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Patrióticos de los símbolos de la Аrgentina


Enviado por   •  6 de Mayo de 2013  •  Tutorial  •  3.636 Palabras (15 Páginas)  •  320 Visitas

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1 de mayo

Ha dicho nuestro primer mandatario que la obligación primordial de todo argentino orgulloso de sus orígenes y amante de su patria, es la de trabajar, porque siendo el trabajo la única fuente de riqueza individual, es también, el único origen de riqueza colectiva. Afirmó que el producto de ese trabajo habría de ser disfrutado por el proletariado, que ya no sería explotado por el capitalista particular ni por el Estado convertido en patrono. Y bien, pues, si el trabajo ha de ser el promotor de la riqueza pública, debe el estado, lógicamente, promoverlo, y asegurar a quienes lo realicen el goce de las ventajas preconocidas. Y así se hizo.

Considerando el justicialismo el que trabaja cumple con un imperativo moral y material de su condición de hombre, esto quiere decir, que el trabajo constituye un atributo natural, inalienable e imprescindible de la personalidad humana, cuyo desconocimiento origina las perturbaciones sociales de todos conocidas, y cuyas consecuencias gravitan sobre la tranquilidad y la economía de la Nación; tratando de evitar esos factores de inquietud mediante una legislación humana que asegurará al obrero todo lo que se encuentra en el llamado artículo de los derechos del trabajador.

Estos derechos fueron incorporados a la constitución justicialista de 1949. El hombre por su condición de tal, tiene necesidades de orden moral, físico y espiritual que satisfacer; y que el estado debe, por todos los medios a su alcance, facilitarles la forma de llenarlas ampliamente. Como para el justicialismo, el único camino que conduce a esa solución es el trabajo, tiende, entonces, a fomentarlo. Con esto, lo que siempre se consideró una obligación impuesta por la vida, se ha transformado en un derecho. Por lo tanto, no será una carga para el individuo, ni un medio fácil de vida para aquellos que utilicen sus servicios.

Ha sido retribuido moral y materialmente, asegurando al obrero un bienestar concorde no solo con el esfuerzo realizado, sino con sus necesidades perentorias. El gobierno al fundar escuelas especializadas promueve la capacitación del proletario para que alcance mejores posibilidades económicas y un mayor grado de dignidad profesional. Y se aseguran a los trabajadores los derechos más amplios para el cómodo y saludable ejercicio de sus tareas; mediante disposiciones que contemplan las condiciones higiénicas de los locales de trabajo, e imponen a los empleadores la obligación, cuando sea menester, de proporcionarles viviendas sanas, alimentación suficiente y adecuada, indumentarias apropiadas y una máxima duración de la jornada laborable de conformidad con la índole de las actividades. Junto con ello, que es, en realidad la protección del presente de los proletarios, se contempla también su futuro. El fantasma de las suspensiones y los despidos injustificados desapareció de los hogares modestos. La incapacidad física, originada en el trabajo o fuera de él, ya no deja al obrero en la miseria.

Su familia esta protegida contra todo riesgo. Sus derechos al mejoramiento económico y la defensa de sus intereses profesionales, se encuentran perfectamente asegurados. Y los preceptos del Decálogo de los Derechos de la Ancianidad cubren al trabajador de cualquier riesgo que pudiera no haberse cubierto con la legislación del trabajo. Por todo lo que dejamos expuesto, el 1° de mayo adquiere en nuestro país los perfiles de una verdadera jornada cívica, en la cual la gratitud del pueblo trabajador hacia quienes les otorgan las conquistas de las cuales hoy disfrutan, se vuelcan entusiastamente por las calles como auténtico testimonio de insobornable adhesión al líder.

5 de mayo

Ha dicho nuestro primer mandatario que la obligación primordial de todo argentino orgulloso de sus orígenes y amante de su patria, es la de trabajar, porque siendo el trabajo la única fuente de riqueza individual, es también, el único origen de riqueza colectiva. Afirmó que el producto de ese trabajo habría de ser disfrutado por el proletariado, que ya no sería explotado por el capitalista particular ni por el Estado convertido en patrono. Y bien, pues, si el trabajo ha de ser el promotor de la riqueza pública, debe el estado, lógicamente, promoverlo, y asegurar a quienes lo realicen el goce de las ventajas preconocidas. Y así se hizo.

Considerando el justicialismo el que trabaja cumple con un imperativo moral y material de su condición de hombre, esto quiere decir, que el trabajo constituye un atributo natural, inalienable e imprescindible de la personalidad humana, cuyo desconocimiento origina las perturbaciones sociales de todos conocidas, y cuyas consecuencias gravitan sobre la tranquilidad y la economía de la Nación; tratando de evitar esos factores de inquietud mediante una legislación humana que asegurará al obrero todo lo que se encuentra en el llamado artículo de los derechos del trabajador.

Estos derechos fueron incorporados a la constitución justicialista de 1949. El hombre por su condición de tal, tiene necesidades de orden moral, físico y espiritual que satisfacer; y que el estado debe, por todos los medios a su alcance, facilitarles la forma de llenarlas ampliamente. Como para el justicialismo, el único camino que conduce a esa solución es el trabajo, tiende, entonces, a fomentarlo. Con esto, lo que siempre se consideró una obligación impuesta por la vida, se ha transformado en un derecho. Por lo tanto, no será una carga para el individuo, ni un medio fácil de vida para aquellos que utilicen sus servicios.

Ha sido retribuido moral y materialmente, asegurando al obrero un bienestar concorde no solo con el esfuerzo realizado, sino con sus necesidades perentorias. El gobierno al fundar escuelas especializadas promueve la capacitación del proletario para que alcance mejores posibilidades económicas y un mayor grado de dignidad profesional. Y se aseguran a los trabajadores los derechos más amplios para el cómodo y saludable ejercicio de sus tareas; mediante disposiciones que contemplan las condiciones higiénicas de los locales de trabajo, e imponen a los empleadores la obligación, cuando sea menester, de proporcionarles viviendas sanas, alimentación suficiente y adecuada, indumentarias apropiadas y una máxima duración de la jornada laborable de conformidad con la índole de las actividades. Junto con ello, que es, en realidad la protección del presente de los proletarios, se contempla también su futuro. El fantasma de las suspensiones y los despidos injustificados desapareció de los hogares modestos. La incapacidad física, originada en el trabajo o fuera de él, ya no deja al obrero en la miseria.

Su familia esta protegida contra todo riesgo. Sus derechos al mejoramiento económico y la defensa de sus intereses profesionales, se encuentran perfectamente asegurados. Y los preceptos del Decálogo de los Derechos

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