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LITERATURA JUGLARESCA


Enviado por   •  23 de Noviembre de 2014  •  1.630 Palabras (7 Páginas)  •  607 Visitas

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LITERATURA JUGLARESCA

El registro de estas poesías destinadas a ser difundidas por medio del canto figura con claridad en los estudios de Martín de Riquer, quien resalta cómo el destinatario de tales versos los recibe por el oído y no por la lectura.

La indicación de Riquer, sin duda, es importante, puesto que la poesía trovadoresca, «acompañada de su melodía y destinada a ser escuchada, era divulgada por los músicos cantores llamados juglares (joglars en provenzal), y podríamos afirmar que hasta que un juglar no había cantado en público una composición ésta no había sidopublicada» («El trovador y su mundo», en Historia y Vida (Barcelona), n.º 103, octubre de 1976, pp. 21-31).

En su práctica literaria, estas obras no se acomodan a una enumeración unívoca. Es más, todo especialista que decida internarse inquisitivamente en este dominio hallará toda una diversidad de fórmulas y astucias textuales: romances, cantares y fablas, canciones de cruzada, serranillas y pastorelas.

Para barajar estas referencias, nadie mejor dispuesto que don Ramón Menéndez Pidal, recopilador de este cancionero y presto a resumir su temario en ensayos como «La primitiva poesía lírica española» (Estudios literarios,Madrid, Espasa Calpe, 1973, pp. 159-212).

El fértil universo trovadoresco interesa a Menéndez Pidal como generador de bellas intuiciones, detalles pintorescos, interpretaciones alegóricas del amor, servidumbres políticas, elementos legendarios y zigzagueos léxicos.

Con estos asideros, el maestro destaca que la lírica provenzal disfruta de una doble fuente: la lírica popular de los juglares occitanos y los ensayos latinos hilvanados por los clérigos sabios. Por buscar un encuadre abarcable, nuestro erudito dice que este fenómeno «debió surgir de la vida misma de las cortes meridionales, lujosas y festivas, donde la señora feudal ostentaba el más prestigioso atractivo para sus vasallos».

En el venturoso territorio del amor cortés, la canción provenzal ensanchó el diálogo sentimental en las cortes del Mediodía de Francia, «pero no hubo de nacer sin una importante intervención de la lírica arábigo-andaluza» (Poesía árabe y poesía europea, con otros estudios de literatura medieval, Madrid, Espasa-Calpe, 1973, p. 69).

Con todo, no se crea que esta captación del vasallaje amoroso da expresión a una sola realidad interesante. Al llegar aquí, es obligado recordar cómo esta poesía se convierte en vivencia idiomática, entretejida sin rigideces.

En ello se detienen Martín e Isabel de Riquer, a cuyo juicio no todos los trovadores surgieron en la zona lingüística occitana, “pues algunos, como Guillem de Berguedà, Huguet de Mataplana, Guillem de Cabestany o Cerverí de Girona lo hicieron en tierras catalanas; otros, como Lanfranc Cigala, Bertolomé Zorzi, Bonifacio Calvo o Sordel, en regiones del norte de Italia; y todos ellos abandonaron su lengua materna para componer en la lengua de la lírica más prestigiosa del momento” («Introducción» a La poesía de los trovadores, Madrid, Espasa Calpe, 2002, p. XII).

¿Y qué decir de los juglares y de su plasmación de las formas trovadorescas? En este plano de mutuas influencias, Manuel Criado de Val sondea el gran momento medieval de la juglaresca española.

«No es extraño —dice— que interese comprobar su presencia tanto en la épica como en la lírica, en la tradición oral y en la literaria, en su contexto popular como en el clerical o el cortesano». Dicho interés trae consigo una importante consecuencia. No pretende Criado de Val restringir el lema juglaresco sino fijarse en sus consecuencias. Por algo cree que esa actitud que fue propia de los juglares sigue viva «en el Siglo de Oro, en el Romanticismo y en la época moderna. Y no sólo en España, sino en América y en otros países de la gran expansión hispánica» (La juglaresca. Actas del I Congreso Internacional sobre la juglaresca, dirigido por Manuel Criado de Val, con el patrocinio de la Excma. Diputación Provincial de Guadalajara, Madrid, Edi-6, 1986, p. 3).

Esta es una versión expandida de un artículo que escribí en el Centro Virtual Cervantes (www.cvc.cervantes.es), portal en la red creado y mantenido por el Instituto Cervantes para contribuir a la difusión de la lengua española y las culturas hispánicas.

Literatura religiosa

Los trabajos relacionados con la teología fueron el tipo de literatura dominante a lo largo de la Edad Media; el clero católico era el centro intelectual de la sociedad en esta época, razón por la que su producción literaria fue, con diferencia, la más productiva.

Numerosos himnos de esta época han sobrevivido al paso del tiempo, tanto litúrgicos como paralitúrgicos. La liturgia en sí misma no estaba establecida y numerosos misales competían y alegaban concepciones individuales de la misa. Ciertos estudiosos religiosos como Anselmo de Canterbury, Santo Tomás de Aquino y Pierre Abélard escribieron largos tratados sobre teología y filosofía, tratando de reconciliar las enseñanzas de los autores griegos y paganos romanos con las doctrinas de la Iglesia Católica. Las hagiografías, o las vidas de los Santos, también fueron escritas principalmente durante este período, a modo de estímulo para el devoto y de advertencia para el resto.

La Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine alcanzó tal popularidad que, en su tiempo, fue probablemente leído más a menudo que la Biblia. San Francisco de Asís fue otro prolífico poeta y los seguidores de su orden, los franciscanos, solían escribir poemas como una expresión de su piedad. Las obras Dies Irae (Día de la Ira) y Stabat Mater (Estaba la Madre) son probablemente dos de los mejores poemas latinos en materia de religión. La poesía goliárdica (estrofas de cuatro líneas de versos satíricos) fue una forma de arte utilizada por algunos clérigos para expresar su desacuerdo en algún tema. El único escrito religioso ampliamente extendido y no escrito

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