Francisco De Arango Y Parreño Vida Y Obra
Enviado por 10GO • 10 de Diciembre de 2014 • 2.167 Palabras (9 Páginas) • 226 Visitas
El siglo XVIII cubano es sumamente estudiado y profundizado debido a que es en él, donde se sientan las bases de nuestra nacionalidad y florece en toda su dimensión la sociedad criolla, con intereses más arraigados a la isla que a nuestra metrópoli europea. En el ámbito interno cubano, entre los años 1720 y 1765, se produce un tránsito en la economía colonial cubana, que pasa del capitalismo dependiente hacendatario al capitalismo colonial dependiente de la plantación. Esto se debe a varias razones entre las que encontramos: la paulatina recuperación económica experimentada por España que implicó un estrechamiento en las relaciones colonia-metrópoli.
Además, en este siglo XVIII, se producen cambios importantes en el interior de la estructura económica cubana, que va a determinar el desarrollo económico acelerado, principalmente en el último cuarto del siglo XVIII, a través de los efectos de la entrada desmesurada de negros esclavos para trabajar en las plantaciones. Estos cambios en la estructura pueden resumirse en: una estructuración de la gran hacienda, en segundo lugar, la mantención de la pequeña propiedad y, por último (pero no menos importante), las primeras manifestaciones de la plantación esclavista.
Otro de los cambios producidos en esta centuria, es lo concerniente a la acumulación de riquezas en determinados grupos oligárquicos que van a producir, por un lado un proceso de concentración territorial a través de la disolución de las haciendas comuneras y, por otro, la sustitución de la actividad ganadera por la azucarera y tabacalera. La mayor vinculación con el mercado exterior que establece Cuba a partir de este siglo, frenó considerablemente el proceso de diversificación y desarrollo económico autóctono, al concentrar las riquezas en el sector importador-exportador monopolistas de comerciantes habaneros. Este fenómeno se agudizó a partir del monopolio del tabaco y de la Real Compañía de Comercio. Precisamente en la Real Compañía de Comercio de la Habana, se agrupaban los dos sectores propulsores del subdesarrollo de la isla: el sector externo y predominante (los comerciantes de Cádiz) y el sector interno (comerciantes españoles y cubanos radicados en la Habana) En virtud de esto resulta evidente que el estrato social más poderoso de la economía dependiente cubana, el azucarero, supedita el desarrollo económico del país a su enriquecimiento personal.
De manera general, es en este contexto donde se insertan las primeras manifestaciones del pensamiento económico cubano, como consecuencia del ascenso internacional del capitalismo industrial. Pero este es el siglo también, de la revelación de los cambios tecnológicos, científicos y sociales que permiten a este nuevo modo de producción asentarse sobre bases sólidas en toda Europa. De ahí que podamos sostener que este arribo del capitalismo a su etapa industrial, permite e impone una creciente demanda de materias primas y la necesidad de mercados para sus mercancías en Europa y Estados Unidos crecieron a pasos agigantados, factor que se identifica como catalizador de la génesis de este pensamiento.
Las corrientes del pensamiento moderno penetrarán también casi al unísono en España y sus colonias, pero en el Nuevo Mundo encontrarán terreno fértil pues servirían para sustentar los propósitos de cambios que ya se habían hecho sentir entre los criollos adinerados, para cuyo desarrollo constituía ya una barrera el dominio colonial español y las concepciones políticas y filosóficas que le acompañaban. La figura más ilustre de esta Ilustración Reformista Cubana en sus inicios lo constituyó quien en palabras de Alejandro de Humboldt constituyera: el estadista más inminente de su patria: el joven habanero Francisco de Arango y Parreño (1765-1837).
La actuación de estos ilustrados cubanos, muchos de ellos pertenecientes a la ilustre Generación de 1792, tal y como es el caso de Parreño, según se deduce en sus obras se adhieren a cuatro principios fundamentales: la concepción de que todo cambio debe ser resultado de la gestión reformista dentro de la estructura de poder del imperio; el criterio de que la problemática económico-social solo se plantea y se resuelve en la relación subordinada de la clase dominante con el poder colonial excluyendo de ella el resto del país; la convicción de que la política es el campo de proposición, defensa y ejecución legal y administrativa de su proyecto socioeconómico; y la idea de que la garantía del proyecto estaba en la estructura imperial pero sobre la base de una presencia propia y autónoma que implicaba un derecho reservado que podía llevar, en última instancia, a la ruptura de esa alianza con el poder imperial si se entraba en contradicciones de sus intereses.
Pero las proposiciones más acabadas desde un plano económico-social de la aristocracia criolla y por ende de la Ilustración Reformista Cubana, se encuentran contenidas en el trabajo de Arango y Parreño de 1792: Discurso sobre la Agricultura en La Habana y medios para fomentarla, en cuyos lineamientos se percibe la impronta de la corriente liberal burguesa que se desarrollaba en España y el resto de Europa y que se traslada a América con la irrupción en 1789 de la Revolución Francesa. Las doctrinas fundamentales contenidas en este documento son: libre comercio de esclavos; aumento de la esclavitud para resolver los problemas de fuerza de trabajo y la eliminación de todos los obstáculos que frenan su explotación intensiva; mejoramiento y perfeccionamiento en la utilización de tierras a partir de la aplicación de la más moderna técnica; desarrollo tecnológico de la manufactura azucarera; desarrollo científico del país; libertad de comercio; disminución de gravámenes e impuestos a las exportaciones e importaciones cubanas; disminución del peso de la usura en los préstamos necesarios para incrementar la agricultura y la manufactura. En lo concerniente a los problemas económicos, Parreño fue partidario, como se ha dejado entrever, de la no intervención del Estado en los asuntos del comercio, como postulaba el clero liberal.
Pero reducir este documento reformista, a solamente un contenido esclavista-plantacionista, sería comprimir la grandeza del pensamiento de este ilustre pensador dentro de su época. Lo más interesante resulta la elaboración de un campo de medidas que contrarresten los efectos directos de la esclavitud, institución social que le concede carácter transicional en la economía cubana. Ya el siglo XVIII americano había sido protagonista de grandes luchas inter-metrópolis por un lado, y como un resultado directo se había ocupado en 1762 la Habana por los ingleses, para el bien de la aristocracia criolla por los beneficios que le legó, y por otro se había producido una macro-sublevación de negros esclavos, la Revolución de
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