Evolución Cultural
Enviado por DI5- • 29 de Septiembre de 2013 • 3.337 Palabras (14 Páginas) • 278 Visitas
En el Homo sapiens se conjuntan tres memorias. La memoria biológica, inscrita en el ADN y que compartimos con el resto de los seres vivos; la memoria individual, inscrita en el cerebro de cada uno de nosotros, y la memoria cultural. La memoria de la especie y la memoria individual son memorias biológicas, es decir, están almacenadas en nuestro cuerpo. En contraste, la memoria cultural está inscrita en los documentos que ha hecho posible la escritura. La memoria cultural es extra biológica, es decir, está fuera de nuestro cuerpo, a diferencia de la memoria del ADN y de la memoria cerebral individual Descubrir los mecanismos que han hecho posible la transmisión de la cultura es de una ingente necesidad porque significa entender aquello que nos ha humanizado. Esta humanización debe ser entendida como aquello que nos ha permitido alejarnos un poco de nuestros instintos animales o la capacidad de posponerlos, y también de nuestra capacidad para generar eso que llamamos cultura. Sin embargo, el Homo sapiens sigue siendo un ente biológico con todas las ventajas y problemas que le acarrea este ser un organismo biológico.
El ser humano no acepta con facilidad ser un animal y es notable como, a lo largo de la historia, se ha sentido por encima o diferente del resto de la naturaleza. Esto ha generado muchos problemas sociales y sobre todo una distorsionada visión de sí mismo. Muchos más problemas de los que queremos reconocer se han producido por esta visión distorsionada de la naturaleza y de sí mismo. Entre ellos, nuestra relación con los otros animales, con el resto de la naturaleza y con los demás seres humanos.
Aunque se ha hablado de evolución biológica y de evolución cultural, e inclusive de coevolución, es difícil saber cuándo se inició la evolución cultural del hombre; quizá hace unos 15 000 años con la domesticación de los animales o unos 10 000 años con el inicio de la agricultura y la vida sedentaria. No sabemos y quizá nunca sabremos cómo funcionaba exactamente el cerebro y la mente del hombre como cazador y recolector. La búsqueda del alimento ocupaba la mayor parte del tiempo del hombre primitivo. El cerebro humano fue naturalmente diseñado para sobrevivir en la sabana y las técnicas de supervivencia ocupaban la mayor parte de su capacidad. En esto no se diferenciaba del resto de los animales. La muerte por hambre, por calor, por frío, por ser comido por depredadores, era omnipresente. El hombre también formaba parte de la cadena alimenticia y por lo tanto del menú de otros depredadores. Así las cosas, acaso se pueda conjeturar que el cerebro del hombre primitivo ante este entorno se tuvo que adaptar a dos apremiantes circunstancias:
1) encontrar con eficiencia su alimento
2) evitar ser víctima de los depredadores.
Logró así dos grandes invenciones:
1) el descubrimiento y la manipulación del
Fuego
2) el arco y la flecha.
De hecho, el hombre primitivo seguramente moría con frecuencia de hambre, de sed, de insolación, de frío, de accidentes, de golpes inducidos por las propias presas y del ataque de los depredadores. Tenía que cazar y colectar en grupo y dejar a las mujeres y a los niños resguardados en algún lugar seguro, y tal vez cercano.
Es muy posible que también fuese víctima con frecuencia de otras hordas de homínidos. Esta lucha contra otras hordas requería un gran esfuerzo y el despliegue de una gran malicia y memoria, que probablemente marcó de manera importante el cerebro humano. Esta lucha entre diversos grupos humanos persiste hasta la fecha.
El descubrimiento del fuego es crucial en la historia del hombre, y tal vez no se le deba llamar la “invención” del fuego, porque sin duda el hombre primitivo ya había visto el fuego aparecer en forma natural, sino lo que realmente logró fue la manipulación a su arbitrio. El poder hacer fuego a voluntad le permitió permanecer despierto algunas horas más del tiempo, ya que los primates en los trópicos están sujetos al estricto ciclo de doce horas de luz y oscuridad a lo largo de todo el año. Consiguió así algunas horas que no tenía que dedicar obligadamente a la imperiosa y esforzada búsqueda del alimento. También pudo hervir o asar el alimento y conservarlo un poco más de tiempo. La invención del arco y la flecha, que fue lograda por la mayoría de las culturas conocidas (algunas todavía vivas en ciertas regiones remotas de la Tierra) aún muy separadas por el tiempo y el espacio, en diferentes y variadas partes del mundo, permitió al Homo sapiens matar a los animales a distancia y evitar ser víctima de la presa que intentaba cazar. El habla, que no el lenguaje, del animal colector y cazador que hoy llamamos hombre, muy probablemente estaba restringida a unos cuantos balbuceos: tal vez algunos nombres y quizá verbos relacionados con la caza y la recolección. Estos nombres y verbos, sin embargo, no conformaban una lengua, sea por el escaso número de sustantivos y verbos sólo relacionados con la caza y recolección, sea porque eran símbolos verbales compartidos solamente por un pequeño número de hombres, lo que hemos llamado la “horda primitiva”. Es necesario aclarar que estas consideraciones se aplican también al hombre de Neanderthal y, quizá, a otros homínidos como el Homo erectus y quizá el Homo habilis, quienes acaso nunca rebasaron la fase de caza y recolección. Ahora sabemos que los chimpancés no sólo recolectan frutas y hojas de los árboles sino que también son capaces de cazar en grupo.
Las presiones que hicieron que los homínidos abandonaran el bosque húmedo y bajaran a la caliente sabana no son claras. Es posible que el Homo sapiens empezara a ser más cazador que recolector, ya que la mayoría de los animales de caza se encuentran en la sabana. Las pinturas rupestres del sur de Francia y de Altamira muestran los animales que cazaban: bisontes, caballos, vacas, cabras, y muestran también al hombre mismo en el momento de la caza y también sus instrumentos de cazador: el arco y la flecha, la lanza, el cuchillo de pedernal y la distancia para cazar al animal.
Estas pinturas en las cuevas, hechas posibles tal vez por el fuego, porque se pintaron en zonas oscuras de las cuevas, son una de las primeras evidencias de la transmisión extra biológica de la cultura ya que representan una valiosa información que se encuentra fuera del cerebro del hombre.
Muchas de estas pinturas ya tienen calidad estética y es posible que sean ya una manifestación muy avanzada de la cultura humana; antes de las pinturas rupestres encontramos evidencia física de la actividad del hombre primitivo en las puntas de flecha, hachas y cuchillos de pedernal que el hombre primitivo usó para cazar, y quizá son todavía más antiguos los rastros de carbón y brasas encontrados
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