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Invisibles en la ciudad prodigio.


Enviado por   •  18 de Septiembre de 2016  •  Ensayo  •  7.583 Palabras (31 Páginas)  •  367 Visitas

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Invisibles en la Ciudad Prodigio

Por: Ángela María Molina Castaño[1]

Resumen

Desde su fundación Pereira ha sido una ciudad liminal, debatiéndose entre las influencias conservadoras y liberales, entre pertenecer a la provincia de Antioquia o a la de Cauca, entre el clero y la masonería. Esta lucha por tener una identidad propia, siempre ha estado cifrada en la necesidad de autonomía, de ser sin depender, de emprender y liderar. ¿Qué podría haber de reprochable en esta búsqueda? En principio nada, una ciudad que al autodenominarse “La ciudad prodigio” habla de su capacidad de crecer y desarrollarse pese a las adversidades, es un mensaje ante todo inspirador. Sin embargo, revisando la historia y sobre todo los mitos fundacionales, el prodigio lo hicieron hombres visionarios, trabajadores y temerarios. ¿Estuvieron solos? ¿Ninguna mujer se aventuró en esta empresa de hacer ciudad? ¿Acaso el progreso es sólo un asunto de machos?

Este ensayo tiene como propósito desestabilizar el mito fundacional masculinizado, heterosexual y clasista que invisibiliza permanentemente el aporte de las mujeres en la construcción de ciudad y ciudadanía. Toma como caso de estudio la fundación de Pereira, una ciudad que desde sus inicios se promueve de vocación liberal, espíritu autónomo y capacidad emprendedora.

Palabras clave:

        Mito fundacional, invisibilización de la mujer, aportes, protesta.

Abstract

Since its foundation, Pereira has been a city on the borderline, struggling between conservative and liberal influences, between belonging to the province of Antioquia or Cauca, between the clergy and masonry. This fight for having its own identity has always been founded on the need for autonomy, of being without depending, of leading and taking initiative. What in this search could be reproachable? At first sight, nothing. A city that by calling itself “The prodigy city” speaks about its capacity to grow and develop despite the adversities, that’s mostly an inspiring message. However, by looking at history and the foundational myths, the prodigy was made by visionary, hard-working and reckless men. ¿Where they alone? ¿No woman ever dare in this enterprise of building a city? ¿Was progress just a matter of males?

This essay has the purpose of unsettle the male foundational myth, an heterosexual and classist myth that continuously invisibilize the contribution of women toward the construction of the city and the citizens. It takes as its study case the foundation of Pereira, a city that from its beginnings has promoted the liberal calling, the autonomous spirit and the enterprising ability.

Keywords:

Foundational myth, women invisibilization, women contributions, protest.

Omisiones en la historia del proceso fundacional

Ni la amenaza de los ataques de los Indios Pijaos, ni las agrestes condiciones del territorio detuvieron al Padre Cañarte y a su comitiva de “hombres guapos” en su empresa de fundar en las tierras de “Cartago Viejo” a la villa que en la “Década de oro” [2] sería conocida como la “ciudad prodigio”.

Todas las ciudades tienen sus mitos fundacionales, este es el nuestro, una historia donde las mujeres han sido constantemente invisibilizadas, una historia donde de maneras diversas se han intentado ocultar o matizar sus aportes, una historia que desde el principio fue cómplice del despojo y el marginamiento.

Oficialmente Pereira se funda en 1863 en el mismo lugar donde en 1540 Jorge Robledo fundó Cartago, ciudad que 151 años después fue abandonada por sus pobladores y devorada por la selva. Según Jaime Montoya Ferrer, este territorio no estuvo completamente deshabitado, tiempo antes de su fundación Pereira tuvo entre sus pobladores a campesinos que, como solía ocurrir a mediados del siglo XIX en los pueblos del Viejo Caldas, algunos acosados por la guerra, otros por la pobreza y otros por encargo de grandes terratenientes, llegaron provenientes de Antioquia, se asentaron con sus familias en este territorio y establecieron pequeñas parcelas.

Luego, tal vez animado por la idea de la especulación del suelo, Francisco Pereira donó el terreno[3] que fue repoblado con ayuda del Presbítero Remigio Antonio Cañarte y la comitiva conformada por: Felix de la Abadía, Sebastián Montaño, Jorge Martínez, Francisco Pinilla (Presbítero), Elías Recio y Jesús María Hormaza, todos habitantes de Cartago. Posteriormente, con la donación de 12000 Hectáreas el gobierno nacional, en cabeza de Tomás Cipriano Mosquera, promovió la expansión de la frontera agrícola y con esta se aumentó el poblamiento de la floreciente Pereira.

Sobre la “Ley de Baldíos” dice Montoya Ferrer:

“(…) promovida directamente por el Estado como una política agraria de expansión de la frontera, que consiste en donar a los fundadores de poblados extensiones de territorios baldíos para ser repartidos en extensiones no  menores a las 32 hectáreas y superiores a 54.” (Montoya Ferrer, pág. 25)

Incansablemente la historiografía oficial repite esta retahíla, los análisis del progreso y auge comercial de la ciudad no cesan de citar los mismos nombres y los mismos hechos. Sin embargo, en los relatos de cronistas como Ricardo Sánchez y Lisímaco Salazar, aunque no sea su interés principal ni dejen de cometer omisiones, es posible vislumbrar que en Pereira las mujeres fueron desde un principio artífices de la historia.

En sus relatos Don Ricardo Sánchez es bastante efusivo a la hora de describir la obra de los hermanos Marulanda y de otros reconocidos negociantes y terratenientes del momento, resaltando la capacidad que estos notables hombres tuvieron para idear empresa y desarrollar el campo. En su prosa las mujeres son incluidas como esposas y sobretodo como reproductoras que junto a sus maridos multiplicaron esta “raza de titanes”.

El siguiente relato sobre la familia del fundador José María
Gallego es un ejemplo de esta afirmación:

“A la familia Gallego debe Pereira mucha parte de su incremento en los primeros años de su fundación, como se verá por la rápida expansión de sus miembros que, en su afán de crear “hijos para el cielo”, se casaban sin los largos y angustiosos “coqueteos” que hoy emplean los descendientes frios y calculadores de los fundadores. (…) Don José María era casado en segundas nupcias con Doña Matilde Baraona, que aportó al matrimonio un hijo llamado Apolinar Solis. Es esa unión no hubo hijos pero Don José María también aportó los suyos a saber: Wenceslao, Gabriel, Hipólito, María Antonia, Cristina, Epifanía, María de la Luz y Froilana. (…) Todos los hijos de Don José María se casaron, excepción hecha a Wenceslao que nunca quiso tomar “estado” pero si cometió sus “diabluras” y fue padre de numerosos hijos naturales.”   (Sánchez Arenas, 2002, pág. 66)

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