La subdivisión de la provincia de Caracas
Enviado por alicia_mondongo • 12 de Junio de 2014 • Trabajo • 1.898 Palabras (8 Páginas) • 483 Visitas
La subdivisión de la provincia de Caracas,
proyectada, discutid
a y sancionada por el
Congreso Federal, despertó y fomentó una en
conada rivalidad en
las ciudades y lugares
subalternos, contra la capital;
?la cual, decían los congresales ambiciosos de dominar en
sus distritos, era la tirana
de las ciudades y la sanguijuela
del Estado?. De este modo se
encendió el fuego de la guerra civil en
Valencia, que nunca se
logró apagar con la
reducción de aquella ciudad; pues conservándo
lo encubierto, lo comunicó a las otras
limítrofes, a Coro y Maracaibo; y éstas entablaron comunicaciones con aquéllas,
facilitaron, por este medio, la entrada de
los españoles que trajo consigo la caída de
Venezuela.
La disipación de las rentas públicas en
objetos frívolos y perjudiciales, y
particularmente en sueldos de infinidad de of
icinistas, secretarios, jueces, magistrados,
legisladores, provinciales y federales, di
o un golpe mortal a la República, porque la
obligó a recurrir al peligroso expediente
de establecer el papel moneda, sin otras
garantías que las fuerzas y las rentas imag
inarias de la confederación. Esta nueva
moneda pareció a los ojos de los más,
una violación manifiesta del derecho de
propiedad, porque se conceptuaban despoja
dos de objetos de intrínseco valor, en
cambio de otros cuyo precio era incierto
y aun ideal. El papel moneda remató el
descontento de los estólidos
pueblos internos, que llamaron
al comandante de las tropas
españolas, para que viniese a
librarlos de una moneda que veían con más horror que la
servidumbre.
Pero lo que debilitó más el Gobierno de Venezuela fue la forma federal que adoptó,
siguiendo las máximas exageradas de los de
rechos del hombre, que autorizándolo para
que se rija por S mismo, rompe los pactos
sociales y constituye a las naciones en
anarquía. Tal era el verdadero estado de la
Confederación. Cada provincia se gobernaba
independientemente; y a ejemplo de éstas,
cada ciudad pretendía iguales facultades
alegando la práctica de aquéll
as, y la teoría de que todos los hombres y todos los
pueblos gozan de la prerrogativa de institu
ir a su antojo el gob
ierno que les acomode.
El sistema federal, bien que sea el más pe
rfecto y más capaz de proporcionar la felicidad
humana en sociedad, es, no obstante, el
más opuesto a los in
tereses de nuestros
nacientes estados. Generalmente hablando, t
odavía nuestros conciudadanos no se hallan
en aptitud de ejercer por S mismos y amplia
mente sus derechos; po
rque carecen de las
virtudes políticas que caracterizan al
verdadero republicano; virtudes que no se
adquieren en los gobiernos absolutos, en
donde se desconocen los derechos y los
deberes del ciudadano.
Por otra parte, ¿qué país del mundo, por morigerado y republicano que sea, podrá, en
medio de las facciones intestinas y de una
guerra exterior, regirse por un gobierno tan
complicado y débil como el federal? No es
posible conservarlo en
el tumulto de los
combates y de los partidos. Es preciso que el
Gobierno se identifique
, por decirlo así, el
carácter de las circunstancias, de los tiempos
y de los hombres que lo rodean . Si éstos
son prósperos y serenos, él debe ser dulce
y protector; pero si con calamitosos y
turbulentos, él debe mostrarse terrible y ar
marse de una firmeza igual a los peligros, sin
atender a las leyes, ni consti
tuciones, ínterin no se restablece la felicidad y la paz.
Caracas tuvo mucho que padecer por defe
cto de la confederación, que lejos de
socorrerla le agotó sus caudales y pertrec
hos; y cuando vino el pe
ligro la abandonó a su
suerte, sin auxiliarla con el menor conti
ngente. Además, le aumentó sus embarazos
habiéndose empeñado una competencia entre el
poder federal y el provincial, que dio
lugar a que los enemigos lle
gasen al corazón del Estado,
antes que se resolviese la
cuestión de si deberían salir
las tropas federales o provin
ciales, o rechazarlos cuando ya
tenían ocupada una gran porción de la Pr
ovincia. Esta fatal contestación produjo una
demora que fue terrible para nuestras armas.
Pues las derrotaron en San Carlos sin que
les llegasen los refuerzos
que esperaban para vencer.
Yo soy de sentir que mientras no central
icemos nuestros gobiernos americanos, los
enemigos obtendrán las más completas vent
ajas; seremos indefectiblemente envueltos
en los horrores de las disensiones civiles,
y conquistados vilipendiosamente por ese
puñado de bandidos que infestan nuestras comarcas.
Las elecciones populares hech
as por los rústicos del campo y por los intrigantes
moradores de las ciudades, añaden un obstáculo
más a la práctica de la federación entre
nosotros, porque los unos son tan ignorante
s que hacen sus votaciones maquinalmente,
y los otros tan ambiciosos que todo lo convier
ten en facción; por lo que jamás se vio en
Venezuela una votación libre y acertada, lo
que ponía al gobierno en manos de hombres
ya desafectos a la causa, ya ineptos, ya inmo
rales. El espíritu de
partido decidía en todo,
y por consiguiente nos desorganizó más de
lo que las circunstancias hicieron. Nuestra
división, y no las armas españolas
, nos tornó a la esclavitud.
El terremoto del 26 de marzo trastornó, cierta
mente, tanto lo físico como lo moral, y
puede llamarse propiamente la causa inmedi
ata de la ruina de Venezuela; mas este
mismo suceso habría tenido lugar, sin produc
ir tan mortales efectos, si Caracas se
hubiera gobernado entonces por una sola
autoridad, que obrando con rapidez y vigor
hubiese puesto remedio a los daños, sin trabas
ni competencias que retardando el efecto
de las providencias dejaban tomar al mal un incremento tan grande que lo hizo
incurable.
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