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Guerra de crimea..


Enviado por   •  5 de Octubre de 2016  •  Ensayo  •  10.155 Palabras (41 Páginas)  •  223 Visitas

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FACULTAD DE CIENCIAS POLITICAS

Y SOCIALES

MATERIAL DE LECTURA IMPRESA

Y

DIGITALIZADA POR CARLOS LOZANO ÁNGELES

LA GUERRA CIVIL AMERICANA

1861-1864

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LA GUERRA DE SECESIÓN AMERICANA

Se ha insistido en la idea de que mientras e1 colono de las regiones meridionales de los Estados Unidos descansaba en la tierra de la abundancia, el colono del Norte tenía frente a él un mundo hostil, comarcas difíciles, salvajes, con elevadas necesidades y múltiples fátigas; pero ello le proporcionó al del norte la unión, la industria y la libertad, forjando el tipo de «hombre de la frontera» que sólo conocía las dificultades para triunfar sobre ellas.

También se ha idealizado en exceso este tipo humano. Con todo, es cierto que los Estados Unidos prosperaban a lo largo del siglo xix. Pero esta prosperidad acarreó consigo una crisis de crecimiento, cuyo pretexto fue la cuestión de la esclavitud. Sobre este problema observó silencio la Constitución primitiva de los Estados Unidos, sin especificar su solución concreta. Luego se dispuso que, al evaluar la cifra de la población por la cual los estados debían nombrar un representante en el Congreso, figurasen los esclavos en tres quintas partes de su número total; por consiguiente, los estados esclavistas tenían treinta representantes más que los ciudadanos libres de los estados del Norte. Otras motivaciones políticas y económicas contribuyeron a agravar una situación de hecho cuyo término no se vislumbraba a corto ni a largo plazo.

Muchos han descubierto los colores y los contrastes de la guerra civil entre los estados del Norte y los estados del Sur —entre los azules» de la Unión y los grises de la Confederación— al leer la novela de Margaret Mitchell Lo que el viento se llevó, o si al ver su adaptación cinematográfica. A pesar de su composición y estilo superados, este libro tan abundante en personajes evoca la imagen de un mundo destruido,  cuya autora, nacida y educada en el Sur, fue una de sus herederas.

Sin ser un genio literario, Margaret Mitchell tuvo el acierto, poco común, de tratar el tema de una manera realista. Con todo, la heroína, Scarlett OHara, apenas responde al retrato tradicional de las mujeres del Sur, ya que en ella escasea la gentileza y distinción que se atribuye generalmente a los meridionales; Scarlett es tan caprichosa, co-lenca, mimada, testaruda y egoísta como egocéntrica, y tan poco escrupulosa en amor como en los negocios. En cuanto a Rhett Butler, alternativamente cómplice y adversario de Scarlett, tampoco se parece al tipo clásico del caballero meridional: es un cínico, consumado oportunista y casi por entero cerrado al entusiasmo idealista de sus contemporáneos y a las llamadas de la causa sudista. Como Scarlett, sólo busca el provecho personal, sea en el juego, en un contrabando desenfrenado, en el sórdido mundo de quienes se benefician con la guerra o en la estafa política.

Margaret Mitchell no considera la guerra civil como un grandioso espectáculo romántico y magnificente, sino como una tragedia, el derrumbamiento de una civilización. Rhett Butler hace notar que el estado en que vivimos, el Sur, la Confederación, el reino del algodón, se desintegra  lentamente bajo nuestros pies. Por otra parte, la autora ha sabido describir en su novela los sufrimientos de la guerra y de la derrota, la horrible carnicería de los campos de batalla, los despiadados saqueos, las destrucciones, las ciudades en llamas, las epidemias, la miseria, el hambre, la muerte de una sociedad aristocrática y los brotes. Sobre sus ruinas, de una completa anarquía.

Sin embargo, otros autores han adornado la espantosa matanza durante mucho tiempo con aureola romántica. A juicio del historiador americano Henry Steel Commager, “de todas las guerras que ha soportado América, es ésta la que ha causado más profunda impresión en nuestros espíritus. Nuestra imaginación y nuestros corazones.”

Desaparecido Andrew Jackson, el pueblo norteamericano prosiguió su marcha hacia un porvenir que parecía cada vez más prometedor, aunque también más difícil. Nuevos territorios fueron roturados y surgieron otros estados y ciudades. La «frontera avanzaba sin cesar hacia el Oeste, y simultáneamente los puertos de la costa oriental acogían a nuevos grupos de emigrantes, dispuestos a participar en la gran migración; los horizontes no cesaban de ensancharse. La población crecía rápidamente, el bienestar aumentaba sin tasa, los ferrocarriles se extendían por todas partes y las fábricas surgían por doquier como hongos. Según la frase de un historiador «sólo una generación poblaba todo un imperio».

América, hacia 1850, simbolizaba el estruendo de las máquinas en los estados del Norte, mientras que en el Sur soplaba un aire cálido, pesado y húmedo, sobre los campos de algodón, con el trasfondo del canto de los esclavos negros bajo un sol de fuego, el Norte significaba el golpear de las hachas en los bosques del Middle West, patrimonio de los colonos, el largo cortejo de los carromatos y de los bueyes en constante ruta hacia el Oeste, a lo largo de la famosa Oregon Trail, los combates encarnizados contra los indios que luchaban por la propia supervivencia de su raza; era también, en fin, desde 1846 a 1848, la guerra contra México y la adquisición, por parte de la joven República, de los territorios situados entre las Montañas Rocosas y el Pacifico. Incluida California, el oro de cuya región, apenas unas semanas antes del ingreso del nuevo estado en la Unión norteamericana, desencadenaba en 1848 «la mayor oleada humana de la historia».

América, hacia 1850, estaba constituida, por una parte, por aquellos estados del Norte que el mismo progreso de la revolución industrial colocaba bajo el imperio del dólar, como una tierra prometida o «paraíso de las fábricas, de los negocios y de las inmensas fortunas, donde la técnica moderna triunfante creaba una civilización completamente nueva: una sociedad de fundiciones, turbinas, coches-cama, barcos transoceánicos, máquinas de coser, calefacción central y conservas. El mundo nordista pasó a manos de una generación para la que el dólar significaba un dios, el trabajo era un culto, y la adquisición

—moral o inmoral— de una fortuna representaba la virtud y el patriotismo. El businessman —el que lograba el éxito, por supuesto— era allí y en aquella época, el miembro más respetable de la comunidad, Aunque también en el Norte se fue cavando igualmente, pese a su fraseología democrática, una sima profunda entre ricos y pobres, debido a que los obreros de las fábricas, explotados en forma despiadada por sus patronos, integraron pronto un proletariado mísero que trabajaba largas jornadas percibiendo los más bajos salarios. El Norte se convirtió en el país de los yankees. Un pueblo de energía desbordante, en el cual el espíritu de empresa no tenia limites ni medida, absorbido por la adoración elemental del éxito, que no tenia otras divinidades que la Biblia, la Constitución norteamericana y el dólar.

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