Notas sobre el falso debate entre la división de Economía entre su versión Normativa vis a vis positiva

Notas sobre el falso debate entre la división de Economía entre su versión Normativa vis a vis positiva

Germán Vargas Magaña

Existe un viejo debate entre quienes sostienen que existe en el seno de la disciplina económica una división entre la economía positiva y normativa. Es un debate que, al menos, se remonta al siglo XIX cuando Stanley Jevons, uno de los primeros en desarrollar el enfoque teórico de la utilidad marginal, escribía que en un futuro con el desarrollo del conocimiento matemático sería posible formular una teoría económica separada de la política. Hasta ese momento la mayor parte de los tratados en Economía llevaban por título el binomio de Economía Política. Y existían serias dudas de que el estudio del funcionamiento de los mercados pudiese llevarse a cabo al margen de estudiar los aspectos políticos, históricos, culturales. No obstante, a principios del siglo XX, más por motivos ideológicos, se sustrajo por completo las referencias a lo político –o entras palabras, al poder-.

El asunto no es menor. ¿Es posible formular una teoría económica que sea completamente positiva? Es decir, fuera de toda influencia ideológica. Tal como lo postula M. Friedman en un artículo de 1953 la teoría positiva seria aquella parte del conocimiento encargada de definir “lo que es”. Y la teoría normativa “lo que debe ser”. Pero, como se puede inducir, la teoría normativa está en función de los desarrollos empíricos y teóricos de la economía positiva.

Esto significa que, para los economistas que postulan que existe esta división, el político, o economista normativo, no puede formular sus propuestas solo en términos de lo que es mejor, sino que esos deseos normativos deben estar fundados en afirmaciones positivas.

Sin embargo, más allá de que la evidencia empírica está lejos de generar la solidez que se requiere. La política económica pertenece a un campo de conocimiento aún más amplio que es el campo de la política pública. Y en este campo se rechazan ambas nociones (normatividad y positividad). Porque los conceptos de óptima y eficiencia no son reales. Y por ello a lo único que se puede aspirar, en el terreno de la política económica es a la factibilidad.

Hipótesis de Tiebout

Es la hipótesis de los “consumidores votan con los pies”. Es decir, que el votante revela sus preferencias por los bienes públicos, aunque no lo quiera revelar, simplemente por el desplazamiento. Es una aplicación de los principios neoclásicos al estudio del gasto público:^[1] 

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