Historia De La Educacion
Enviado por eliizabeth_mtz • 30 de Octubre de 2013 • 2.259 Palabras (10 Páginas) • 313 Visitas
E L S I G L O D E L A S L U C E S
DOROTHY TANCK DE ESTRADA
UNA CELEBRACIÓN EN EL VIRREINATO
DURANTE CASI 20 AÑOS, LA NUEVA ESPAÑA ESTUVO DE FIESTA.
La celebración se centró en la veneración a la virgen de Guadalupe, pero también incluyó aclamaciones en honor del virreinato mismo y de sus habitantes. Comenzó con el nombramiento de la Guadalupana como patrona de la ciudad de México (1737), luego de toda la Nueva España (1746) y finalmente, con la autorización del Papa en Roma, el 12 de diciembre fue reconocida oficialmente en la Iglesia universal (1754). De Durango hasta Yucatán los habitantes se llenaron los oídos y la vista con sermones de los más destacados oradores, poemas (en español, náhuatl y latín), pinturas, grabados y procesiones que declamaban que la Nueva España era un lugar privilegiado por poseer la imagen de la Virgen, pintada milagrosamente. Se afirmaba con júbilo que las riquezas minerales eran insuperables; que la fertilidad del suelo producía abundancia en una eterna primavera, que reinaba la opulencia en las ciudades. De hecho, se planteaba que el rey de España o el Papa mismo, pudiera refugiarse en la ciudad de México, en tiempos de persecución y guerras. En esos mismos años los habitantes, por medio de publicaciones, pudieron conocer las cifras de población de cada ciudad, villa y pueblo de indios, así como la producción minera, agrícola
Y comercial. La Nueva España produjo dos tercios de la plata del mundo y la capital, con casi 100 000 moradores, era la ciudad más
§fande de América.
Se fue formando una conciencia de identidad nacionalista en los distintos estratos de la sociedad. Esta identidad se expresó de varias maneras: orgullo por ser la sede de la aparición de la Virgen, un reino (y no una "colonia") de grandes riquezas naturales y urbanísticas, y un lugar con rica cultura prehispánica. Además de estos tres elementos que conformaron el sentido de identidad propia, el rector de la Universidad promovió la divulgación de un cuarto elemento, que podría llamarse "nacionalismo intelectual". El doctor Juan José de Eguiara y Eguren, con el fin de rebatir la crítica de escritores europeos sobre la falta de vida cultural en México, reunió datos sobre 400 autores mexicanos desde la época prehispánica hasta mediados del siglo xvm. En la Biblioteca mexicana, describió los colegios y las grandes bibliotecas, la poesía de sor Juana Inés de la Cruz, las investigaciones de Carlos de Sigüenza y Góngora, y la hazaña académica de un brillante universitario, Antonio Lorenzo López Portillo, quienr ecibió simultáneamente el doctorado en cuatro facultades. El libro no sólo presentó la historia cultural de la sociedad criollaa partir de 1521 sino, hecho insólito, también incluyó, como parte de "nuestra historia", los logros de la sociedad indígena. Insistió en la capacidad intelectual excepcional de los nacidos en la Nueva España y su derecho a ocupar los puestos civiles y eclesiásticos. Presumió que la ubicación geográfica de la ciudad capital era parecida a Atenas, sede de la cultura occidental. Otros autores recalcaban que el reino no sólo era rico en oro y plata sino también en grandes ingenios.
UNA CRISIS EDUCATIVA Y POLÍTICA:
LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS
Sin embargo, de un día para otro, el ambiente de celebración se transformó en tristeza y rabia. En la mañana del 25 de junio de 1767, en 21 ciudades y villas del virreinato, a la misma hora de la mañana, los soldados del rey entraron en los colegios de los jesuítas para aprisionar a los miembros de la Compañía de Jesús, cerrar todas sus instituciones y expropiar los fondos, edificios y propiedades de la orden religiosa, en ctimpl i miento del mandato de Carlos III quien expulsó a los jesuítas de toda la monarquía.
Seiscientos miembros de la Compañía de Jesús tuvieron que salir exiliados a Italia; la mayoría de ellos criollos. Aproximadamente la mitad había trabajado en instituciones de enseñanza de la gramática latina, las humanidades y las ciencias, que conformaban el nivel de educación entre las primeras letras y las carreras universitarias.
La importancia de la educación de la Compañía radicó no sólo en el número de alumnos y la ubicación de los colegios en todo el territorio, sino en la calidad de la enseñanza. Era esencialmente clásica, enfocada en los autores de Roma antigua y de la Edad Media, pero a partir de mediados del siglo XVIII un pequeño grupo de jesuítas había emprendido una reforma de Los estudios con el fin de promover el método experimental en las ciencias y depurar los abusos del método escolástico en la filosofía y la teología. El padre José Rafael Campoy fue uno de los primeros en no querer sujetarse a "los mamotretos que les habían dictado sus maestros", prefiriendo acudir a las obras originales de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino.
Animado por Campoy, Francisco Xavier Clavigero se convirtió en el más destacado abanderado de la reforma. Se reunía con sus compañeros para leer las obras de Descartes, Newton, Leibnitz,
Bacon y Franklin, a pesar de cierta oposición, ya que un contemporáneo de Clavigero reportó que en la Compañía
de Jesús "exageradamente se temía que, con las nuevas Rices doctrinales, se introdujeran los errores contrarios a la religión cristiana". Redactó breves opúsculos sobre reformas en la oratoria, filosofía e historia, al mismo tiempo que intentó descifrar los jeroglíficos de los códices legados a los jesuítas
Por Sigüenza y Góngora.
En 1763 la Compañía de Jesús aceptó algunas de las recomendaciones
hechas por los innovadores y se establecieron varios
cursos adicionales en los colegios en forma de "academias", con
estudios de matemáticas, lenguas modernas, griego, física, química,
historia y geografía, ya que la Universidad no promovía esas
materias en sus planes de estudio.
Como profesor en Valladolid (ahora Morelia) Clavigero dio
prioridad en su curso a la física sobre la metafísica y la experimentación
sobre la pura especulación. Conjugó la ciencia moderna
con la ortodoxia religiosa, a la que los historiadores han llamado
la ilustración católica. La práctica de los jesuítas de asignar a los
profesores a distintos colegios cada tres a cinco años, hizo posible
que los mejores maestros no se concentraran en la capital:
Clavigero estuvo en Valladolid y Guadalajara, Diego José Abad
en Querétaro, Francisco Javier Alegre en Mérida y México, y
Campoy en Veracruz.
La salida de los jesuítas, la clausura de los colegios y el abandono
de las misiones entre los indios
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