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Geografía Histórica De Venezuela

Elgorila11 de Noviembre de 2011

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Geografía histórica de Venezuela

La contribución básica de la geografía histórica consiste en explicar las diversas correlaciones que se establecen entre los factores espaciales y los procesos históricos. La historia no se proyecta únicamente en el tiempo, se sitúa simultáneamente en el espacio. Los factores espaciales son dinámicos y cambiantes, por lo que no se puede concebir un marco geográfico inmutable que sirva de paisaje estático en el desarrollo histórico. Los escenarios geográficos, aprehendidos como plural soporte espacial, van cambiando y transformándose con la acción histórica, económica y cultural de los grupos humanos. Por ello, la geografía histórica puede ser conceptualizada como una geografía humana retrospectiva. La historia de Venezuela se ha proyectado en variados y cambiantes espacios geográficos, visualizándose cambios en los paisajes naturales, tanto de transformaciones positivas como de regresiones y deterioros ambientales. La heterogeneidad territorial del ámbito intertropical ha incidido diferencialmente en modos de poblamiento, tipos de usos de la tierra y otros recursos naturales, infraestructuras de comunicaciones, jerarquización y tipos de hábitat urbano y rural, estructuración regional y varios otros tópicos. Sin caer en estereotipadas visiones deterministas, se puede afirmar que los variables ambientes geográficos del país han tenido una singular importancia en la explicación del proceso de diferenciación de ocupación y uso de los espacios venezolanos, desde antes de la llegada de los conquistadores españoles hasta la historia contemporánea.

Cambios y repliegues de los escenarios geohistóricos

Los panoramas geohistóricos venezolanos deben ser aprehendidos en espacios geográficos mucho más extensos que los que han llegado con 916.445 km2 a la historia contemporánea. En los siglos coloniales y hasta el último decenio del siglo XIX, la historia nacional se proyectó en espacios virtualmente mayores. Como lo ha expuesto Manuel Pérez Vila, apoyándose en el censo de 1891, la superficie que le correspondía a Venezuela era de 1.555.741 km2, con las expresiones territoriales en espacios concretizados en la región del Esequibo en el Sur-Oriente, como hacia el Sur-Occidente en las tierras del Meta y hacia el Norte-Occidente en los paisajes de la Guajira. El repliegue territorial de los tradicionales escenarios geohistóricos fue sancionado por los laudos de Madrid (1891) y de París (1899) que según el citado historiador, cercenaron en más de una tercera parte el territorio venezolano. A este respecto, son de especial importancia las investigaciones que analizan el proceso de contracción de estos escenarios geohistóricos nacionales. Entre ellas, destacan obras de documentación acuciosa como las de Pablo Ojer, que han demostrado la importancia de este proceso de mutilación territorial. Además, en la reconstrucción de los cambios del pasado de los escenarios geohistóricos del país, sería necesario tener presente una adecuada interpretación cartográfica temática, faltando obras de este tipo que no deben ser confundidas con numerosas recopilaciones y/o reproducciones de piezas cartográficas antiguas. En cambio, hay otras contribuciones que posibilitan seguir los cambios toponímicos en los escenarios geohistóricos nacionales. En los diversos escenarios geohistóricos regionales, se concretizan cambios en fronteras internas vivas, que expresan vivencias culturales específicas.

Espacios repulsivos a la implantación geohistórica

Desde el inicio de la conquista hispánica, la implantación geohistórica permanente fue soslayando algunos espacios, que por sus características geográfico-físicas de suelo, clima, relieve, vegetación o accesibilidad no fueron favorables a ellos. En estos espacios repulsivos sólo se experimentó algún escaso y poco denso asentamiento y/o poblamiento, ocasional e intermitente, en función del aprovechamiento extractivo de algunos de sus recursos naturales. Este proceso se observó en las islas caribeñas de Aruba, Bonaire y Curazao, donde las limitantes de extremada aridez por la constante presencia de los vientos alisios, junto a la elevada evaporación y altas temperaturas, las convirtió en «islas inútiles» para el poblador hispánico, que con anterioridad sólo aprovechó, muy de vez en cuando, sus escasos recursos naturales y las privó de su población autóctona. La indiferencia de los españoles en la implantación sostenida en los secos ambientes de las Antillas Menores de Sotavento, posibilitó, junto a otros factores, la conformación de enclaves de otras potencias coloniales en la ocupación de Curazao, Aruba, Bonaire, Granada. Procesos de poblamiento intermitentes por pescadores f del siglo XIX, junto a oportunas intervenciones del Gobierno de Venezuela, impidieron que enclaves insulares de campamentos mineros de guano y fosfato por compañías estadounidenses y otros tipos de implantación de otras naciones europeas con intereses antillanos, expoliaran la soberanía de las islas venezolanas en el Caribe, tanto en los grupos continentales sobre la plataforma, como las de mar afuera. La aridez extrema también fue factor de la débil densidad de población en la Guajira, Paraguaná, sector occidental de Coro y Araya. Las altitudes extremas, sobre los 3.000 m, no favorecieron el poblamiento denso, como se observa en los sitios parameros de frío isotermo, y lo impidieron absolutamente en los sitios de clima de nieve de alta montaña en el piso gélido de la Sierra Nevada de Mérida. La dificultosa penetración en la ríspida topografía y densas selvas de las tierras de la sierra de Motilones hizo rechazar el poblamiento consolidado, siendo lugar de refugio de indígenas motilones. Los pobladores hispánicos también soslayaron el poblamiento en los sitios de excesiva humedad y pluviosidad. Los paisajes de densas selvas siempre húmedas, acompañados con altas temperaturas, rechazaron un poblamiento sostenido en áreas cenagosas en el delta del Orinoco, sur de la depresión del lago de Maracaibo, selvas de San Camilo y Ticoporo, sólo cruzadas por picas ganaderas, siendo percibidas además como sitios insalubres. Sólo implantaron en estas áreas en los sitios de mayor accesibilidad, un poblamiento esclavista que posibilitó aprovechar algunas de estas condiciones edafológicas y climatológicas en plantaciones cacaoteras, como se observó en Barlovento, depresión del Yaracuy y La Ceiba, en Maracaibo. En estos sitios fue notorio el ausentismo de la población blanca de sus propiedades rurales, lo que contribuye a explicar la mayor raigambre de un poblamiento negro. Incluso en las áreas guayanesas y amazónicas, su clima tropical lluvioso de selva fue rechazado por implantaciones permanentes, salvo enclaves militares y establecimientos misionales, lo que permitía la persistencia de poblamiento indígena. Los escasos poblamientos de origen hispánico se repartieron en las riberas del Orinoco y del Guainía-Río Negro, permaneciendo vacío el hinterland selvático, salvo por enclaves de exploración aurífera, sarrapiera y cauchera en el siglo XIX. También fue escaso el poblamiento de origen hispánico en los llanos bajos inundables de Apure, en especial bajíos y esteros; coetáneamente, permanecieron vacíos vastos espacios del Meta y áreas sabaneras. El abandono del poblamiento efectivo en estas vastas zonas más alejadas y poco accesibles, desde la zona del poblamiento consolidado del litoral y tierras altas, facilitó en el siglo XIX el avance de otras naciones en la usurpación de parte del territorio nacional.

Condiciones geográfico-físicas en la penetración y circulación territorial

La penetración del territorio y ulterior trazado de algunas vías fundamentales en la circulación regional y nacional, fueron condicionadas en gran medida por algunos accidentes geográfico-físicos, que al imponer sus líneas directrices conformaron ejes de penetración. Entre ellos destacan: valles, pasos montañosos, conformaciones piedemontanas, vías fluviales naturales. De especial significación en las primeras entradas al hinterland han sido los puntos de apoyo costero que se expresaban en el emplazamiento de puertos naturales de condiciones favorables para las operaciones marítimas de la época, como Borburata, La Vela de Coro, Cumaná, Barcelona y otros. La evolución de los tipos de embarcación y cambios tecnológicos, lograron superar estas condiciones naturales, abriéndose mayores posibilidades portuarias con la creciente artificialización en los sitos adecuados. En la geografía de la circulación y de relación de tráfico entre las regiones centrales y andinas, tuvo un gran papel el valle del río Momboy. Coetáneamente, y hasta finales del siglo XIX, fue fundamental la conexión fluvio-lacustre del sistema de los ríos Zulia-Catatumbo y Escalante y lago de Maracaibo; para los tráficos entre el exterior, occidente de Venezuela y Andes colombo-venezolanos, facilitándose en las tierras altas las comunicaciones binacionales por los espacios de menor altitud de la depresión del Táchira. En el interior de la región geohistórica de los Andes, ha sido fundamental en el proceso de circulación interna, la presencia de grandes valles longitudinales formados por fosas de hundimiento y por líneas de fallas, paralelas a las principales sierras andinas. Las arterias de comunicación desde el siglo XVI hasta la actualidad, han aprovechado estas fosas para desarrollarse. En esta categoría se encuentran los valles formados en estas depresiones por los ríos Mocotíes, La Grita, Uribante, Chama, Motatán, Santo Domingo. La penetración andina hacia las tierras apureñas se vio facilitada por el aprovechamiento del sistema fluvial del Uribante. El piedemonte andino-llanero fue humanizado tempranamente por vías

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