La Educacion En México
Enviado por chugojavierc • 26 de Abril de 2014 • 1.778 Palabras (8 Páginas) • 280 Visitas
Una comprensión del currículo universitario como signo, equivale a descifrar los misterios que como sentidos complejos habitan la cultura educativa superior. Una cultura institucional que establece diálogos implícitos y explícitos con la realidad del pasado, del presente y del devenir; de lo local, regional, nacional y universal. Diálogos provocadores de asunciones armónicas entre la naturaleza de las instituciones, la realidad, el individuo y la proyección de una sociedad anhelada. Entonces emergen las políticas, lineamientos y directrices de la universidad, que expresan y dan testimonio de una decisión comunitaria, la cual adquiere vida en el currículo. Sin embargo, se observa que actualmente no existe en los actores educativos un reconocimiento claro en torno la interpretación del currículo universitario, sus relaciones, estructuración, función y movilidad natural.
Esta propuesta reivindica al currículo universitario al presentarlo como un ser vivo, con movimientos secretos del pensamiento, capaz de albergar sentidos en su encadenamiento, en sus partes, en lo dicho y en lo silente; en el presente, pasado y futuro, en la vida y en la muerte, en su continuidad y discontinuidad. Es decir, que cualquier cultura educativa podría dejarse sopesar en él y ser él en un propósito de construcción de él mismo. En la medida en que el currículo es signo, no solo es reflejo de la realidad sino que se convierte en la realidad misma que manifiesta los modos de ser de la educación en un espacio y tiempo determinados y puede considerarse como lo esencial, anterior a las palabras: la cultura.
Desde esta comprensión, el currículo universitario tanto en sus fundamentos epistemológicos como en su estructura, participa de significados más amplios donde el conocimiento, los sujetos y la sociedad interactúan en una dinámica inacabada buscando nuevas conjugaciones que den sentido a la existencia misma.
La comprensión del currículo universitario como signo que realicen los actores educativos en la universidad, permite que durante el proceso formativo se promueva y activen dimensiones de los seres humanos que participan en la escena educativa y a partir de la reflexión, ocurra el desarrollo de profesionales conscientes, críticos, capaces de participar e intervenir en los rumbos del mundo, de la historia, del hombre y de su propio destino.
El análisis y reflexión sobre el papel que cumple la educación en los procesos formativos de los profesionales, debe ocurrir en espacios hieráticos y estructurados, asistidos por las reflexiones epistemológicas que desde la pedagogía, permitan, como diría Platón, elevar el alma hasta las alturas desde donde se puedan establecer diálogos con lo Divino y desde allí, incursionar en la profundidad de lo humano, de lo terrenal. Este espacio se refiere a “el currículo”.
Con tal sabiduría –la ciencia, el ser humano, el mundo- estaremos preparados para disponer en el currículo las escenas, elegir los accesorios, la utilería, los ambientes y visualizar los tiempos necesarios para colmar de sentido dichas escenas. Se trata de estructurar sistemática e intencionalmente nuestra intervención en la vida de los seres humanos; de unos seres que, al romperse la cuarta pared, intervienen y participan en los eventos, en sus propias construcciones. Se aprecian individualidades, se reconocen las realidades como factores que promueven y provocan las estructuraciones de la obra: la educación. Los actores entonces, se mezclan, giran, se vuelven actantes y pasan a representar su realidad misma que no es otra que la realidad social.
Es decir, que una educación que privilegia a la persona tendrá que comprender sus búsquedas y, a partir del análisis de la sociedad desde sus tendencias y paradigmas, procurar hallar formas que le permitan articular la cultura, la sociedad, los individuos desde el conocimiento en un todo armónico que revele vitalidad y movimiento. Se trata de estructurar “formas” de organizar el conocimiento y disponerlo de tal manera como si se tratara de una obra de arte. Esto le permite a los actores -acompañantes- que asumen la enseñanza, potenciar las dimensiones de los seres humanos que educan. De la manera prudente, cautelosa y reflexiva como se asuma esta elaboración depende el significado que la organización y estructuración de la acción educativa adquiera. Podrá por ejemplo, establecer diálogos entre las disciplinas, saberes y profesiones; aliar propósitos de tal forma que logren articulaciones dinámicas que iluminen al individuo y lo impulsen hacia sus búsquedas.
Más allá del conocimiento de los intereses técnico, práctico o emancipatorio que propone Habermas y que Grundy traduce como función del currículo, los actores que participan en la escena educativa tendrán que apropiarse y asumir el currículo como su propia realidad. Ello implica no solo conocimiento, sino también reflexión y comprensión de la realidad, de las cosas, de los seres humanos, de lo dicho y silente; sabiduría para interactuar con el otro, consigo mismo, con la ciencia; y visión de mundo presta a modificarse y a transformarse a partir de estas relaciones.
La educación como acompañante de las búsquedas de los seres humanos, se convierte un escenario sagrado a donde se asiste no sólo como espectador, sino también, a participar -como en el carnaval, que no solo se ve, sino que se vive con excentricidad y familiaridad-. Este hecho nos conduce a comprender que los actores educativos que intervienen en el currículo deben pasar por una especie de purificación donde ocurran nuevas concepciones del conocimiento, de las personas, de la sociedad, de las cosas, de la vida y del destino mismo. Porque no es lo mismo un conocimiento científico que atiende a la lógica epistémica y que explica el mundo. Al elegir un conocimiento con propósitos
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