Plomo cerrado
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Plomo cerrado
El desequilibrio estratégico de la revolución bolivariana
Por: Luis Aponte | Miércoles, 20/10/2010 10:19 PM | Versión para imprimir
Con esta reflexión queremos hacer una contribución al debate con respecto a la situación actual de la revolución bolivariana. Los resultados electorales en las Parlamentarias 2010 nos acercan, para bien o para mal, a un importante punto de inflexión, siendo un deber de cada revolucionario hacer sus respectivos aportes al diagnóstico de la situación.
Como es generalmente aceptado, la producción petrolera y la distribución de su renta ha sido por más de cien años el centro de la lucha de clases en Venezuela, desde los años del gobierno de Cipriano Castro hasta nuestros días.
El modelo económico capitalista impuesto a Venezuela a través de la alianza anti-patriótica de la oligarquía criolla con el imperialismo yanqui, provocó entre otras consecuencias, la atrofia de la producción agrícola nacional. El país fue conducido a una extrema dependencia alimentaria bajo la famosa figura de la “agricultura de puertos”. El campesinado pobre fue forzado a abandonar masivamente la tierra, ora por hambre y desatención, ora por la expulsión compulsiva llevada a cabo por la clase terrateniente, imbricada con los factores del poder estatal. Inmensas extensiones de tierra arrebatada a sus legítimos dueños fueron sometidas a ineficientes métodos de producción o simplemente se mantuvieron ociosas.
Las ciudades de la región norte-costera se fueron copando de campesinos pobres y sin tierra que engrosaron los cordones de miseria que circundan a aquellas. Al saturarse los espacios dentro de las ciudades apareció el fenómeno suburbano, con igual o mayor grado de pobreza, miseria y exclusión.
En lo social surge un inmenso y crónico “ejército de reserva”: los llamados despectivamente “marginales” o “lumpen”. Generaciones completas que nunca llegan a vender su fuerza de trabajo en el mercado capitalista formal o sólo lo logran ocasionalmente. Masas que sobreviven de las migajas de la renta petrolera.
Con un capitalismo atrasado y dependiente, las grandes concentraciones de la clase obrera venezolana se vieron por décadas reducidas y aisladas en la industria petrolera y en otras industrias básicas extractivas, de posterior desarrollo. Allí donde los núcleos obreros alcanzaron cierto grado de organización masiva, la lucha sindical fue pasto de la influencia ideológica y política de la burguesía, dando origen y sostén a organizaciones cupulares, al estilo mafia, como la CTV. Era la renta petrolera jugando un papel contrario a los intereses del proletariado.
Bajo el impacto petrolero se invirtió la estructura poblacional venezolana pasando la población urbana y suburbana a ser mayoritaria con respecto a la rural. Las ciudades se constituyeron en centros cosmopolitas, y muy anarquizados, donde se concentraba la actividad gubernamental, comercial, de servicios y la raquítica producción fabril, amén de nicho de actividades delictivas de todo tipo. Allí, un segmento minoritario de la población contrastaba, en riqueza y opulencia, con una mayoría empobrecida y excluida, social, económica y políticamente.
En paralelo, el campo venezolano se encontraba postrado, sus pobladores pobres expropiados y explotados, y sus sectores medios sometidos a la dictadura de los oligopolios agroindustriales (asociados con el capital transnacional) y del sector oligárquico financiero. Bajo el esquema de la economía de enclave neo-colonial, el bloque oligárquico amenazaba constantemente con el empobrecimiento y desaparición de los sectores medios del campo. La “reforma agraria” puntofijista representó la guinda del gran pastel con que las clases dominantes celebraron la derrota del movimiento insurreccional de la década de los sesenta.
Quizás sea un atrevimiento nuestro, dado nuestros escasos conocimientos del materialismo dialéctico, caracterizar al fenómeno someramente descrito como la expresión particular de la contradicción fundamental de la sociedad venezolana.
Era evidente que a la largo del siglo XX el país había cambiado bajo el impacto de la producción petrolera y la forma de distribución de su renta. A pesar de los chucutas y siempre pro-imperialistas políticas de sustitución de importaciones, de reversión anticipada y con indemnización de la industria petrolera, de la Gran Venezuela sub-imperialista y, por último, de la aplicación de las recetas neo-liberales del FMI, este modelo hizo crisis terminal en la última década del siglo XX, dando paso a la Quinta República bolivariana, con el liderazgo indiscutible y carismático de Hugo Chávez.
Con la llegada del gobierno revolucionario en 1999, el asunto de la soberanía alimentaria es el primer y gran reto socio-productivo con que se enfrenta la novel revolución bolivariana. No obstante, la renta petrolera –necesaria para el apalancamiento de cualquier política revolucionaria- siguió fluyendo hacia los bolsillos de oligarcas y transnacionales. Es desde el año 2003, una vez rescatada PDVSA de manos de la oligarquía y del imperialismo, cuando se actúa firmemente sobre esta contradicción a través de la política llamada Siembra Petrolera. La renta petrolera empieza ahora a servir al propósito revolucionario del bloque social popular, otrora marginado.
Todo ello hace de la política de Siembra Petrolera una línea estratégica revolucionaria, que no obstante los problemas o retardos en su implementación, ha arrojado resultados positivos, sobre todo en su aspecto cuantitativo. El éxito relativo de la política de Siembra Petrolera lo podemos palpar en la medida en que ha empezado a resolver, a favor de la revolución, la contradicción soberanía alimentaria-agricultura de puertos, derivación como hemos señalado del modelo capitalista dependiente venezolano. Sin haber alcanzado aún todos sus objetivos (cuantitativos y cualitativos), su influencia positiva es innegable. Sin ella, hace tiempo la revolución bolivariana hubiera entrada en crisis.
Ha surgido en el campo un bloque social que va desde la clase obrera rural, pasando por el campesinado pobre, pescadores, artesanos, los pequeños y medianos productores, sectores universitarios, hasta sectores empresariales agroindustriales de carácter no oligopólico. La política de Siembra Petrolera ha sentado las bases de esta alianza social, que lógicamente no es perfecta, pero constituye un modelo a seguir para el trabajo revolucionario en el ámbito urbano y suburbano. Es necesaria conservarla y fortalecerla a fin de dar el salto cualitativo que permita cerrar definitivamente todo un ciclo histórico.
Ejemplo del impacto
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