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La Leyenda Del Indio Triste


Enviado por   •  8 de Diciembre de 2014  •  570 Palabras (3 Páginas)  •  414 Visitas

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Era el ańo de 1548. Veinte meses hacía que estas tierras estaban bajo el dominio espańol. El pueblo de Tlacuitlapán, todo desolación, porque su Seńor y Caudillo, el valiente Tlácuitl, se encontraba moribundo en su prisión. Su hija, la hermosa Xúchitl, la última princesa chichimeca, se hallaba a su lado llorando amargamente y unos cuantos servidores le acompańaban. De pronto, un destello de esperanza iluminó los empańados ojos del agonizante: era el Seńor del Pánuco, su gran amigo y aliado, Xólotl, el valiente, burlando la vigilancia a los carceleros, acababa de llegar. Haciendo un penoso esfuerzo, el moribundo, le hizo una seńa de que se acercara hasta su lecho y tomándolo lo unió a la mano desamparada de Xúchitl; y como si nada más esto esperara, cerró para siempre sus ojos, dejando a su pueblo a merced del vencedor y a su hija bajo el amparo de su proscrito. Cuando Xúchitl comprendió que su padre había muerto, deshaciéndose de la mano de su prometido, se arrojó sobre el cadáver, pidiendo que le llevara consigo. Después de los funerales del último Seńor de Tlacuitlapán, quedaron en libertad sus servidores y Xúchitl se fue a vivir con ellos. Xolótl también quedó libre y en vano rogaba a Xúchitl que se casara con él, en cumplimiento de la voluntad de su padre; ella le contestaba que su pesar era tan grande que no quería saber nada de amores. Pero la verdad era que la ironía del destino, Xúchitl se había enamorado del Capitán D. Gonzalo de Tolosa, sobrino del conquistador Don Juan de Tolosa. Lo había conocido en la prisión y a su poderosa influencia debía que ni su padre, ni ella, ni ninguno de sus servidores fueran maltratados; su padre fue debidamente atendido durante su enfermedad y sus funerales fueron dignos de su rango; por eso lo amaba con todas sus fuerzas de alma virgen.

El también la quería y sólo esperaba, para hacerla su esposa, que dejara la religión de sus mayores y se hiciera istiana. Fray Diego de la Veracruz, había emprendido la catequización de la princesa que avasallada por el amor de D.Gonzalo se rendía sumisa a todas las exigencias de éste. Un día supo Xólotl que su adorada Xúchitl se casaba con el Capitán después de abjurar sus religiones y recibir el bautismo con el nombre de María Isabel. La desesperación del indio no tuvo límites; impotente para vengarse de un enemigo tan poderoso que todo lo arrebataba de una vez: sus dominios, sus riquezas, el amor de la que iba a ser su esposa y hasta la fe en sus dioses. Desde entonces, entre las ruinas de un templo que había por el antiguo reino de Tlacuitlapán, se veía un indio triste y demacrado, mal cubierto con un manto de lana, contemplando el camino que llevaba a la Capilla de Mexicapán, levantada por los espańoles para culto de la Virgen de los Remedios.

Después de que se perdía esta comitiva, se echaba a llorar el indio y se escondía entre las ruinas, donde tenía su morada. Un día no se le

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