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La generación de Bandung


Enviado por   •  17 de Noviembre de 2017  •  Informe  •  20.859 Palabras (84 Páginas)  •  246 Visitas

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El mismo proceso histórico que creó a las superpotencias puso en un dilema a las potencias tradicionales. ¿Cuál era su papel? Las naciones derrotadas, es decir Francia, Alemania y japón, se vieron empujadas por la necesidad a un reenfoque fundamental. Pero Gran Bretaña no había sido derrotada. Se había mantenido sola y había emergido victoriosa. ¿No podía continuar como antes? Churchill había luchado desesperadamente en defensa de los intereses británicos. Rechazaba de plano el concepto de Roosevelt según el cual Estados Unidos y Rusia eran las dos potencias "idealistas", y Gran Bretaña la codiciosa y vieja imperialista. Conocía el infinito cinismo que se reflejaba en la observación del embajador Maisky acerca de que él siempre sumaba en la misma columna las pérdidas aliadas y las nazis.' Señaló al embajador británico en Moscú que Rusia nunca había "actuado como no fuese en función del más frío interés propio y con total desprecio por nuestra vida y nuestra suerte".2 Tenía sombría conciencia de que Rusia ansiaba destrozar al Imperio Británico y alimentarse de sus fragmentos, y de que también Estados Unidos, con la ayuda de los Dominios y sobre todo de Australia y Nueva Zelanda, apoyaba la "descolonización". H. V. Evatt, el rispido ministro australiano de Relaciones Exteriores, incorporó esos conceptos a la carta de las Naciones Unidas.3 Churchill protestó en Yalta: "Mientras haya vida en mi cuerpo no se permitirá ninguna transferencia de la soberanía británica".4

Seis meses después Churchill había sido derrotado por el electorado. Sus sucesores laboristas planearon el desarme y la descolonización,


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se propusieron cultivar la amistad de Rusia y construir un estado de bienestar. En la práctica, se encontraron a merced de los acontecimientos. En agosto de 1945, lord Keynes les presentó un documento que demostraba que el país estaba en quiebra. Sin la ayuda norteamericana, "la base económica de las esperanzas del país no existe".5 Ernest Bevin, el líder sindical convertido en secretario de Relaciones Exteriores, comenzó con el lema "la izquierda puede hablar con la izquierda" y confió en la posibilidad de compartir secretos atómicos con Rusia. Pero pronto tuvo que decir a su colega, Hugh Dalton: "Molotov se parece exactamente a un comunista en un local del Partido Laborista. Si uno lo trata mal, aprovecha todo lo posible las ofensas, y si uno lo trata bien, se limita a elevar el precio y nos insulta al día siguiente".6 Poco a poco Bevin comenzó a representar la decisión británica de organizar la seguridad colectiva. Dijo a Molotov en 1949: "¿Ustedes quieren poner a Austria detrás de su Telón de Acero? No pueden. ¿Quieren a Turquía y los estrechos? No pueden tenerlos. ¿Quieren a Corea? No podrán apoderarse de ella. Están asomando la cabeza y un día la perderán".7

La política exterior de Bevin implicaba que Gran Bretaña tenía que mantenerse en la carrera de las armas estratégicas. Exactamente un año después que Keynes presentara su informe acerca de la quiebra, el jefe del Estado Mayor aéreo trató con el gobierno el tema de las bombas nucleares. Las especificaciones relacionadas con el primer bombardeo atómico británico fueron formuladas el 1 de enero de 1947.8 El principal científico nuclear de Gran Bretaña, P. S. M. Blackett, se opuso a la fabricación de una bomba británica, pero después llegó a la conclusión de que Gran Bretaña podía y debía adoptar una postura neutral frente a Estados Unidos y Rusia soviética.9 El principal asesor científico, sir Henry Tizard, se oponía también a la creación de una fuerza nuclear independiente: "No somos una gran potencia y jamás volveremos a serlo. Somos una gran nación, pero si continuamos comportándonos como una gran potencia, pronto dejaremos de comportarnos como una gran nación".10 Pero Tizard se asombró ante el éxito soviético, cuando Rusia consiguió detonar una bomba Aya en agosto de 1949 y atribuyó el hecho al robo del material. En todo caso, la decisión de fabricar la bomba fue adoptada en enero de 1947, en la culminación de la desesperada crisis de combustibles y poco antes de que Gran Bretaña traspasara a Truman la responsabilidad por Grecia y Turquía. Sólo estaban presentes Attlee, Bevin y cuatro ministros más.11 La erogación se "perdió" en el conjunto de los cálculos y se ocultó el dato al Parlamento. Cuando Churchill retornó al cargo en 1951, se sorprendió al comprobar que de ese modo se habían separado en secreto 100 millones de libras esterlinas y que el proyecto estaba muy avanzado.12


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La decisión de producir la bomba y el éxito brillante que acompañó el proceso de desarrollo y ejecución, sin duda mantuvieron a Gran Bretaña en el club más exclusivo durante treinta años más. La primera prueba de los británicos con la bomba A frente a la isla Monte Bello, en octubre de 1952, fue el factor que indujo a los norteamericanos a restablecer la asociación atómica. La primera prueba británica con la bomba H en la isla Natividad en mayo de 1957 formalizó esta asociación e indujo al Congreso a modificar la ley McMahon de 1946: los acuerdos bilaterales de 1955 y 1958 habrían sido imposibles sin la capacidad nuclear británica. Desde el momento en que se incorporó al club, Gran Bretaña pudo representar un papel importante en las negociaciones de 1958 a 1963 acerca de la prohibición de las pruebas y en el proceso que determinó el Tratado de No Proliferación de 1970. En 1960, en una famosa frase, Aneurin Bevan defendió la bomba británica ante sus colegas del Partido Laborista con el argumento de que, sin ella, un secretario británico de Relaciones Exteriores necesariamente entraba "desnudo en los altos consejos del mundo". Pero ésta era ya una formulación errónea. Sin la bomba, Gran Bretaña no podría haber participado en esta y en otras negociaciones, pues a semejanza de otros clubes de hombres, el nuclear no acepta a nudistas en sus concilios. En 1962, el acuerdo anglonorteamericano de Nassau otorgó a Gran Bretaña el derecho a sesenta y cuatro plataformas modernas de lanzamiento nuclear, contra 1.038 de Estados Unidos y alrededor de 265 de Rusia soviética. En 1977 las cifras relativas eran: Estados Unidos 11.330, Rusia 3.826 y Gran Bretaña 192: este descenso de la participación británica la excluyó de las conversaciones acerca de la limitación de armas estratégicas (SALT), pese a que en ese momento el "disuasor" británico habría podido destruir la totalidad de los principales centros industriales y de población de Rusia soviética, y producir 20 millones de bajas.13

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