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Los Dientes De Belgrano


Enviado por   •  29 de Octubre de 2013  •  789 Palabras (4 Páginas)  •  324 Visitas

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. LOS DIENTES DEL PRÓCER

"Es lo mejor que tenemos en la Patria”, escribió el gobierno de Buenos Aires un San Martín indignado, luego de recibir órdenes para que se reportase para ser juzgado por la derrota de Ayohúma. Porque don José siempre tuvo una gran estima por Belgrano.

Por quien, hallándose en su campamento de Santa Rosa, recibió un chasque que le anunciaba que la junta de Mayo lo había elevado al rango de Brigadier, grado recientemente creado. “Esto me puso en la mayor consternación, así porque nunca pensé en trabajar por interés en distinciones, como porque preví la multitud de enemigos que debía acarrearme, así que contesté a mis amigos que sentía más el titulo de Brigadier, que si me hubieran dado una puña¬lada", fue la reacción de don Manuel.

Es que la Junta había otorgado las tres primeras jerar¬quías a integrantes de la misma. Belgrano detestaba la inmoralidad.

También tenía sentido del humor: cierta vez el general realista Pío Tristán, arrogante, cuando aún no había sido vapuleado en la batalla de Tucumán, le envió una misiva que cerraba debajo de su firma con grandes letras: "Campa¬mento del Ejército Grande, Septiembre 15 de 1812". El jefe del ejército patriota le respondió, mordaz, poniendo debajo de su firma: "Cuartel General del Ejército Chico, Septiem¬bre 17 de 1812".

Tanto mérito y tanta virtud no bastaron para ganarle el reconocimiento de sus contemporáneos. Todo lo contra¬rio. Desde 'Tucumán, enfermo ya de muerte, donde sólo recibió "escarnio e ingratitud" como él mismo lo pusiese en una carta a su amigo Redead, emprendió una fatigosa mar¬cha hacia Buenos Aires en busca de algún apoyo que le permitiera sobrellevar la miseria en que transcurrieron sus últimos años. A pesar de la gruesa suma que el Estado le adeudaba por sus sueldos impagos. Al pasar por Santiago del Estero, el entonces coronel Dorrego, quien no le perdo¬naba que San Martín lo hubiese sancionado por su culpa, hizo pasear por el centro de la ciudad y ante los ojos de don Manuel a un opa pueblerino disfrazado de Brigadier y gri¬tando frases hirientes.

No fue ésa la única injuria sufrida por aquel hombre que apenas podía caminar por la hidropesía aguda y la debilidad progresiva. En Córdoba, cuyo gobernador, su ex subalterno Bustos, le denegó ayuda económica igual que sus colegas de las otras provincias que atravesó en su calvario, don Manuel y su fiel ayudante Helguera se detu¬vieron en una posta. Convocaron entonces al encargado para solicitarle algo.

Dígale usted al general Belgrano que si quiere ha¬blar conmigo venga a mi cuarto que hay igual distancia -fue la réplica insolente.

Eran aquellas épocas de turbulentos enfrentamientos fratricidas, de los que el vencedor de Salta y Tucumán no supo o no pudo permanecer ajeno, cuando era más difícil que nunca diferenciar

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