La Hacienda
Enviado por Wilson_14 • 9 de Febrero de 2014 • 9.267 Palabras (38 Páginas) • 202 Visitas
SALVADOR RUS RUFINO
JAVIER ZAMORA BONILLA
Profesores de Filosofía del Derecho
Universidad de León
LA RAZÓN DE ESTADO
EN LA EDAD MODERNA.
RAZONES SIN RAZÓN1
1 Este trabajo no es más que una exposición a los alumnos de Historia Moderna de la Facultad
de Geografía e Historia de la Universidad de Valencia. Los autores no pretendieron en ningún momento
hacer un estudio exhaustivo de las distintas tesis sobre la razón de Estado vertidas en los
distintos ámbitos culturales y políticos. En este breve trabajo pretendemos poner de relieve unos
gruesos brochazos sobre esta controvertida noción que tuvo tanta importancia en la teoría política
europea entre los siglos XVI y XVIII. Un trabajo interesante con una bibliografía muy completa es el
de H. Münkler, “Staatsräson und politische Klugheitslehre”, en Pipers Handbuch der politischen
Ideen. Neuzeit: Von den Konfessionskriegen bis zur Aufklärung 3, München-Zürich, Piper, 1985,
pp. 23-72, aunque los autores discrepamos de algunas de las opiniones de H. Münkler. Recientemente
E. Fernández García ha publicado un sugerente estudio sobre este tema, en el que aborda
distintas facetas desde el punto de vista histórico de la razón de Estado y hace una prospectiva de
la misma en la España contemporánea: Entre la razón de Estado y el Estado de Derecho: La racionalidad
política, Madrid, Dykinson, 1997.
DURANTE el siglo XVI en Europa, hubo una eclosión del pensamiento político.
Así, en Italia se hablaba de la razón de Estado, esto es, de su eficiencia
política (Maquiavelo, Guicciardini y Botero); en Francia, de la doctrina de
la Soberanía de Bodino y de las doctrinas de resistencia monarcómacas; en España,
de la renovación del Derecho Natural y de Gentes en la Escolástica tardía;
en Inglaterra, de la construcción del ideal político en la Utopía de Tomás
Moro; en Holanda, a través de Justo Lipsio, se desarrolló una teoría política
que tuvo una gran influencia en toda Europa; en Alemania se preparaba una
revisión de la filosofía política de Aristóteles por Ph. Melanchton y J. Camerario.
Las razones para que esto sea así son obvias: en España, el colonialismo y el
problema de la legitimidad de la conquista de los territorios americanos provocaron
una nueva apreciación de las relaciones interestatales o internacionales.
En Italia, la desaparición de las ideas imperiales en las ciudades del norte y la
dinámica propia del incipiente capitalismo comercial pusieron en marcha la
nueva legitimación de estas ciudades-estado mediante el mantenimiento o conservación
del poder y la eficiencia político-económica (ya no basada en las
ideas ético-teológicas). En Francia, las guerras religiosas –con su punto culminante
en la noche de San Bartolomé– amenazaron la unidad estatal, basada en
la existencia de un rey, una creencia y una ley. Debido a la escisión religiosa ya
no servía la legitimación divina del rey, la concepción medieval que identificaba
a éste como el guardián del Derecho; debía añadirse a la soberanía un indiscutido
principio de legitimación interconfesional, y el rey se vio obligado al
establecimiento de un nuevo Derecho para mantener la unidad estatal. La debilidad
de los diferentes estamentos sociales produjo la afirmación del poder
real sin más límite que el impuesto por él mismo. Y así nos situamos ante el
desarrollo de la razón de Estado como instrumento de la acción política.
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1. INTRODUCCIÓN
Toda idea política tiene como base un fundamento antropológico o, si se
prefiere, metafísico. El concepto de “Razón de Estado” nace de una concepción
negativa de la naturaleza humana. Para los defensores de la razón de Estado
el hombre es un ser depravado, incapaz de buenas acciones si no es forzado
por la necesidad, es decir, si no está convencido de que un buen comportamiento
le traerá más ventajas que uno degenerado. 2
El hombre, para la mayoría de los tratadistas de la razón de Estado, es un
ser malo, por naturaleza o por cultura, pero, fuere como fuere, malo en su
comportamiento social, y de difícil o imposible rehabilitación. Necesita ser tratado
con ‘mano dura’ y engañado para que sus acciones no impidan la buena
marcha del Estado. Si se le dejara a su libre albedrío, se llegaría a una guerra
de todos contra todos y, en último término, a una imposición tiránica de los
más fuertes.
Esta antropología es la que subyace en los planteamientos de la razón de Estado
y habrá que tenerlo siempre presente en cualquier disertación que hagamos
sobre la materia. De ahí que Hugo Grocio, que parte de una concepción optimista
del hombre, choque con la razón de Estado en su defensa del derecho internacional.
3 O, por contra, que algunos autores la acomoden a sus planteamientos
políticos aunque no utilicen explícitamente la expresión o no le otorguen entidad
(Bodino, Campanella, Hobbes). Tampoco es tema baladí establecer una correspondencia
entre la voluntad general de Rousseau y la razón de Estado, teniendo
en cuenta la nula confianza del ginebrino en la naturaleza humana, pervertida
por las ciencias y las artes, que soporta lo social como mal inevitable.4
¡Qué distinta la antropología de Shaftesbury!, que frente a las razones absolutistas,
que conocía de primera mano, defiende la terapia del entusiasmo del
humor cervantino y acaba afirmando que “la honestidad es la mejor política”. 5
* * *
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2 Así se expresa N. Maquiavelo en los Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio, I, 4, Milano,
Rizzoli, 1984. Existe versión española, Madrid, Alianza, 1987.
3 Véase sobre todo H. Grocio, De Jure Belli ac Pacis Libri Tres, Amsterdami, Apud I. Blaev, 1646.
4 Pueden verse ejemplos en J. J. Rousseau, Emilio o La Educación, introducción de Henry Wallon,
estudio y notas de J. L. Lecercle, Barcelona, Fontanella, 1973, pp. 123, 100 y 125 y 126. Para
el tema de la voluntad general puede verse El contrato social, Madrid, Edaf, 1985, pp. 67, 72 y 161.
5 Shaftesbury, Sensus communis, ensayo sobre la libertad de ingenio y humor, traducción y estudio
introductorio de Agustín Andreu, Valencia, Pretextos, 1995, p. 194. Agustín Andreu ha dado
recientemente a luz otras dos traducciones
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