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La Edad Media: Fe, ciencia y magia.


Enviado por   •  29 de Octubre de 2016  •  Resumen  •  1.864 Palabras (8 Páginas)  •  551 Visitas

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICA Y SOCIALES

CARRERA: Relaciones Internacionales

ASIGNATURA: Historia del pensamiento político y social

GRUPO: 1er Semestre

CLAVE DE LA ASIGNATURA: 1107

NOMBRE DEL ALUMNO: Mariela Piana Guevara

NOMBRE DEL ASESOR: Abraham Jiménez Pérez

NOMBRE DE LA ACTIVIDAD: La Edad Media: Fe, ciencia y magia.

FECHA DE ENTREGA: Sábado 29 de Octubre del 2016.

La Edad Media: Fe, ciencia y magia.

Después de la caída del imperio romano de Occidente, incrementó el alcance de la fe religiosa, como fuente de estabilidad y esperanza en un mundo sin estructuras. Tiene como fuente, en el año 303, la legalización de la fe cristiana por el emperador Constantino, seguido por Teodocio el Grande quién la nombró religión del estado.

La iglesia se vuelve un actor fundamental dentro de la política y cultura europea. Con el edicto de Milán se refuerza la legalización del cristianismo, después de haber sido perseguido por las élites, se extiende por el mundo conocido, hasta ser adoptado incluso por las poblaciones y reyes bárbaros. Lo sobrenatural se vuelve parte de la vida cotidiana, la relación entre lo visible y lo invisible, se piensa que lo que no se ve está regido por leyes espirituales, y que al actuar o influir sobre estas fuerzas se puede modificar la realidad del hombre.

En esta época el ser humano es figura de Dios, todo se mide de acuerdo a parámetros divinos y los cultos paganos que seguían existiendo fueron incorporados  a la doctrina cristiana. Las exigencias religiosas y espirituales se basan en el ascetismo y el monacato, el cual fue adoptado por las élites, con un cristianismo radical, que se deriva en viajes a zonas desérticas y ermitañas. Las personas que se acercaban a este tipo de vida monástica no tenían permitido disponer de bienes materiales, incluso de su propio cuerpo o voluntad, debían donar todos sus bienes, y entregarse a esta vida en una comunidad cristiana intramuros. Los monasterios son lugares autónomos y autosuficientes, en total aislamiento y apartados de la realidad donde se vivía una experiencia elitista, de perfeccionamiento y huída de lo terrenal. La “Santa Regla” es el documento donde se especificaban todas las actividades de la vida cotidiana y tareas de un monje: oraciones, lecturas, comidas y trabajo.

La Regla de San Benito de Nurcia (mediados del siglo XV) “Ora et Labora” rige las labores de los monasterios, desde las manuales, como el cuidado del huerto, como las intelectuales, en la biblioteca o escritorium. Esta regla sustituye a las reglas monásticas anteriores , debido a  que tiene un equilibrio propio distribuido en sus 70 capítulos, organizados a través de la tradición y experiencia de la cultura romana.

Fuera de los monasterios, la iglesia institucional se reafirma desde el siglo V como sujeto político fundamental y como presencia firme y estable en el panorama de la Edad Media. el ordenamiento de la iglesia, era una calca de las estructuras administrativas romanas, donde la figura de referencia mayor era el obispo , que además de fungir como guía espiritual, tenía dotes civiles y políticos.

A fines del siglo VI, lo civil y lo religioso trabajan de la mano; la iglesia se convierte en opositor político y psicológico de otros ordenamientos sociales y se erige como heredera del desaparecido imperio romano. Los obispos se distancian del papel de hombres de la iglesia y se unen al rey, emperador o señores locales; gozan de privilegios de inmunidad, para no rendir tributos y quedar exentos de las funciones sacerdotales, y muestran una imagen clara de una iglesia adscrita al poder. Se vuelve común la simonía, que es la venta de cargos públicos al mejor postor;  y el nicolaísmo, práctica de los sacerdotes de contraer matrimonio. Debido a la propagación de este régimen, muchos prefieren que los sacerdotes vuelvan a desenvolver funciones al margen de la vida espiritual.

Estos movimientos se denominan heréticos o no reconocidos, ya que se desencuentran con la iglesia primitiva, cuya característica principal era vivir una vida de pobreza, alejada de bienes materiales. Es entonces cuando Gregorio VII, papa de la Reforma del año 1075, propone en su documento pontifical el regreso de la iglesia a sus funciones de ejemplo y guía cristiana y reafirma la autoridad del sumo pontífice sobre cualquier autoridad terrenal. Tras las reformas gregorianas, el desencuentro entre iglesia - estado, es inevitable y genera una lucha entre el emperador Enrique IV y el papa Gregorio VII por las investiduras de los obispos  en cargos civiles y políticos; esta guerra tiene de trasfondo problemas más grandes y generales como quién es el verdadero heredero de Roma, que figura puede desempeñar un papel universal y cuáles son los límites de la iglesia y el estado. Es una pugna entre el poder espiritual y el temporal.

En la ciudad, además del palacio episcopal, casa de los obispos, se encuentra la catedral, donde el hombre puede aislarse del desequilibrio y segmentación de la época y cobijarse en encontrando un sentido de la realidad natural, en equilibrio y armonía. En este lugar los fieles son la humanidad y la catedral es el mundo. Los feligreses se implican a través de una serie de sensaciones que impactan sus sentidos, desde las obras pictóricas y monumentos de los templos, pasando por el olor a inciensos y la influencia de los textos leídos en latín, los cánticos y música a los que eran expuestos. Todas estas sensaciones superpuestas permiten al participante entrar en contacto con una dimensión divina distinta a su realidad.

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