La Pirinola
Enviado por PilinGrande • 13 de Octubre de 2014 • 1.509 Palabras (7 Páginas) • 166 Visitas
e noche, y al pasar de nuevo frente al bazar observó un letrero iluminado sobre la puerta en que el apellido del propietario no decía "Brown, sino "Browne"!
Peck fue donde el taxímetro lo esperaba y se volvió al hotel. Teniendo una de esas almas que no aceptan la derrota fácilmente, volvió a llamar por teléfono al domicilio de Mr. Joost -Prospect 3249- y por primera vez la suerte lo favoreció... Mr. Joost había regresado. Peck, con voz ansiosa, le informó lo que deseaba y de la orden que había dado Mr. Brown. El cauteloso Joost contestó que primero tendría que hablar por teléfono con Mr. Brown para cerciorarse que si era cierto, agregando que si Mr. Brown confirmaba la orden, él estaría en el bazar antes de las 9.
Con la impaciencia que es de suponer, Peck lo aguardaba. Finalmente; a las 9:15, Joost se presentó, acompañado de un policía que por precaución había pedido que lo acompañara; encendió las luces, abrió la puerta y con gran cuidado sacó del escaparate el jarrón azul.
"¿Cuanto vale?" - preguntó Peck.
-Dos mil dólares -contestó Joost, tan fríamente como si hubiera dicho cincuenta centavos.
Peck tuvo que reclinarse sobre el mostrador para no caer.
"¡Dos mil dólares!" -exclamó en una voz y con un semblante de desesperación.
(Tenía en el bolsillo diez dólares solamente)
"¿Acepta Ud. mi cheque Mr. Joost?"
-Yo no lo conozco a Ud. Mr. Peck -respondió Joost.
-¿Donde está su teléfono?
Joost condujo a Peck al teléfono y éste llamó a la casa de Mr. Skinner.
"¡Mr. Skinner!". -balbuceó Peck- "estoy en un terrible apuro y casi exhausto; conseguí que abrieran el bazar, pero el jarrón que Mr. Ricks tanto desea cuesta dos mil dólares, yo entendía que costaba una friolera".
-Por tu madre, Peck ¿has estado en busca del jarrón todo ese tiempo?.
-Sí, y estoy propuesto a llevármelo... hágame el favor de traerme aquí, al bazar de Mr. Brown, en la calle Post cerca de la avenida Grand, los dos mil dólares; porque yo ya no tengo fuerzas para ir por ellos.
-Mi querido Peck -replicó Mr. Skinner compasivamente- no tengo aquí dos mil dólares... esa es una cantidad demasiado grande para llevarla en el bolsillo o guardarla en la casa.
-Bueno, entonces tenga la bondad de venir al centro inmediatamente, para abrir la oficina y sacar el dinero de la caja fuerte.
-Eso no lo puedo hacer, Peck, porque la caja fuerte tiene una convinación que nadie puede abrir antes de cierta hora.
Mr. Skinner, hágame favor de venir de todos modos para que me certifique en alguna parte donde puedan aceptar mi cheque personal.
-¿Tienes suficientes fondos en el banco, Peck?.
Eso puso fin a la conversación y Peck llamó en seguida a la casa de Mr. Ricks, sabiendo que allí residía su yerno, el Capitán Peasley. Afortunadamente lo halló en casa, y Peasley lo escuchó con bastante amabilidad.
"Peck, es casi increíble que te hayan asignado una misión semejante" -dijo el Capitán Peasley. "Sigue mi consejo y olvídate del jarrón azul".
-No puedo, -replicó Peck... Mr. Ricks se sentirá contrariado si no le entrego el jarrón; él se ha portado conmigo de manera espléndida y considero un deber ineludible cumplir con este deseo suyo.
-Pero ya es muy tarde, Peck para entregárselo; se fue en el tren de las 8 y ya son las nueve y media.
Lo sé, pero si puedo obtener posesión del jarrón, yo se lo entrego antes de que baje del tren en Santa Bárbara a las 6 de la mañana.
-¿Cómo?
-Aquí en el aeródromo tengo un amigo que con gusto me llevará en su avión a Santa Bárbara.
-¡Estás loco!
-Lo sé pero por favor présteme dos mil dólares, ¿para qué?
-Para comprar el jarrón azul.
-Ahora ya no me cabe duda que está loco... cuando Mr. Ricks supiera que habías pagado dos mil dólares por ese jarrón, te mandaría al manicomio.
-Oiga, Mr. Peasley, ¿no me presta los $2,000.00?
-No, Peck; vete a tu casa a dormir y olvídate del maldito jarrón.
-Por favor, Mr. Peasley... a Ud. le pueden cambiar un cheque porque lo conocen bien y a mí no, además es domingo.
"Bueno" -interrumpió Mr. Joost- "¿vamos a estar aquí toda la noche?".
Peck, colgado el receptor, lo miró en actitud de desafío y le dijo: "¿Es Ud. conocedor de diamantes?".
-Sí, contestó Joost.
-¿Me guardaría aquí hasta que vaya al hotel para
...