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Poder Popular Y Socialismo Desde Abajo


Enviado por   •  12 de Julio de 2013  •  6.085 Palabras (25 Páginas)  •  333 Visitas

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Introducción

La noción de poder popular es teórica y políticamente interesante porque la exigencia de pensarla surge tras una historia concreta: la de las limitaciones del socialismo obrerista y del populismo peronista.

se transfigura necesariamente en una política obrera. Se equivocan quienes cuestionan a la forma partidaria leninista por considerarla la culpable de la derrota del socialismo; en realidad el partido leninista era la expresión rusa del verdadero problema, a saber: la creencia de que la evolución de la conciencia de clase proletaria se hacía una sola cosa con la historia. En otras palabras, el inconveniente consistía en creer que la política se derivaba "con o sin mediaciones"; de una posición en la sociedad. Georg Lukács escribió un libro estupendo y quimérico intentando fundamentar la idea.la condición asalariada de la clase obreraNuestro primer punto de partida es la crisis de la convicción de que una situación social

El segundo punto de partida es el agotamiento de la construcción populista de la voluntad popular. El populismo fue una forma democrática de integración social de las clases populares y de refiguración de la relación entre economía y Estado después de la crisis capitalista de 1929. Para lograrlo los líderes populistas apelaron al nacionalismo y a cierto igualitarismo, que para algunas vertientes de izquierda constituían como "segunda independencia"; el inicio de un camino que, más adelante y superando al propio populismo, realizaría sus promesas plebeyas para transformarse en socialismo. Las condiciones históricas de esa política ya no existen. Baste pensar en qué fue de la promesa de "construir una burguesía nacional" que hizo el presidente Kirchner apenas asumió su mandato.

Hoy sabemos que ninguna praxis revolucionaria realista puede ser articulada sin una puesta en práctica de alguna forma de poder popular. Éste es un término dialéctico, es decir, transita conflictivamente entre la diversidad de los arraigos sociales (se es maestra de escuela, vendedor en los colectivos, desocupado, ama de casa, poeta, cartonero, obrero industrial) y la unidad ambigua de una designación que se dirige hacia lo cultural y lo político colectivo. Lo que esa indicación sumaria no dice es si esos arraigos "producen" lo colectivo. Tampoco establece si al tornarse política la conflictividad social se transforma en algo absolutamente diferente.

El poder popular no se presenta desnudo; nunca está allí. Eso es lo que lo distingue de la noción de soberanía popular, que es la voluntad latente de una mayoría de la población que se impone como poder constituyente. En cambio, el poder popular no es la expresión ideal de una mayoría. Es más exactamente la manifestación efectiva, real, de una voluntad colectiva. Por el contrario, la soberanía popular se funda en la opción de una serie de individuos; es una de las formas del contrato.

El gran problema del poder popular es cómo se constituye y qué sentido y qué efectos tiene sobre la diversidad social, qué formas de vida democrática propugna. Un análisis superficial diría que el poder popular es lo que "el pueblo" produce políticamente.

El "pueblo", sin embargo, no puede ser reducido a una mera condición dada (un lugar social aparentemente con capacidad de agrupar: por ejemplo, "los pobres" o "los oprimidos"). Por eso la visión ingenua del pueblo, que lo da por supuesto, es peligrosa. Oculta un proceso que no está en la superficie.

En este texto quiero distinguir entre una perspectiva populista del poder popular y una perspectiva socialista. La primera adopta como incuestionable que el pueblo es una entidad discernible, materializada en su identificación política (varguismo, peronismo, nasserismo, etc.). La segunda cruza la soberanía efectiva del pueblo con la diversidad de sus anclajes sociales. Sin embargo, y ése es el nudo teórico que es preciso deshacer con cuidado, una dicotomía tranquilizadora es inviable. No es posible decir que hay un concepto de poder popular deseable y otro indeseable, como si nuestras simples afirmaciones constituyeran una elaboración adecuada. No existe un abismo entre la apología populista que esencializa el pueblo para imponer una hegemonía y la crítica revolucionaria no populista que parte de una "ciencia" de la sociedad. La mala noticia es que las nociones de pueblo y poder popular conservan, incluso en su opción socialista, un lazo con el populismo. Estamos, desde el vamos, en un terreno contaminado. Es así que separar radicalmente poder popular y populismo es la forma menos útil de enfrentar la cuestión. El escaso valor de la discusión que aquí se emprende se medirá por el éxito o el fracaso en la propuesta de una noción de poder popular que evada al mismo tiempo el reduccionismo social del marxismo clásico y el reduccionismo politicista de la teoría populista.

El todo y las partes

Un filósofo marxista, Jacques Rancière, lo explica de la siguiente manera: el pueblo es una parte que es, o pretende ser, el todo. Esa ambigüedad está efectivamente presente en la noción de pueblo, que implica una situación de opresión (por parte de "la oligarquía", "los ricos", o "los poderosos"); pero esa parte oprimida es el todo legítimo de una comunidad. Pero a Rancière lo traiciona su ánimo "filosófico", porque lo decisivo no es esa ambigüedad conceptual, sino la manera de construirse como pueblo. Para que ese deseo hegemónico sea formulable de una manera creíble y exista en la práctica real es preciso que esté articulada políticamente.

El paso de la parte al todo, que es el salto mortal de lo social a lo político, se produce retroactivamente. Por eso Rancière nos hace una trampa: no es que "una parte" se torne el "todo"; en realidad hay partes, en plural. Esa "parte" que el filósofo político sugiere es ya una especie de todo ("los explotados", "los esclavos"). Es decir, que recién una vez que se plantean ser el todo es que las partes se saben como partes antes separadas. Por ende, vemos que la transición debe realizarse como una formulación retroactiva y no como una sumatoria o inducción. La conformación de un pueblo es inseparable de una historia. No importa que esa historia sea lejana o reciente; lo fundamental es que exista un hecho fundador. Así, por ejemplo, pueden ser momentos fundacionales las Invasiones Inglesas de 1806-1807, cuando el pueblo armado de Buenos Aires expulsó a los conquistadores, el 17 de octubre de 1945 en que el pueblo obrero liberó a Juan Perón de su prisión, o el 19-20 de diciembre de 2001 cuando un pueblo en potencia manifestó

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