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Francia En La Edad Media


Enviado por   •  28 de Abril de 2014  •  10.277 Palabras (42 Páginas)  •  311 Visitas

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RENACIMIENTO Y REFORMA

I

CÓMO SE PRODUJO EN EUROPA UNA REVOLUCION QUE MÁS TARDE SE LLAMÓ RENACIMIENTO

1. Mejor que un renacimiento se trataba entonces de una revolución. En el mundo temporal había asignado a cada uno su lugar dentro de cuadros sociales definidos: feudalismo, comunes, corporaciones. Los descubrimientos de los navegantes y los de los astrónomos demostraban que el mundo es mucho más vasto de lo que habían creído los hebreos y los griegos. No era ya en los textos, sino en la tierra y en los astros, donde había que buscar la verdad. Nadie ponía abiertamente en duda la doctrina cristiana, pero los reformistas criticaban al clero y los satíricos se burlaban de los monjes. En el siglo XVIII se creía vivir en un siglo de luces que libertaria a los hombres de anticuadas supersticiones.

2. ¿Por qué la primera hoguera de esta luz nueva se encendió en Italia? Porque Italia conservaba en sus ruinas, en sus mármoles, en sus inscripciones, la tradición del mundo antiguo. El capitalismo estaba entonces en su infancia. El Renacimiento se forjó en los palacios de los príncipes y de los banqueros, mucho antes que en las Universidades. La formación de individuos poderosos, originales, era favorecida en Italia por las rivalidades de los múltiples Estados: Milán, Florencia, Roma, Venecia, Nápoles. El francés ideal de la Edad Media había sido san Luis, soldado valiente y piadoso. El Príncipe, de Maquiavelo, breviario del Renacimiento, es un manual de política realista y por medio de las alianzas italianas, contraídas por los reyes de Francia, este cinismo maquiavélico llegará a la Corte de los Valois.

3. El individuo del Renacimiento no deja de profesar la fe cristiana, pero no vive de acuerdo con ella. En la Italia del siglo XV la moral cristiana sufre un eclipse. La vida sexual es libre, incluso licenciosa; el homicidio fácilmente perdonado, sobre todo si el homicida es un artista. A su imagen se formarán Isabel de Inglaterra y Francisco I de Francia. Hay en los hombres de esta época una pasión y un entusiasmo, una necesidad de acción varia y osada, un amor a la belleza, un respeto a las artes, un gozo de vivir, que son embriagadores, pero también un cinismo y un nihilismo a los que Europa deberá más tarde muchos de sus males.

4. El deseo de aprender es entonces insaciable. Un nuevo programa de estudios: gramática, latín, historia, poesía, literatura, constituye las humanidades. Se reduce el lugar que ocupaba la teología. Al difundirse por Europa esta cultura turbará las ingenuidades de las literaturas nacionales. Esta inyección de la cultura antigua será arrastrada, a partir del siglo XVII, por el torrente de la circulación francesa.

5. No obstante, en el siglo XVI falta todavía un elemento esencial, que es el espíritu científico desarrollado por los árabes en la Edad Media; bajo su influencia, la geometría, la trigonometría y el álgebra tenían un lugar en los estudios. Copérnico demostraba con sus cálculos que la tierra gira alrededor del sol. Y era Copérnico quien tenía razón.

6. Un rasgo capital del Renacimiento es que su cultura es propia de una élite o selección. La civilización de la Edad Media había sido popular. El arte del Renacimiento es aristocrático.

7. Más que de un nacimiento, se trataba de una revolución; mejor diríamos de una evolución, pues la transformación no fue brusca. Ni el espíritu feudal ni la fe desaparecieron en Francia en el siglo XVI, muy lejos de ellos, mas las clases medias, unidas a la monarquía debilitaron el feudalismo; el humanismo obligó a la Iglesia a ampliar la enseñanza; entre los artistas y las masas se estableció un divorcio.

En Italia, el humanismo inclinó a las clases selectas hacia el regreso al paganismo. En Alemania y en Inglaterra engendrará el protestantismo. En cuanto a Francia, violentamente agitada durante un siglo, tan refractaria al puritanismo como al paganismo, pero enriquecida y fecundada por estas aportaciones extranjeras, reanudará en el siglo XVII su propio camino y solo en el XVIII se producirá la explosión final de las ideas nuevas. Así la Revolución Francesa será hija del Renacimiento.

II

CÓMO ITALIA LLAMÓ Y DESPUÉS RECHAZÓ A LOS FRANCESES

1. A la muerte de Luis XI, dos cuestiones de política exterior podían disputarse la atención de un rey de Francia: la cuestión de las tierras de Flandes, codiciadas a la vez por Francia, Inglaterra y el Imperio, porque cada uno de estos tres Estados temía verlas ocupadas por cualquiera de los otros dos; y la cuestión de Italia, pues el antiguo sueño imperial acuciaba todavía a los soberanos de Europa, al mismo tiempo que cada una de las ciudades italianas, tan divididas entre sí, llamaba en su socorro a cualquier ejército extranjero. Carlos VIII, para romper sus primeras nupcias austriacas, renunció al franco-Condado y al Artois. No podía, pues, atacar decorosamente estas provincias y, por otra parte, sus deseos le impulsaban hacia Italia. El pequeño rey de Francia estaba muy enamorado de su reina bretona, Ana.

Francia rebosaba de italianos emigrados, desterrados, ardiendo en odio contra los bandos o facciones que les habían arrojado de su patria. Los banqueros genoveses, lombardos, florentinos, abrían sus establecimientos en Francia. Las casas nobles de Francia se aliaban con las de Italia. Eran también innumerables los italianos que ocupaban altos cargos en la Corte o en el Ejército y todos estos refugiados trataban de poner a Francia al servicio de sus pasiones.

2. No era difícil encontrar pretexto para la intervención. En derecho, los cinco grandes principados italianos: Roma, Venecia, Nápoles, Milán y Florencia, estaban unidos por el acuerdo de Lodi; conspiraban unos contra los otros y en el interior de cada uno, había por lo menos dos partidos. Particularmente el reino de Nápoles hacía dos siglos que era disputado entre la Casa de Anjou, francesa, y la Casa de Aragón, española.

3. Mientras el rey de Francia se abandonaba a las delicias de Nápoles, su ejército (gente dispuesta a todo) se conquistaba el odio apasionado de los napolitanos, a cuyos ojos los liberadores se convertían en conquistadores. El Papa, Venecia, Ludovico Sforza y Fernando el Católico formaron una liga contra Carlos VIII. Así fue traicionado por los mimos que le llamaran.

4. En 1498, a la temprana edad de 27 años, se dio un golpe en la frente con el dintel de piedra de una puerta baja de su castillo de Amboise y murió a las pocas horas. Le sucedió su primo Luis de Orleáns. Desde hacía largo tiempo estaba enamorado en silencio de Ana de Bretaña. Ahora que era viuda, deseó casarse con ella, tanto por Ana como por Bretaña. La desgracia quiso que estuviera ya casado con una hija de Luis XI: Juana de Francia. César Borgia,

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