Machu Picchu
Enviado por katitah • 13 de Julio de 2011 • 1.978 Palabras (8 Páginas) • 569 Visitas
Depresión de Jose Maria Arguedas
Hace 40 años abandonó este mundo José María Arguedas, 4 días después de llevar a la práctica la idea de autoeliminación que lo atormentaba desde su juventud. Proyecto fatal que interrumpe perturbadoramente -en la forma de diarios- el relato de "El zorro de arriba y el zorro de abajo", su última novela; es justamente en el epílogo de aquellos diarios que el escritor anuncia su final: "Me retiro ahora porque siento, he comprobado que ya no tengo energía e iluminación para seguir trabajando, es decir, para justificar la vida. Y muchos, ojalá todos los colegas y alumnos, justifiquen y comprendan que para algunos el retiro a la casa, es peor que la muerte.”
Precisar cómo los aspectos sexuales de su infancia contribuyeron a desencadenar una patología depresiva que lo llevó finalmente al suicidio,
Las patologías psiquiátricas emergentes en la adolescencia tienen generalmente sus orígenes en la infancia. En Arguedas esto es evidente.
Nació en Andahuaylas en 1911, su padre, Víctor Manuel, era abogado de origen cuzqueño y su madre, Victoria Altamirano, señora principal de San Pedro de Andahuaylas, desafortunadamente murió en 1914, cuando él no había cumplido aun los tres años de edad, "Yo no me acuerdo de mi mamá. Esa es una de las causas de mis perturbaciones emocionales" afirmaba.
“En abril de 1966, hace ya algo más de dos años, intenté suicidarme. En mayo de 1944 hizo crisis una dolencia psíquica contraída en la infancia y estuve casi cinco años neutralizado para escribir.
En 1918 toda la familia vivía en Puquio (Ayacucho). El padre viajaba continuamente y sólo lo veían una vez por semana. “La madrastra los trataba con delicadeza” y a José María “llegó a quererlo mucho”, recuerda Arístides en sus memorias. La opinión de José María, sin embargo, era otra:
“Voy a hacerles una confesión un poco curiosa: yo soy hechura de mi madrastra. Mi madre murió cuando yo tenía dos años y medio. Mi padre se casó en segundas nupcias con una mujer que tenía tres hijos; yo era el menor y como era muy pequeño me dejó en la casa de mi madrastra, que era dueña de la mitad de un pueblo; tenía mucha servidumbre indígena y el tradicional menosprecio e ignorancia de lo que era un indio, y como a mí me tenía tanto rencor como a los indios, decidió que yo debía vivir con ellos en la cocina, comer y dormir allí.”
Pablo Pacheco, el hermanastro, diez años mayor que él, era el prototipo del gamonal serrano, cruel, prejuicioso, abusivo y racista.
“Entró mi hermanastro, estaba tomando sopa y tenía un plato de mote a mi lado con su pedacito de queso. Me quitó el plato de la mano y me lo tiró a la cara, y me dijo: ‘no vales ni lo que comes’ (...). Yo salí de la casa, atravesé un pequeño riachuelo, al otro lado había un excelente campo de maíz, me tiré boca abajo, en el maíz, y pedí a Dios que me mandara la muerte.”
Según Arguedas, el hermanastro lo obligó en una ocasión a presenciar un acto de violación sexual a una tía suya, que era además una de sus múltiples amantes.
Carlos García Bedoya opina: “Como es conocido, la presentación de la sexualidad, en la obra de Arguedas es fundamentalmente desgarrada, es una presentación extremadamente cruenta de la sexualidad, no es una sexualidad gozosa, no es una sexualidad de disfrute.
Para Mario Vargas Llosa: “En estos relatos hacer el amor no es jamás una fiesta en la que una pareja encuentra una forma de plenitud, una acción que enriquece y completa a la mujer y al hombre, sino un impulso gobernado por oscuras fuerzas a las que es difícil desobedecer y que precipitan al que cede a ellas en un pozo de inmundicia física y moral.
Lo relegó a la posición de uno de los sirvientes indios de la casa, rol que abandonaba sólo cuando llegaba su padre, y al partir éste volvía a dormir en la cocina en una batea sobre un pellejo lleno de piojos, a cortar alfalfa en las madrugadas, regar los sembríos en las noches y recibir raciones miserables de comida. Su refugio y amparo fueron los indios y las indias de la servidumbre que "vieron en mí exactamente como si fuera uno de ellos, con la diferencia que por ser blanco acaso necesitaba más consuelo .. y me lo dieron a manos llenas".
Entre 1923-1926, viajó con su padre por la sierra sur, y luego quedó definitivamente en Ica. Aquí tuvo una experiencia traumática, se había enamorado de Pompeya, una muchacha iqueña, quien terminó por despedirlo con un desplante racista: "no hago el amor con serranos". Después de vivir en Huancayo y Yauyos, otro hecho dramático acontece en su vida, en enero de 1932 fallece su padre. Un año antes había ingresado a estudiar en San Marcos.
Entre 1943 y 1945, Arguedas presentó un episodio depresivo caracterizado por decaimiento, fatiga, insomnio, ansiedad y probablemente crisis de angustia, por lo cual pidió licencia repetidas veces en su centro de labores (trabajaba como profesor en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe). Este episodio lo describió en sus cartas a su hermano Arístides y brevemente en sus diarios de El zorro de arriba y el zorro de abajo. Al parecer, tuvo una recuperación parcial con exacerbaciones periódicas.
Sin embargo, los síntomas depresivos no habían desaparecido, presentando exacerbaciones periódicas. Arguedas visitó a distintos médicos psiquiatras, entre los cuales figuran los peruanos Pedro León Montalbán y Javier Mariátegui Chiappe, el uruguayo Marcelo Viñar y la chilena-lituana Lola Hoffmann. Recibió múltiples modalidades terapéuticas, incluyendo fármacos sedantes, antidepresivos, electrochoques y terapia psicoanalítica.
“He luchado contra la muerte o creo haber luchado contra la muerte, muy de frente, escribiendo este entrecortado y quejoso relato. Yo tenía pocos y débiles aliados, inseguros; los de ella han vencido.”
Su primer matrimonio con Celia Bustamante, contribuyó, en algunos momentos, a acentuar su angustia y frustación. Sobre su primera esposa y cuñada decía "me trataron
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