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Juan Salas Porras


Enviado por   •  8 de Mayo de 2012  •  2.490 Palabras (10 Páginas)  •  1.553 Visitas

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Juan Salas Porras

Es el 1 de Enero de 1927. La tarde es muy fría y el viento se les cuela por entre las oscuras gabardinas y los a fieltrados sombreros a los caballeros y las damas deben cerrarse bien los larguísimos abrigos. La taquilla acaba de abrir, pero la enorme fila que se engruesa y adelgaza alternadamente, avanza con orden, con la cortesía clásica de aquellos años. Afuera, la marquesina exhibe las palabras “HOY BEN-HUR HOY”. Adentro, dos muchachas atienden la dulcería, de relucientes vitrinas y enormes cartelones con publicidad de dulces y refrescos. Más adentro, tras las puertas de dos hojas, pronto haba de emanar de unas ventanillas una luz que proyecta cuadrigas, aurigas, caballos y la emoción de epopeyas grecorromanas, todo proyectado en una gran pantalla de lona tras la cual brotara también el sonido.

Se trata de la inauguración del cine Alcázar, en las calles Segunda y Victoria, entonces surcadas por muy pocos automóviles de rítmico traquetear de motores.

En el vestíbulo, don Juan Salas Porras y don Rafael y don José U. Calderón platica animadamente con otras personalidades. Al rato, las luces de la sala se apagan y la pantalla se vuelve formas en blanco, negro y tonos de gris en movimiento.

Así iniciaba, de manera formal, don Juan Salas Porras con el cine en Chihuahua. Decimos de manera formal, porque antes había tenido otra sala cinematográfica en un local donde ahora es la Botica Central, en la calle Victoria casi llegando a la Ocampo. Allí, en butacas de madera sin respaldo, muchos de quienes nos antecedieron llegaron a ver el cine mudo en todo su apogeo, con el Charlie Chaplin de movimientos hiperactivos y El Gordo y El Flaco con hilarantes pastelazos. Pero caro que ese salón no tenía parangón alguno con la magnífica sala que acababa de inaugurar porque el Cine Alcázar fue hecho con toda la mano.

Don Juan fue el empresario que pudo palpar que los chihuahuenses no podían quedarse atrás en cuanto a cultura fílmica respecta. Pudo percibir el cine como factor de diversión y esparcimiento era una ola que brotaba de Hollywood hacia todos los confines del mundo y que Chihuahua tenía que situarse precisamente en uno de esos rincones. Pudo notar asimismo que la industria mexicana del celuloide iba en franco desplegué y que esta ciudad también debería estar montada en el progreso para dejar atrás los años de la posrevolución. Pudo ver con la acertada intuición del empresario de éxito, que la distribución y la exhibición de películas era negocio riesgoso, sí, pero redituable.

Tal cúmulo de apreciaciones hizo que don Juan decidiera invertir en tal empresa y el devenir de los años le daría razón.

Hijo del abogado Francisco Salas y de doña Ignacia Porras, don Juan Salas Porras nació en Hidalgo del Parral el 17 de julio de 1886.

Su educación primaria la curso en aquella localidad minera, a fines del siglo pasado.

Apenas entrada la nueva centuria, su familia se traslado a esta capital de Chihuahua, donde don Juan se dedico a ayudar a su padre en asuntos de litigios.

Contrajo matrimonio en 1920, con doña Sara Romero Anchondo. Su ingreso a la actividad del comercio, por esas fechas, quedo grabado cuando se desempeño como jefe de almacén de la tienda “El nuevo Mundo”, una negociación cuya especialidad era la venta de mercancía importada de Europa y que está situada en la calle Libertad, cerca de “La Francia Marítima”. La empresa era propiedad de los señores Calderón con quienes, dadas sus dotes de excelente administrador, pronto formaría una duradera sociedad comercial.

Sabedor de que el cine registraba un explosivo desarrollo en Europa y Estados Unidos investigo los antecedentes de dicha industria en Chihuahua. El primer cinematógrafo que se estableció en el estado fue el “Treviño”, a fines del siglo XIX ye n junio de 1899 dio la primera función de beneficio para obras materiales de la misma ciudad.

Fue a mediados de los años 20’s cuando él y los Calderón viajaron a San Antonio Texas, para observar como operaban los proyectos. Adquirieron luego un proyector manual, aparato en el que, para que corrieran los rollos de cinta, debía accionarse una manivela; si el operador se cansaba, la película se quemaba irremediablemente por el intenso calor que despedían dos electrodos de carbón. Los filmes no tenían banda sonora. Para que la función no resultara tan tediosa, debía ponerse a funcionar un artefacto de sonido como fondo musical.

Enrique C. Creel Cuilty

Hablar de don Enrique Creel es hablar de la Cámara de Comercio y de una larga y fascinante época de los negocios y la industria en Chihuahua. Aunque la concepción del papel del comerciante ha cambiado mucho desde los lejanos días de la fundación de la Cámara, es a don Enrique a quien el gremio le debe la visión de haber sabido colegiar las múltiples actividades del comercio para velar por los intereses comunes y para ganarse el lugar que tiene en la sociedad.

El comerciante está perfectamente convencido de que su oficio no es camino de rosas ni que las cosechas son siempre buenas y fructíferas, sino que el ejercicio del comercio es duro, riesgoso. Tiene etapas en quien lo ejerce debe investirse de una enorme voluntad, llenarse de intención de acero, para poder seguir adelante. Están totalmente equivocados aquellos que piensan que ser comerciantes significa solo comprar barato, dar caro y acumular riquezas. El comercio, en cualquier parte del mundo, es lucha sin cuartel, esfuerzo diario, a cada instante, que únicamente admite en sus filas a los que no se desilusionan a las primeras dificultades. El comerciante de hoy no es solo el que desde un mostrador o un escritorio hace transacciones que le rinden ganancias. La mentalidad del comerciante actual es la de un ciudadano responsable que se da tiempo para preocuparse y para buscar soluciones a la problemática no exclusivamente de sus negocios, sino de la comunidad en general, porque la comunidad también es del comerciante.

Don Enrique C. Creel Cuilty nació en la ciudad de Chihuahua el 30 de agosto de 1854, y fueron sus padres Rubén W. Creel y Paz Cuilty.

Curso la educación primaria con el profesor Adolfo Virad aunque fue autodidacta y desde su juventud se dedico a duras tareas para ayudar a su madre y hermanos menores en el sostén de la familia. Su inteligencia y esfuerzo en el campo de los negocios y de la política se tradujeron en diversos puestos públicos y privados.

En 1877 tuvo la habilitación de edad para administrar sus bienes y el año siguiente fue electo regidor de Chihuahua. Entonces fue uno de los pocos que se opuso a la tala de la Alameda de Santa Rita (hoy parque Lerdo), ordenada por el jefe político Lomelin

Fue electo diputado

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