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LA ANARQUÍA O ÉPOCA DE LOS ENSAYOS CONSTITUCIONALES


Enviado por   •  10 de Junio de 2014  •  17.479 Palabras (70 Páginas)  •  472 Visitas

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LA ANARQUÍA O ÉPOCA DE LOS ENSAYOS CONSTITUCIONALES (1823 – 1830)

Al abdicar O'Higgins el 28 de enero de 1823, para luego partir al exilio en Lima, el mando del país quedó en manos de una junta de gobierno que difícilmente podía aplacar y ordenar los ímpe¬tus organizacionales que se desataron. La caída del director supremo se había desencadenado cuando, en octubre de 1822, el general promulgó la Constitución de 1822, inspirada en el odiado José Antonio Rodríguez Aldea. La carta establecía que el período del direc¬tor supremo duraría seis años a contar de la entrada en vigencia de la nueva legislación, mandato que podía extenderse por cuatro años. Este hecho, sumado a la crisis económica, el resentimiento de la aristocra¬cia, del clero y las provincias, hizo el ambiente intolerable. En vista de ello, Concepción decidió rebelarse en manos del general Ramón Frene en noviembre del mismo año. O'Higgins, en un intento desesperado por salvar la situación, alejó en enero de 1823 a su ministro Rodríguez Aldea. Sin embargo, era demasiado tarde. "La fronda aristocrática y la ambición de los caudillos militares era lo que entonces había que orga¬nizar o someter. O'Higgins no logró hacerlo. La Aristocracia, herida en sus sentimientos... estaba dispuesta a entregarse al primer caudillo que la vengara", sostiene Alberto Edwards.

Con la salida de O'Higgins, los problemas del país no se soluciona¬ron, pues sin una cabeza clara a cargo del Estado, quedó al descubierto que se carecía de todo el articulado institucional y político necesario para organizar un país. A poco de andar, la clase gobernante compren¬dió que, con el exilio del director supremo, Chile volvía a la situación de septiembre de 1810. En este sentido, Edwards añade que, dentro de los aspectos reprochables del Gobierno de O'Higgins, se encuentra que no haya creado una institucionalidad que le asegurara estabilidad a la joven república.

La inexperiencia de los hombres de la época los llevó a ensayar di¬versas formas de gobierno para las cuales el país no estaba completa¬mente maduro, como el federalismo y el liberalismo democrático. Se partió con constituciones de carácter moralista, liberal y federalista, pe¬ro al término de la década, ninguna había funcionado.

Lamentablemente, estos ensayos políticos terminaron en la mayo¬ría de los casos en una seguidilla de motines y cambios de gobierno. Por este motivo, los historiadores tradicionales hablan de anarquía y guerra civil para referirse a este período. Sin embargo, en la historio¬grafía contemporánea, esta época es percibida más bien como un pro¬ceso enriquecedor de maduración política y ejercicio democrático del poder, muy distante de lo que había antes y también de lo que vendría después.

Como lo señaló el primer integrante de la junta de gobierno que inau¬gura la década del 20, José Miguel Infante. "Mandar en revoluciones es difícil; tienen los hombres en este estado un espíritu orgulloso e inca¬paz de sujetarse a la ley".

RAMÓN FREIRE A LA CABEZA

Concepción, al tomar conocimiento de que O'Higgins había en¬tregado el mando a una junta de gobierno compuesta por José Mi¬guel Infante, Fernando Errázuriz y Agustín Eyzaguirre, la descono¬ció rápidamente. Este conjunto de hombres correspondía a destaca¬dos miembros de la aristocracia castellano-vasca, pero sólo era re¬presentativo de Santiago. La capital penquista se pronunció, enton¬ces, por la formación de un gobierno central provisional integrado por representantes de las tres provincias que conformaban el país, Coquimbo, Santiago y Concepción.

Con este propósito, el general Ramón Freire y las tropas del sur avanzaron hacia Santiago. Una vez que llegaron a Valparaíso, no deja¬ron zarpar a O'Higgins, quien se dirigía a Lima. Se decidió dejar su si¬tuación en statu quo en espera del desenlace de los hechos en Santiago.

Bajo la presión de los militares sureños, la junta nombró como jefe de Estado al general Ramón Freire y convocó a un congreso de pleni¬potenciarios con representantes de las tres provincias con el fin de ela¬borar una estructura distinta y aceptable para la unidad nacional. El 30 de marzo, se firmó un "Acta de Unión de las Provincias" que reunió de nuevo a las pro¬vincias y preparó el camino para un congreso constituyente. Al día si¬guiente, Freire asumió como Director Supremo provisional.

Un militar volvía a estar al frente, pero esta vez la oligarquía se ase¬guró de tener una mayor participación política. De hecho, los siguien¬tes años se caracterizaron por un equilibrio entre militares y oligarcas en el poder. Harta del personalismo de O'Higgins, la elite quería impe¬dir que surgieran otros caudillos y dictaduras. De ahí que prevalecieran las ideas liberales y el concepto de un Estado débil.

Freire tenía 35 años cuando asumió el poder y muy poco interés por gobernar. De hecho pasó gran parte del tiempo peleando en el sur. Tampoco ostentaba una clara orientación política, por lo que se rodeó de figuras tan dispares como Mariano Egaña, conservador recalcitrante, y José Miguel Infante, liberal y federalista. Los historiadores decimo¬nónicos caracterizan a Freire como un mandatario recto, bueno, honra¬do, pero carente de preparación política y propenso a dejarse engañar. A juicio de Encina, el general llegó al poder porque encarnaba el ideal del gobierno de la aristocracia castellano-vasca, a saber, de bajo perfil, probo y dispuesto a obedecer a la aristocracia. A esto se sumaba que su presencia no despertaba rechazo en los ambientes más liberales que existían al interior de los mismos aristócratas.

Junto al director supremo, la administración del Estado quedaba a cargo de un senado compuesto por nueve miembros elegidos por las asambleas provinciales.

La influencia de los grupos conservadores se hizo manifiesta en el nombramiento del primer ministerio. Como ministro de Gabinete y Re¬laciones asumió Mariano Egaña; en Hacienda, Manuel Novoa, y en Guerra y Marina, Manuel Antonio González. La presencia de Egaña sería especialmente decisiva dentro de este período. "De hecho, Egaña iba a ser el gobernante", afirma Encina.

Desde el primer momento, este joven e ilustrado ministro dejó sentir su brillante formación jurídica. Delimitó los seis departamen¬tos en que debía dividirse la República, creó un consejo de educa¬ción, reorganizó sobre nuevas bases el Instituto Nacional y regulari¬zó la hacienda pública.

Mientras ocurrían estos hechos en Santiago, permanecía en Valpa¬raíso Bernardo O'Higgins en espera de que se resolviera su situación. Los carrerinos presionaban

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