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La época colonial americana


Enviado por   •  30 de Mayo de 2016  •  Reseña  •  2.995 Palabras (12 Páginas)  •  477 Visitas

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Literatura Hispanoamericana I                                                                   

El presente escrito desarrollará brevemente el marco histórico y las características socio culturales de la época colonial americana. Para ello se mencionarán algunas cuestiones de la Conquista pertinentes para el desarrollo de algunas de las características de dicho período.

  • La Iglesia y el Rey: los poderes que dieron forma a la Conquista y a la Colonia.

Durante la Conquista y la posterior Colonización de América (desde principios del siglo XVI hasta comienzos del XIX), la Corona y la Iglesia son los dos poderes que cimientan la sociedad hispanoamericana. Por la Bula de Alejandro VI, toda la administración de la Iglesia de Indias estaba en manos del Rey, por lo que el poder eclesiástico y el poder político se encontraban indisolublemente unidos. Antes y durante la Conquista y la Colonización, las guerras se libraban en nombre de Dios y del Rey, y la única vía de salvación era el cristianismo.

La Iglesia en el Nuevo Mundo colaboraría con el Rey en el dominio de la población, a través de la Inquisición (que actuaba sobre judíos, moros y conversos pero no así sobre los indios, que eran considerados “niños grandes”, cuyos errores en la interpretación de la fe eran considerados como simple producto de su ignorancia). Pero la obra capital de la Iglesia sería la conversión de los indios a un cristianismo elemental, primer paso para la europeización (y el sometimiento).

Para cumplir con este fin político y religioso, la Iglesia emprendió la tarea de conocer la historia y la cultura nativas, a través del conocimiento previo de las lenguas indígenas. Esto tuvo como consecuencia inmediata un intercambio cultural (aunque hablar de intercambio aquí no es exacto, puesto que fue más bien bilateral, un simple uso de la lengua indígena por parte de los españoles, subordinada siempre a su objetivo final, la dominación) que se vio reflejado en la elaboración de numerosas gramáticas y vocabularios y en la redacción de textos en lenguas indígenas.

Pero la postura de la Iglesia ante la Conquista no era la misma entre todos sus miembros, sino que se podían identificar dos grupos con posturas bien definidas: por un lado se encontraba el clero secular, que se sumó en más de una oportunidad a la conquista en aras de obtener rédito económico, acumulando de esta manera grandes riquezas; y por el otro estaba el clero regular, que se componía de sacerdotes pertenecientes a las órdenes menores (franciscanos, jesuitas, dominicos y agustinos), quienes condenaron el método de evangelización por la fuerza y renunciaron al facilismo de los beneficios. Sobre éstos recayó el mayor peso de la conversión y educación de los indígenas.

Las primeras consecuencias de la enseñanza religiosa en los indígenas se manifestaron en las fiestas religiosas: Los aborígenes, presionados por los sacerdotes, suprimieron algunos aspectos de sus rituales y creencias, y camuflaron otros en superposiciones que más tarde motivarían el sincretismo final. Las fiestas religiosas son, a partir del siglo XVI, el más colorido y concreto símbolo de fusión de la enseñanza religiosa española y los antiguos ritos y cultos.

Respecto al poder del Rey y la forma en que éste era ejercido sobre los territorios descubiertos, durante el siglo XVI se organizó poco a poco una nueva administración que reemplazó la figura de los adelantados-conquistadores, cuyos poderes y atribuciones prácticamente feudales habían crecido al amparo de la falta de control producto de las distancias y la lentitud en las comunicaciones. Esta nueva organización planteaba que la autoridad del Rey sería ejercida a través de la Audiencia y el Virrey.

La Audiencia, que inicialmente era un tribunal, acumuló luego gradualmente poderes administrativos y judiciales. Ejercía estrecha vigilancia sobre los funcionarios, y en caso de vacancia de la autoridad del Virrey, debía suplirlo internamente.

El Virrey era elegido entre las familias más destacadas e ilustres de España o América, y sus atribuciones eran, entre otras, controlar las minas, vigilar la evangelización de los indios y presidir la Audiencia, aunque sin voto. Por otra parte, cualquiera podía censurar su administración, y una vez terminado su mandato, debía quedarse en el lugar en el que lo había desempeñado, para poder someterse, si así fuera el caso, a eventuales juicios por mal desempeño de sus funciones que le pudiera iniciar cualquier ciudadano. Esta extrema regulación de su poder traía como consecuencia una extraordinaria lentitud en la máquina administrativa de la Colonia.

De acuerdo a esta organización administrativa, se constituyeron en el siglo XVI dos extensos virreinatos: el Virreinato de México y el Virreinato de Perú, divididos a su vez en gobernaciones. Al llegar el siglo XVIII, la extensión de éstos, a la que se agregaba la de los nuevos territorios conquistados, había motivado que se crearan nuevos virreinatos, por lo que la división política quedó conformada de la siguiente manera: Virreinato de Nueva España, de Nueva Granada, del Perú y del Río de la Plata; y las Capitanías Generales de Cuba, Guatemala, Venezuela y Chile.

De todas maneras, y a pesar de la lentitud y la burocracia en política que caracterizaron este período, es innegable la eficacia de la administración española sobre las tierras americanas, puesto que se puede afirmar que tuvo un pleno éxito en la defensa del Imperio: durante tres siglos mantuvo casi intacto el extenso territorio.

  • La sociedad hispanoamericana.

Las ciudades de Indias en sus comienzos estaban destinadas a ser ciudades mercantiles, pero se constituyeron como ciudades hidalgas, porque hidalgos (nobles) querían ser los que se formaron y vivieron en ellas. Estas ciudades eran las cortes virreinales, las metrópolis, o aquéllas en las que los encomenderos o mineros ostentaban modos señoriales de vida, alejados de los focos de producción de su dinero.

La sociedad de estas ciudades era una sociedad dual, escindida entre los privilegiados que podían costearse un estilo de vida noble, y los no privilegiados. En este sentido se podían identificar claramente dos subsociedades: la primera de ellas, la de los hidalgos, cuya condición les podía haber sido otorgada por herencia o por Real Cédula, que llevaban un estilo de vida ficticio, puesto que la hidalguía era más bien una ideología que se contradecía con la cruda realidad. En esta subsociedad se distinguían dos grandes grupos: los hidalgos ricos (aristócratas, dueños de minas, encomenderos, comerciantes; pero la fuente o la procedencia del dinero no debía estar a la vista, para mantener la ilusión de la “antigua riqueza”); y los hidalgos pobres (escuderos, vividores, “soldados” que eran enviados a conquistar nuevos territorios en donde obtener, tal vez, riquezas).

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