no reivindican su raza ni la nacionalidad de sus antepasados. A pesar de que su actitud revela una obstinada y casi fanática voluntad de ser, esa voluntad no afirma nada concreto sino la decisión--ambigua, como se verá--de no ser como los otros que los rodean. El "pachuco" no quiere volver a su origen mexicano; tampoco--al menos en apariencia--desea fundirse a la vida norteamericana. Todo

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