Nacionalismos Vs Globalización
Enviado por 3111 • 7 de Octubre de 2013 • 6.220 Palabras (25 Páginas) • 344 Visitas
NACIONALISMO Vs. GLOBALIZACIÓN
¿Hay un resurgir de los nacionalismos en estos tiempos de globalización?
Como un espectro parece recorrer el mundo y tiene nombre propio: volkgeist. Nación y nacionalismo, que fueran los protagonistas de los siglos XIX, hoy regresan con voz de mando en el mundo de la globalización retando a cuantos profetizaban su desaparición. Hoy el nacionalismo se encuentra más vivo que nunca. El desplome de las ideologías, el rápido incremento de los flujos culturales y el agotamiento de los límites espacio-temporales parecen no tener efecto en el siempre poderoso llamado del espíritu nacional.
El fenómeno nacionalista regresa hoy con una gran fuerza que no se había visto desde hace ya muchos años. Es de una inmensidad inconcebible y, al mismo tiempo, posee mil caras, En los últimos tiempos se han observado luchas de liberación nacional (Siria, Kurdistán, Palestina, Israel, País vasco, Líbano, Libia, Yemen del Sur), luchas por los derechos de los pueblos oprimidos (Conflictos tribales sudaneses, indios de América Latina, aborígenes australianos, indígenas mexicanos, tibetanos), conflictos entre nacionalidades (Serbia/Bosnia/Kósovo, Sri Lanka), desafíos nacionalistas antiimperialistas (Cuba, Irak, Venezuela), movilizaciones nacionalistas en contra de la globalización, radicalismos identitarios (populistas, neofascistas), raciales (neonazi), nacional-religiosos (fundamentalistas), etc. Siendo Francia y España los países europeos con mayor número de nacionalismos. En la región de Bretaña, en el noroeste, existen partidos políticos que abogan por una descentralización de la República y el reconocimiento del bretón y el galo al mismo nivel que el francés. Algunos solo piden más autonomía y otros directamente la independencia. En Córcega también podemos encontrar un fuerte sentimiento nacionalista derivado de los cambios de soberanía que ha sufrido la isla en su historia. Córcega formó parte de la Corona de Aragón y después de la República de Génova, hasta que fue vendida a Francia en 1768. Existen otros nacionalismos como el borgoñés, alsaciano, arpitano, normando o caledonio. El Reino Unido está formado por cuatro países constituyentes: Escocia, Gales, Irlanda del Norte e Inglaterra. Llama la atención que cada uno de estos territorios posee movimientos nacionalistas propios, que en muchas ocasiones son también independentistas. Encontramos nacionalismos en países como Finlandia (archipiélago de Aland), Suecia (región de Jämtland), Dinamarca (Islas Feroe), Países Bajos (provincia de Frisia), Polonia (región de Silesia), República Checa (región de Moravia) y el caso de los lapones o sami, un pueblo que habita en Laponia, zona que engloba el norte de Suecia, Finlandia y Noruega, entre muchos otros a nivel mundial.
Ahora para entender el alcance de este enorme resurgimiento mundial es necesario adentrarse en la naturaleza del fenómeno, ponerlo en relación con el otro, aparentemente contradictorio, de la globalización y encontrar la dirección de su incursión tan exitosa en la esfera de la política y cultura contemporánea. Ahora bien, como el nacionalismo se ha mostrado reacio desde siempre a definiciones claras, empezare este planteamiento con un breve esbozo de su contextualización en el tiempo.
No es indispensable viajar mucho en el tiempo para descubrir los rastros del nacionalismo. Históricamente es un producto genuino de la modernidad. Su primera manifestación reconocible es la declaración del Tercer Estado, en París en 1789, donde éste es la “Nación” soberana, reunida bajo los lemas de “libertad, igualdad, fraternidad”. No se debe olvidar que este sentimiento de nacionalismo se encuentra fuertemente enraizado no solo en los procesos de la revolución francesa, sino en procesos anteriores, pero que tuvo su máximo esplendor en el siglo XIX, lo que lo convierte como se mencionó anteriormente en producto de la modernidad. El nacionalismo apera a sentimientos de pertenencia por el lugar al cual un individuo está adscrito. Es necesario resaltar que no hay nación sino hay nacionalismo. La Nación se construye, se edifica cuando una colectividad se vuelve consciente de ser una comunidad. Aquí es cuando entra a jugar Benedict Anderson con la definición de nación a partir de la comunidad. Benedict define la nación como una comunidad política imaginada de personas inherentemente limitada y soberana. (Benedict, A., 1993: 23).
Es decir, es una comunidad porque se construye a partir de la colectividad de las personas que habitan en el Estado. Es imaginada porque yo como ciudadana me imagino como parte de un Estado con unas fronteras. Soberana y limitada a partir de los principios liberales y de los principios políticos que rigen el Estado. Ahora bien como se construye la nación, como se construye la comunidad imaginada de personas. Esta se construye a partir del nacionalismo que es el sentimiento de pertenencia que edifica una identidad, es la identificación a partir de símbolos y creencias en una comunidad a la cual se pertenece. El nacionalismo como sentimiento de pertenencia va a hacer uso de la patria, del patrioterismo, hace uso de la emoción, es un constructo mental que permite a los individuos a partir de unos elementos patrióticos, sentirse parte de un proyecto político llamado nación. La mayor parte de los llamados nacionalismos que se presentan en Europa hacen parte de estos elementos del patrioterismo sin haber nación aún, con estos lo que se pretende es crear la nación donde no la hay. Se empiezan a crear símbolos patrios que le permiten al individuo identificarse con un territorio, que le permiten reconocer que hace parte de una comunidad, que le permiten construir lo nacional. Cabe aclarar que para Benedict Anderson tanto la nación como el nacionalismo son artefactos culturales de una clase particular. (Benedict, A., 1993: 21).
Ahora bien, La idea revolucionaria de “nación”, con sus secuelas de soberanía popular e igualdad ciudadana se propagó en pocos años como una gran bola de fuego por toda Europa. Era una idea que había encontrado bayonetas: las de la Grande Armée de Napoleón Bonaparte. La “nación” simbolizaba entonces la unidad y autodeterminación política del “pueblo”, entendido como la unión de los ciudadanos libres e iguales frente a los poderes tradicionales de las aristocracias y realezas del continente (antiguo régimen). Un mensaje democrático explosivo que los franceses anunciaban a todo el mundo.
Sin embargo, no paso mucho tiempo para quedar claro que el perseguido “universalismo” de la nación francesa era, en realidad, un nacionalismo particular que reflejaba desde el comienzo rasgos imperialistas. Otras “naciones” tomaron vida por inspiración o por reacción. Fuera de las fronteras de Francia poblaciones culturalmente distintas
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