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LA BÚSQUEDA DE EL DORADO, UN SÍMBOLO DE LA AVARICIA DEL CONQUISTADOR DE AMÉRICA DEL SUR


Enviado por   •  27 de Julio de 2022  •  Ensayo  •  2.229 Palabras (9 Páginas)  •  81 Visitas

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LA BÚSQUEDA DE EL DORADO, UN SÍMBOLO DE LA AVARICIA DEL CONQUISTADOR DE AMÉRICA DEL SUR

The search for El Dorado, a symbol of the greed of the conqueror of South America

Rengel Mendoza, Dayana

Universidad Mayor de San Andrés, Faculdad de Ciencias Sociales

Carrera de Ciencias de la Comunicación Social

La Paz, Bolivia

RESUMEN:

El presente ensayo parte de la revisión y análisis histórico de los hechos que constituyeron la búsqueda de la mítica “tierra de oro” bautizada con el nombre de “El Dorado”.  Un lugar que impulsó diversas expediciones en el territorio de América del Sur. Las cuales fueron lideradas por diversos conquistadores, tanto de España como de Inglaterra, quienes motivados por su ambición se aventuraban a lugares recónditos y desconocidos para ellos; provocando la muerte de su tripulación y grandes pérdidas monetarias. La búsqueda de este mítico lugar significó más perdida que ganancia, pero, sobre todo, fue un reflejo del ensueño de aquel conquistador avaricioso, que estaba dispuesto a todo en nombre de la riqueza.

PALABRAS CLAVE:

El Dorado- búsqueda- oro- mítico- avaricia- perdidas monetarias

ABSTRACT:

This essay starts from the review and historical analysis of the facts that constituted the search for the mythical "land of gold" baptized with the name of "El Dorado". A place that promoted various expeditions in the territory of South America. Which were led by various conquerors, both from Spain and England, who motivated by their ambition ventured to places known and unknown to them; causing the death of his crew and great monetary losses. The search for this mythical place meant more loss than wealth, but it was a reflection of the dream of that greedy conqueror, who was willing to do anything in the name of wealth.

KEY WORDS:

El Dorado- search- gold- mythical- greed- financial harm

INTRODUCCIÓN:

Desde los inicios de la conquista española a territorio americano se hablaba sobre el “oro”, el mineral más codiciado por los conquistadores del Nuevo Mundo. Un ejemplo de esta ambición nos lo da Francisco Pizarro (1527), conquistador español que, en medio del hambre, enfermedades, el incesante calor y otros males que aquejaban a su tripulación los motivo diciendo: “Al Norte queda Panamá, que es deshonra y pobreza; al Sur, una tierra por descubrir que promete honra y riqueza; el que sea buen castellano, que escoja lo mejor.” Frase que hacía alusión a la importancia que tenían las riquezas para ellos, incluso más que sus propias vidas.

Según Ferrandis (1929) los conquistadores españoles como: Pizarro, Cortés, Almagro y Valdivia, Soto y Alvarado, partieron a la conquista como aventureros sin posesiones y con el único deseo de cumplir la ilusión de que aquellos mitos que habían oído sobre las grandes riquezas del Nuevo Mundo se transformaran en realidad, y pudieran llenar sus manos del oro que tanto ambicionaban.

Movidos por la avaricia, los conquistadores lograron descubrir territorios que poseían grandes cantidades de oro y otros minerales, entre ellos el que más destaca es el Cuzco, apreciado por los tesoros incaicos que poseía. Sin embargo, ante tales muestras de ambición, los nativos americanos aprovecharon esta debilidad y crearon mitos sobre la existencia de ciudades cubiertas de piedras preciosas y colmadas de oro, esto lo hacían con el afán de alejar al conquistador español. 

Uno de los mitos más populares fue el que planteaba la existencia de “El Dorado”, que en palabras de Massimo Livi Bacci (2012), era un mito que hacía alusión a una tierra desconocida colmada principalmente de oro, pero que también poseía otras riquezas; por lo que se convirtió en un ensueño obsesivo para los conquistadores de América del Sur.

NACIMIENTO DEL MITO DE “EL DORADO”

Alrededor de un siglo después del “Descubrimiento de América”, las leyendas indígenas se entrelazaron con la sed de riquezas que tenían los exploradores españoles y esto los llevo a considerar la existencia del denominado “Lago Parime”, “Mar Dorado” o “Mar Blanco”, que en sus orillas albergaba una ciudad fantástica y magnifica colmada de oro, donde habitaba el gran emperador llamado “El Dorado”, quien según cuenta la leyenda sería un cacique chibcha que tenía el cuerpo cubierto de oro en polvo, y para rendirle homenaje  al sol se hundía en el mítico lago de Guatavita, lugar ubicado en cercanías de la actual Bogotá (Alès y Pouyllau, 2020).

El primer cronista que relató el mito sobre el denominado “rey de oro” fue Gonzalo Fernández de Oviedo, en 1541, a este le siguió Pedro Cieza de León en el año 1553. Ambos cronistas fundamentaron partes cruciales para la construcción del mito de El Dorado, puesto que realizaron aportes importantes:  Oviedo contribuyo dando las primeras informaciones que situaban a El Dorado en Quito; mientras que Cieza de León aporto mayor realismo al mito, puesto que relataba la historia de un indio que afirmaba certeramente la existencia de un reino donde el oro era extraordinariamente abundante (González, 2021).

Por parte de los conquistadores también existían relatos sobre este mítico lugar, y es así que, Gonzalo Pizarro (1542) establece la existencia de una relación entre el hombre dorado y un lago. Posteriormente, Jiménez de Quesada hablará del Dorado en su Epítome (1550); mencionará que los Muiscas poseían inmensas cantidades de oro y tenían costumbre de enterrar el mineral en selvas y lagos (Alès y Pouyllau, 2020).  

Tras estos sucesos, la leyenda iba cobrando mayor relevancia y credibilidad, y esto aumento con la crónica llamada “El Carnero” escrita entre 1636 y 1638 por Juan Rodríguez Freyle, quien afirmaba que los datos que tenia se los habría proporcionado el sobrino del último gobernante de Guatavita. En dicho manuscrito Freyle describía un ritual religioso que consistía en bañar en oro al nuevo gobernante del pueblo Muisca:

"...En aquella laguna de Guatavita se hacía una gran balsa de juncos, y lo aderezaban lo más vistoso que podían… A este tiempo estaba toda la laguna coronada de indios y encendida por toda la circunferencia, los indios e indias todos coronados de oro, plumas y chagualas… Desnudaban al heredero (...) y lo untaban con una liga pegajosa, y rociaban todo con oro en polvo, de manera que iba todo cubierto de ese metal. Lo metían en la balsa, en la cual iba parado, y a los pies le ponían un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios. Entraban con él en la barca cuatro caciques, los más principales, aderezados de plumería, coronas, brazaletes, chagualas y orejeras de oro, y también desnudos… Hacía el indio dorado su ofrecimiento echando todo el oro y esmeraldas que llevaba a los pies en medio de la laguna, luego le seguían los demás caciques que le acompañaban. Concluida la ceremonia batían las banderas... Y partiendo la balsa a la tierra comenzaba el griterío... Con corros de bailes y danzas a su modo. Con esta ceremonia quedaba reconocido el nuevo electo por señor y príncipe."   (Freyle, 1636).

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