La trama de la Loba (Francisco Gavidia)
Enviado por CORDEROF2 • 28 de Agosto de 2013 • Resumen • 2.050 Palabras (9 Páginas) • 890 Visitas
La Loba(Francisco Gavidia)
Es Cacaotique que modernamente se pronuncia y escribe con toda vulgaridad Cacahuatique, un pueblo encaramado en las montañas de El Salvador, fronterizas a Honduras. Por ahí nació el bravo General don Gerardo Barrios, que, siendo Presidente de la República, más tarde, se hizo en Cacahutique una finca de recreo con dos manzanas de rosales y otras dos de limares, un cafetal que llegó a dar 900 sacos, y una casa como para recibir a la Presidenta, mujer bella y elegante por extremo. Un vasto patio de mezcla, una trilla y una pila de lavar café; una acequia que charlaba día y noche al lado de la tasa, todo construido en la pendiente de una colina, arriba y de modo que se dominaban de allí las planicies, los calles y vericuetos del cafetal cuando se cubría de azahares; la montaña muy cerca en que se veían descender por los caminos, casi perpendiculares, a los leñadores con su haz al hombro; por otro loado, montes. por otro, un trapiche, a tiempos moliendo caña, movido por bueyes que daban la vuelta en torno suyo, a tiempos enfundado en su sudario de bagazo, solitario y silencioso bajo un amate copudo; más allá cerros magníficos, uno de los cuales estaba partido por la mitad; limitando la finca, una hondonada en cuyo abismo se enfurecía un torrente, lanzando ahogados clamores; aire frío, cielo espléndido, y cinco o seis muchachas bonitas en el pueblo; éstos son recuerdos de la infancia.
Mi padre compró la finca a la viuda del Presidente, y dejando a San Miguel vivimos en ella por tres años. Yo tendría entonces unos ocho. Algo más quisiera escribir sobre aquel pueblo, pero no hay tiempo; no dejaré de mencionar, sin embargo, uno de los más soberbios espectáculos que puede verse. Desde la plazoleta del Calvario se ve extenderse un valle de diez o doce leguas de anchura. Por él pasaban otro tiempo, formando selvas de picas, carcajadas al hombro, las huestes innumerables Lempira. En el fondo del valle se ve arrastrarse el Lempa, como un lagarto de plata. En un lado del río, hasta San Miguel, se llamó Tocorrostique; el otro lado, hasta San Miguel, se llamó Chaparrastique. Más allá del valle se extiende el verde plomizo de las selvas de la costa; y más allá como el canto de un disco, la curva azul de acero del Pacífico. Un cielo tempestuoso envuelve con frecuencia en las nieblas de un desecho temporal el gigantesco panorama. Como el valle se extiende hasta el mar, desde el mar vienen aullando los huracanes, por espacio de cincuenta leguas, a azotar los liquidámbares de la montaña de Honduras. Por eso habréis oído decir que alguna vez el viajero que pasa por la altura de Tongolón, desde donde se ven los dos océanos, derribando por el viento furioso, rueda por los precios horribles.
Cacahuatique es un pueblo en que se ve palpablemente la transición del aduar indígena al pueblo cristiano. Los techos pajizos se mezclan a los tejados árabes que adoptó sin restricción nuestra arquitectura colonial. Los cazadores usan la escopeta y la flecha. El vocabulario es una mezcla pintoresca de castellano y lenca, y la teogonía mezcla el catolicismo, el panteísmo pavoroso de las tribus. Todavía recuerdo el terror infantil con que pasaba el viendo al interior de una casucha donde vivía una mujer, de quien se aseguraba que por la noche se hacía cerdo.
Esta idea me intrigaba, cuando al anochecer, iba a conciliar el sueño y veía la cornisa del cancel de la alcoba; cornisa churrigueresca que remedaba andaban por ahí en altas horas. Pensaba también en que podía oír los pasos que se aseguraba que solían sonar en la sala vecina y que algunos
atribuían al difunto Presidente. Quitad de este pueblo los tejados árabes, las dos iglesias, los innumerables árboles de mando que se sembraron entre los años 1840 a 1860, importados de la India; quitad las cruces del cementerio, se levita de algodón, bordaba de cinta de lana al alcalde; sus pañolones de seda a las aldeanas descalzas; suprimid los caballos y los bueyes, ya Cacahuatique es lo que era antes de la conquista, con sus ídolos acurrucados en el templo, cuyos flancos ofrecen un intrincado mosaico donde las florescencias y los animales, se mezclan a la figura humana, como el espíritu humano se mezclaba en la sombría filosofía indígena a los brutos, a los árboles y a la roca.
Como hayáis concebido a este pueblo en su faz primitiva, empiezo mi narración, que es, en el fondo, la que me hizo Damián, un mayordomo.
Kol-ak-chiutl (mudada de culebra), que en la tribu por abreviación acabaron por pronunciar Kola, era una mujer que se iba enriqueciendo a ojos vista, debido a que era bruja y además ladrona.
Tenía una hija, Oxil-tla (flor de pino) de ojos pardos como la piel de una liebre montés. Su pie era pequeño; sus manos, que sólo se habían ensayado en devanar algodón y en tejer lienzos de plumas, puestas al sol dejaban pasar la luz como una hoja tierna. Su pecho era como la onda del río Para completar su belleza; niña aún, su abuelo materno le había pintado el más lindo pájaro en las mejillas. Kola llevó un día a su hija al campo, y allí le dijo un secreto. Tres días después Kola había ido con ella al peñol de Arambala, donde moraba Oxtal (Cascabel), señor de Arambala, con diez mil flecheros que defendían el peñol; pues el príncipe se había apoderado de la comarca por traición. Invitado a una fiesta, su gente, que había dejado en los bosques vecinos, cayó de improvisto en la tribu embriagada con aguardiente de maíz. Kola y su hija Oxil-tla pusieron a sus pies de ratón montés y un dosel de plumas de quetzal. Oxtal las besó en los ojos y esperó en silencio. La madre hizo una seña a su hija, y ésta ruborosa, desdobló el manto y puso a los pies del cacique sus ídolos de piedra de río.
Entonces Kola habló de esta manera:
- Estos son los cuatro dioses de mis cuatro abuelos, el
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