Los Señores Del Agua

Los señores del Agua

Trata acerca de las ciudades del Valle de México durante la conquista española. Habla sobre las plazas de mercado como la de Xochimilco, Coyoacán, Iztapalapa, Tezcoco, Atzcapotzalco, entre otras, que eran una parte muy importante en la economía del Valle de México.

El Tlatoanic, era un rey que dirigía un Altepetl (cerro de agua, para referirse a la ciudad o su población).

Existía ahí una triple alianza que era la más famosa de las alianzas triples, que estaba conformada por Tlacolpan, Tetzcoco y México-Tenochtitlan. Esta Triple Alianza era considerada una necesidad debido a que ningún reino del Valle hubiese podido administrar por si solo el sistema de rutas y plazas de mercado, las provincias tributaarias y las redes de compromisos entre linajes nobles.

La división básica de esta sociedad se dividía en dos grupos sociales, los nobles o pipiltin y la gente común (macehualli). Los macehuales eran agricultores, pescadores, artesanos y trabajadores de otras especialidades, que pagaban tributo a la nobleza. Mientras que los pilis se encargaba de las tareas relacionadas con el gobierno, la justicia, organización de la guerra y el culto religioso.

Después surgieron los vagabundos, a partir de que los jóvenes abandonaban su pueblo sin tener a donde más ir, por lo cual vagaban y formaban su propio grupo de otros jóvenes igual que ellos, sin tener a donde ir.

Los jóvenes nobles acudían a la escuela denominada calmécac donde recibían una educación estricta y muy orientada a las tareas de dirigencia como la estrategia militar, el sacerdocio y el gobierno.

En el calmécac eran vigilados muy atentamente en cuanto a su conducta, querían que evitaran relaciones con mujeres. Y en las escuelas denominadas telpochcalli, era todo lo contrario, la disciplina era menos estricta y los jóvenes podían tener aventuras con las mujeres de su misma condición que conocían en las prácticas de danza que realizaban en cuicacalli.

Existian dos ritos ceremoniales, uno de ellos era el rito a Tlaloc, donde sacrificaban a decenas de bebés para agradarle al dios de la tormenta y la lluvia.

El otro era el rito a Xipe, el dios de la primavera, donde un sacerdote se paseaba cubierto por la piel de un sacrificado.

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