¿Por Qué La Iglesia Romana Buscó Exterminar A La Iglesia cátara?
Enviado por Chema910 • 2 de Octubre de 2011 • 2.215 Palabras (9 Páginas) • 737 Visitas
¿Por qué la Iglesia romana erradicó a la Iglesia cátara?
La Edad Media fue un periodo, entre los siglos V y XV, que se caracterizó por la fuerte influencia de la Iglesia romana en la sociedad. La Iglesia romana heredó la universalidad del Imperio Romano, convirtiéndose en el factor común de un pueblo con una soberanía fraccionada. La Iglesia cátara –que se desenvolvió entre los siglos X y XIV- representó una amenaza al poderío que la Iglesia romana ostentaba. Para la Iglesia romana resultó de vital importancia exterminar a la nueva iglesia, con el fin de continuar su dominio en la Europa medieval. En el presente ensayo expongo el culto cátaro y el poder de la Iglesia romana con el fin de demostrar el choque entre ambas Iglesias, y así, poder comprender las acciones emprendidas por parte del papa Inocencio III con el fin de exterminar la herejía.
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El término cátaro surge como una manera peyorativa, inventada por la Iglesia romana, para denominar a aquellos considerados como herejes , que se establecieron principalmente en el territorio de Occitania; en este ensayo los mencionaré del mismo modo en el que ellos se denominaba, Buenos Cristianos o Buenos Hombres. Los Buenos Cristianos tuvieron la certeza de ser la verdadera Iglesia cristiana; consideraron que su misión consistía en difundir el Evangelio y en transferir el poder de la absolución del pecado, cedido por Cristo, para salvar las almas y apresurar la llegada del Reino de Cristo. Esta creencia se aprecia en el sermón del Buen Hombre Jacques Authié: “[…] de parte del Padre, Aquél que nos devolvió la memoria y nos mostró con la ayuda de las Escrituras que nos ha revelado, cómo volveríamos a la Salvación y como escaparíamos del poder de Satán” . En la prédica de Authié se reconoce la noción de los Buenos Hombres de poseer, ellos, la fórmula de la salvación; esto los obligó, en su concepción, a predicar su dogma a todo el mundo con tal de apurar la reunión con el Padre.
Los Buenos Cristianos negaron la concepción de un infierno después de ésta vida. Fundamentaron su creencia en la esencia del Dios Amor que promovía el Nuevo Testamento; el Dios piadoso del que hablaban las sagradas escrituras no podía permitir que uno de sus hijos fuera condenado eternamente; por ende, concluyeron que el infierno era un malvado intento de la Iglesia romana para mantener sometidas las almas de los hombres.
Para los Buenos Hombres la salvación poseía un carácter dicotómico. En primer lugar creían que Cristo había devuelto la memoria a las almas adormecidas en el sueño de los cuerpos proclamando la Buena Nueva. La memoria a la que hacen referencia consiste en el deseo de retornar al Reino del padre, mismo que habían abandonado por estar en este mundo material. La segunda parte de la salvación consistía en el Bautismo del Espíritu a través de la imposición de las manos, que debía ser transmitido para la salvación de cada alma por medio de su único sacramento el Consolament.
El Consolament consistió en la transmisión, por imposición de las manos, del Espíritu Santo, quien era nombrado, también, como el consolador de Cristo. Su sacramento se fundamentó en las sagradas Escrituras; como en el pasaje en el que Juan Bautista bautizaba en el río Jordán: “[…] pero vendrá otro, más poderoso que yo, y os bautizará con el Espíritu y fuego […].” Cristo después de su arribo al cielo envió a los apóstoles la llama del Espíritu Santo misma que, al considerarse los Buenos Cristianos como la verdadera Iglesia Cristiana, poseían y debían transmitir a los demás con el fin de continuar con la obra de la Salvación.
Los Buenos Hombres eran los cristianos del Nuevo Testamento, ya que, rechazaban el Antiguo Testamento. Su fe se basaba en el Dios Amor, consideraban a los libros del Génesis, las Crónicas y los relacionados a la mayoría de los Profetas como relatos legendarios de un Jehová distinto a ese Dios bondadoso al que Cristo hacía referencia en sus sermones. La Biblia de los Buenos Cristianos, salvo por la omisión del Antiguo Testamento, era igual a la que utilizaba la Iglesia romana, y ha sido posible compararla gracias a un ejemplar que sobrevivió el paso de los años y que se encuentra en Lyon, permitiendo también, observar que procede del sur del territorio occitano por su origen lingüístico.
Los Buenos Hombres necesitaron de un territorio en el cual establecerse y poder practicar su fe sin ser constantemente perseguidos; encontraron ese lugar en Occitania. Los grandes principados y, en menor medida, ciertas ciudades libres de Italia resultaron muy tolerantes hacia las prácticas heréticas, así llamadas por la Iglesia romana, que tuvieron la oportunidad de satisfacer ciertas expectativas de la población. Ejemplo de la tolerancia es el encuentro que sostuvieron obispos de la Iglesia romana y una delegación encabezada por el obispo de los Buenos Hombres de Albigeois; el encuentro se realizó en 1165, en Lombres, vizcondado de Trencavel de Albi. El encuentro fue de un carácter oficial y público, en presencia de los poderes religiosos aristocráticos de la Iglesia romana; pero una vez iniciada la sesión no fue interrumpida; en contraste en Lieja, en Colonia, desde hacía treinta años se quemaba en hornadas regulares a los Buenos Cristianos. En este ejemplo resulta sencillo entender el por qué del establecimiento de la Iglesia de los Buenos Hombres en Occitania, sobre todo en los territorios de los vizcondes de Trencavel.
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La continuación de la obra de Cristo también fue la misión que los miembros de la Iglesia romana razonaban como propia; su seguidores se consideraron como el nuevo pueblo de Israel, “linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido (escogido) (1 Pedro 2:9)”. Precisamente en la figura del apóstol Pedro encontraban su razón; pues entre los doce, Pedro, era el predilecto de Cristo y a quien encomendó continuar con su mensaje de salvación; así la Iglesia romana descendiente directa de la obra de Pedro era la encargada de llevar la Salvación.
La Iglesia romana continuó con la universalidad que el Imperio Romano poseía pese a la caída de éste en el siglo V. Inmediatamente la Iglesia romana adquirió un gran poder en un mundo de jurisdicciones fraccionadas; esto es debido a que se había derrumbado la burocracia del Imperio, y al ser el clero quien poseía la mayor preparación académica, fue el único que pudo proveer a la nueva organización feudal de administradores y consejeros instruidos ; llegando a un punto en el que además de conformar las diócesis, los obispos, eran oficiales imperiales. Esta fue una de las causas por las cuales se creó una relación muy estrecha entre la Iglesia y la autoridad dominante de la época; ejemplo de esto fueron las generosas donaciones
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