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La Tirania De Pisistrato


Enviado por   •  11 de Mayo de 2013  •  2.226 Palabras (9 Páginas)  •  634 Visitas

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La tiranía de Pisístrato

El tirano Pisístrato (s. VI a.C.) prometió hacer justicia y eso fue precisamente lo que les dio; quitó a los hombres el derecho de lastimar a sus semejantes, devolvió la libertad a los ciudadanos que se habían convertido en esclavos a causa de sus deudas y canceló todas sus hipotecas. Nunca cobró un solo dracma por sus labores publicas. También fue un excelente soldado, pero en su reino nunca abusó del poder, pues no deseaba nada que no se le concediera libremente. (M. RENAULT, El cantante de salmos.)

3. La tiranía de Pisístrato. Los pisistrátidas

El acontecimiento más importante de la historia ateniense en las décadas que siguieron a las reformas de Solón fue la revuelta política que impuso y afianzó el poder personal, la tiranía de Pisístrato.

Pisístrato había adquirido popularidad entre los atenienses por la valentía militar que pusiera de manifiesto durante la guerra contra Megara por la isla de Salamina. Puesto a la cabeza del destacamento armado que Atenas enviara a Salamina, Pisístrato no sólo se apoderó de la isla, sino que arrebató a Megara el puerto de Nicea. A Salamina fueron enviados pobladores atenienses, los clerucos, que recibieron allí parcelas de tierra en propiedad. Fue esta medida especialmente la que aumentó la autoridad de Pisístrato entre los diacrios que necesitaban tierra, al punto de convertirse en su dirigente reconocido. Por causas bien comprensibles, los aristócratas no podían permanecer tranquilos e indiferentes ante el crecimiento de la influencia política de Pisístrato y de los diacrios por él encabezados. Organizaron un atentado contra su vida, el cual fracasó rotundamente. Pisístrato logró ponerse a salvo, y la asamblea popular, a propuesta de un tal Aristón, resolvió permitir a Pisístrato organizar un destacamento destinado especialmente a proteger su vida contra el peligro de nuevos atentados.

Según la antigua tradición, Pisístrato formó ese destacamento con los denominados «garroteros», esto es, hombres provistos de mazas, arma característica de los campesinos más pobres, que no estaban en condiciones de adquirir armas más caras. Valiéndose de esta guardia personal de «garroteros», Pisístrato se apoderó en el año 560 a. C. de la acrópolis ateniense y afirmó así su poder unipersonal. De esta manera se estableció en Atenas la forma tiránica de gobierno, cuyo apoyo social fueron los diacrios. En deuda con el campesinado ático por su ascenso al poder, Pisístrato tenía que tomar en consideración antes que nada los intereses del mismo. Esto se expresó en una serie de medidas. Al perseguir a sus principales adversarios, a la aristocracia terrateniente, Pisístrato utilizó, al parecer, las tierras que les confiscaba para distribuirlas entre los campesinos. Simultáneamente organizó para ellos un crédito para la adquisición de semillas y herramientas agrícolas. «En cuanto a los pobres —dice Aristóteles—, les proveía por adelantado de dinero para los trabajos rurales, con el fin de que pudieran alimentarse mientras se ocupaban de la agricultura.»

Empero, la posición de Pisístrato no era muy estable. Su actividad política estaba dirigida contra la aristocracia de abolengo, que le oponía la más encarnizada resistencia. Por otra parte, su política, orientada a favorecer a los diacrios provocaba la oposición no sólo de los pedieos, sino también de los paralios, predispuestos contra la tiranía. En consecuencia, al sexto año de su permanencia en el poder, sus adversarios Magacles y Licurgo consiguieron expulsarlo de Atenas.

Sin embargo, el triunfo obtenido sobre la tiranía por los pedieos y los paralios no acarreó tampoco resultados sólidos. Ambas agrupaciones estaban divididas por inconciliables contradicciones económicas y políticas. Una alianza entre ellas, pues, no podía subsistir durante mucho tiempo. A poco de caer la tiranía, la relaciones entre pedieos y paralios habían empeorado hasta tal punto, que el dirigente de los últimos, Megacles, volvió a acercarse al expulsado Pisístrato y entabló con él negociaciones que culminaron en un acuerdo político afianzado mediante relaciones de parentesco: Pisístrato contrajo enlace con la hija de Megacles. Poco después, Pisístrato regresó a Atenas. Según las tradiciones atenienses, ese regreso estuvo rodeado de una extraordinaria solemnidad. Entre los saludos de su partidarios hizo su entrada en la ciudad en un carruaje. A su lado se hallaba de pie una hermosísima mujer de elevada estatura ataviada con la indumentaria de la diosa Atenea. Los amigos de Pisístrato decían: «Atenienses, aceptad con buenos sentimientos a Pisístrato. La misma diosa Atenea lo ha honrado más que a todos los hombres, y ahora él regresa a su acrópolis.»

Una vez restablecida su posición en Atenas, Pisístrato volvió a separarse de Megacles. Evidentemente, éste contaba con que su yerno compartiera con él el poder; pero, en vista de que tal cosa no ocurría, la enemistad entre ellos volvió a enardecerse. La cuestión terminó para Pisístrato con una nueva expulsión de Atenas. A partir de entonces, los Alcmeónidas se convirtieron en consecuentes enemigos de la tiranía. En adelante pusieron en juego no pocos esfuerzos para su definitiva aniquilación. Un enemigo no menos ardoroso del tirano resultó ser el eupátrida Calías, hijo de Fenipo, quien, según el testimonio de Herodoto, acaparó todos los bienes de Pisístrato en cada una de sus expulsiones.

La segunda expulsión, que se prolongó durante diez años, más o menos, la pasó Pisístrato en el litoral macedonio, en el Pangeo de Tracia, donde poseía ricos yacimientos minerales en la desembocadura del río Estrimón, en la región en que posteriormente fue fundada la ciudad de Anfípolis.

La experiencia de la repetida expulsión no pasó para Pisístrato sin haber dejado vestigios. En adelante, su política se tornó más flexible y cautelosa. Procuró por todos los medios ensanchar la base social de su poder, y en parte lo logró.

Después de su tercera, y armada, ocupación del poder, Pisístrato, como es sabido, lo retuvo hasta su misma muerte. La aristocracia ateniense, debilitada por la prolongada vigencia de las leyes de Solón, no pudo ya ofrecerle la resistencia activa. Los éxitos políticos de Pisístrato en el exterior habían obligado a hacer las paces con el régimen tiránico incluso a muchos paralios.

La política social y económica de Pisístrato

Pisístrato no se propuso promulgar nuevas reformas ni abolir el orden establecido por Solón. Intentando dar solidez a su poder personal, recurrió a las más diversas medidas para ganar popularidad en los más amplios círculos de la sociedad ateniense. Según la afirmación unánime de los antiguos, lo logró en grado

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