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La tierra que hurde la memoria de aquel que la habita...


Enviado por   •  20 de Abril de 2015  •  Síntesis  •  579 Palabras (3 Páginas)  •  188 Visitas

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La tierra que hurde la memoria de aquel que la habita…

Los violines inundan la plaza y el son las almas de los reunidos en esta fiesta. Se ofrecen los huapangos a la morenita y empieza la fiesta de los Huastecos. Con instrumento en mano y tacón listo se toca y se danza con la melancolía del tiempo. Dos días de canto a la tierra, de llamar a la sangre, de bailar a los viejos.

La herencia que se expresa en décimas, en requintos, no se recuerda, simplemente se nace con ella en estas tierras de sol, sierras, nubes y brisa. Se crece con el añoro en la punta de la lengua, con la canción en los poros de la piel, con el son en la llema de los dedos.

Él trabaja 14 horas al día en la milpa, saca 80 pesos al día y hierbitas pa vender en el mercado el domingo. Ella pizca y muele el maíz, trae el agua del río dos veces al día, barre el polvo suelto del piso de tierra y hace las mejores tortillas y sabrosos frijoles. Su chiquito tiene ya 2 años, con los cachetes colorados y la barriga de fuera se revuelca con el ‘toques’ porque no lo deja jalarle la cola.

Pero hoy es día de fiesta, los tres se lavan, peinan y visten con zapatos limpios. La música ya se escucha, el violin ya empezó a enchinar la piel y las campanas de la iglesia llaman no a misa, si no a recordar a ancenstros.

Él la abraza por la cintura, sube al chiquito a los hombros, se toma una cerveza. Ella acomoda al chiquito, responde al abrazo y se toma una cerveza.

La danza empieza, los sones se suceden unos a otros, se comparten liras, se componen versos, se recitan décimas, se abrazan hermanos en la melancolía del huapango huasteco.

La plaza se llena de hombres del campo, de manos fuertes y brazos curtidos por el sol, de ojos cansados y mentes que sueñan, que saben algo sin saber qué. De venas por donde corre sangre de artista, de artesano, de pensador y hombre libre.

Aquí el hombre de piel blanca no conquistó, pero llegó y usurpó tierras, impuso leyes e iglesias, fijó reglas y ató mentes. Pero viven en la huasteca, beben su agua y comen de su tierra. El canto, el baile, el son están en sus frutas, en su aire y en sus ríos.

En el entarimado siguen sucediendose jaranas, guitarras y violines, cantándo su son, los hombres de piel blanca honran a los de trabajo, reconocen que aquí habitan y esta es su tierra, y esperan algún día ser reconocidos también como huastecos.

Las danzas son testimonios vivientes de legendarios sucesos históricos y de ancestrales creencias religiosas que se expresan mediante el movimiento corporal y la indumentaria que relatan además las relaciones que los bailadores tienen con su medio social y natural, dice la antropóloga Amparo Sevilla en la introducción del libro Cuerpos de maíz: danzas agrícolas de la Huasteca, publicado por el Programa de Desarrollo Cultural de la Huasteca del Conaculta.

Mediante la danza fenómenos de

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