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La Ciudad De Dios


Enviado por   •  29 de Abril de 2015  •  409 Palabras (2 Páginas)  •  188 Visitas

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La ciudad de dios.

E

n su obra La ciudad de dios, Agustín pone de manifiesto la lucha constante entre la ciudad celestial y la ciudad terrena. Debido al mal uso que el hombre hace de su libertad, vuelve un desorden la cuidad terrena, la corrompe, por lo tanto, necesita de la gracia para orientar por el camino del bien. ”así que dos amores fundaron dos ciudades a, saber: la terrena, el amor propio, hasta llegar a menospreciar a Dios; y la celestial, el amor a Dios, hasta llegar al desprecio del si propio. La primera puso su gloria en si misma , y, la segunda, en el señor; porque la una busca el honor y gloria de los hombres, y la otra estima por suma gloria a dios, testigo de su conciencia; aquella, estribando en su vanagloria, ensalza su cabeza, y esta dice a su dios: “vos sois mi gloria y el que ensalzáis mi cabeza”; aquella reina en sus príncipes o en las naciones a quienes sujeto la ambición de reinar; en esta unos a otros se sirven con caridad: los directores, aconsejando, y los súbditos, obedeciendo; aquella, en sus poderosos, ama su propio poder; esta dice a su Dios: ”A vos, señor, tengo de amar, que sois mi virtud y fortaleza”; y por eso, en aquella, sus sabios, viviendo según el hombre, siguieron los bienes, o de su cuerpo, o de su alama, o los ambos; y los que pudieron conocer a dios ”no le dieron la gloria como a dios, ni le fueron agradecidos, sino que dieron en vanidad con sus imaginaciones y discursos, y quedo en tinieblas su necio corazón; porque, teniéndose por sabios, quedaron tan ignorantes, que trocaron y transfirieron la gloria que se debía de dios eterno e incorruptible por la semejanza de alguna imagen, no solo de hombre corruptible, sino también de aves, de bestias y de serpientes”; porque la adoración de tales imágenes y simulacros, o ellos fueron los que enseñaron a las entes, o ellos mismos siguieron e imitaron a otros, “y adoraron y sirvieron antes a la criatura que el creador, que es bendito por los siglos de los siglos”. Pero en esta ciudad no hay otra sabiduría humana, sino la verdadera piedad y religión con que rectamente se adora al verdadero dios, esperando por medio de la amable compañía de los santos, no solo de los hombres, sino también de los ángeles, que sea Dios todo en todos.

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