Fabulas Clasicas
Enviado por irispunay • 16 de Julio de 2014 • 480 Palabras (2 Páginas) • 303 Visitas
La lecherita
(esopo)
La hija de un granjero llevaba un recipiente lleno de leche a vender al pueblo, y empezó a hacer planes futuros:
-Cuando venda esta leche, compraré trescientos huevos. Los huevos, descartando los que no nazcan, me darán al menos doscientos pollos. Los pollos estarán listos para mercadearlos cuando los precios de ellos estén en lo más alto, de modo que para fin de año tendré suficiente dinero para comprarme el mejor vestido para asistir a las fiestas donde todos los muchachos me pretenderán, y yo los valoraré uno a uno.-
Pero en ese momento tropezó con una piedra, cayendo junto con la vasija de leche al suelo, regando su contenido. Y así todos sus planes acabaron en un instante.
No te ilusiones con lo que aún no tienes.
Las moscas
De un panal se derramó su deliciosa miel, y las moscas acudieron ansiosas a devorarla. Y era tan dulce que no podían dejarla. Pero sus patas se fueron prendiendo en la miel y no pudieron alzar el vuelo de nuevo. Ya a punto de ahogarse en su tesoro, exclamaron:
-- ¡Nos morimos, desgraciadas nosotras, por quererlo tomar todo en un instante de placer!
Toma siempre las cosas más bellas de tu vida con serenidad, poco a poco, para que las disfrutes plenamente. No te vayas a ahogar dentro de ellas.
LA ZORRA Y LAS UVAS
(Samaniego)
Es voz común que a más del mediodía en ayunas la zorra iba cazando.
Halla una parra, quedase mirando de la alta vid el fruto que pendía. Causábale mil ansias y congojas no alcanzar a las uvas con la garra, al mostrar a sus dientes la alta parra
negros racimos entre verdes hojas. Miró, saltó y anduvo en probaduras; pero vio el imposible ya de fijo.
Entonces fue cuando la zorra dijo: "¡No las quiero comer! ¡No están maduras!"
No por eso te muestres impaciente si se te frustra, Fabio, algún intento; aplica bien el cuento y di: ¡No están maduras!, frescamente.
La ardilla y el caballo
(Tomás de Iriarte)
Estaba una ardilla a un generoso alazán, que, dócil a espuela y rienda, se adiestraba en galopar. Viéndole hacer movimientos tan veloces y a compás, de aquesta suerte le dijo con muy poca cortedad: "Señor mío: de ese brío, ligereza y destreza no me espanto, que otro tanto suele hacer, y acaso más.
Yo soy viva, soy activa; me meneo, me paseo; yo trabajo, subo y bajo, no me estoy quieta jamás." El paso detiene entonces
el buen potro,
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