Historia Del Peru
Enviado por Ukuore • 24 de Noviembre de 2012 • 1.286 Palabras (6 Páginas) • 433 Visitas
a palabra de Jose Watanabe
La piedra alada
EL pelícano, herido, se alejó del mar
y vino a morir
sobre esta breve piedra del desierto.
Buscó,
durante algunos días, una dignidad
para su postura final:
acabó como el bello movimiento congelado
de una danza.
Su carne todavía agónica
empezó a ser devorada por prolijas alimañas, y sus
huesos
blancos y leves
resbalaron y se dispersaron en la arena.
Extrañamente
en el lomo de la piedra persistió una de sus alas,
sus gelatinosos tendones se secaron
y se adhirieron
a la piedra
como si fuera un cuerpo.
Durante varios días
el viento marino
batió inútilmente el ala, batió sin entender
que podemos imaginar un ave, la más bella,
pero no hacerla volar.
Trochas de los cañaverales
Caminas la trocha de los cañaverales,
reverbera unánime el color verde.
El mundo es solar y verde.
La vaca que pasa tocando su cencerro
y el muchacho que la sigue con una pértiga
pierden su color y se pliegan al verde.
Pero hay una piedra gris que se resiste, que rechaza
el verde universal.
En esa piedra los braceros afilan sus machetes,
a las 5 de la tarde, exhaustos, hambrientos
y con el rostro tiznado por la ceniza de la caña.
Dale entonces la razón al juicioso chotacabras
que emerge volando de los cañaverales
y te amonesta:
“Aquí no, tu dulce égloga aquí no”
Estado de la cuestión
ANALISIS
Los poemas de La piedra alada se inscriben dentro del sector más apreciado -tanto por la crítica como por los lectores- de la obra de José Watanabe. Son textos que parten de la observación de la naturaleza para obtener imágenes que desencadenan reflexiones sobre temas como el paso del tiempo, la soledad o la muerte. La novedad es que la mitad de estos poemas (que deben tanto a la tradición literaria japonesa como al imaginismo anglosajón), tienen como elemento central rocas y piedras de diversos tipos, desde La piedra del río en que el poeta solía descansar en su niñez hasta fósiles y cotidianas piedras de cocina.
Watanabe había escrito antes otros poemas sobre piedras –como Trocha entre los cañaveralesde El huso de la palabra (1989)-, pero esta vez su aproximación es más minuciosa, pues está fundamentada en la evolución de su propia poesía. En sus libros anteriores lo natural ha remitido cada vez más a lo material y orgánico de la vida humana, un proceso que alcanzó su punto más alto en Cosas del cuerpo (1999). La piedra, inorgánica e inmóvil, representa por eso lo opuesto y complementario de lo humano: "La piedra te pide silencio. Hay tanto ruido / de palabras gesticulantes y arrogantes...", dice el poeta, señalando algunos de los valores simbólicos de las piedras.
La oposición entre lo humano y lo pétreo –entre lo vivo y lo muerto, lo efímero y lo permanente- es interpretada de distintos modos en los poemas: con un pesimismo sombrío en el poema La piedra alada, desde una contemplación irónica de En las aguas termales, o con el festivo afán integrador de Las piedras de mi hermano Valentín.
Estas diferencias se remarcan en los versos finales de los poemas, las "moralejas" que algunos críticos han señalado como añadidos innecesarios. Sin negar que algunas veces resultan un tanto enfáticos y efectistas, estos versos finales son los que marcan la evolución de las piedras
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