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Prácticas culturales, sacrificio religioso o de amistad en la Ilíada


Enviado por   •  22 de Junio de 2016  •  Ensayo  •  2.105 Palabras (9 Páginas)  •  319 Visitas

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PRÁCTICAS CULTURALES: EL SACRIFICIO RELIGIOSO O DE AMISTAD EN LA ILÍADA

Todas las sociedades determinan dentro de su conjunto de creencias y costumbres  prácticas que son muestra de las ideas, concepciones y formas de convivir de sus habitantes.

Por medio de las pruebas escritas y arqueológicas que han quedado a lo largo de la historia, podemos informarnos acerca de estas prácticas o maneras de llevar a cabo espectáculos, fiestas, rituales y ceremonias que hacían parte de la cultura de los pueblos. Esto incluye a la antigua Grecia que fue una sociedad rica en conocimiento y cultura. De éste pueblo antiguo, conocemos especialmente, que era politeísta y tenemos datos de diversas costumbres religiosas, dentro de las que se encuentran los sacrificios que ofrecían a sus diferentes dioses.

En la obra la Ilíada, atribuida al poeta Homero, se referencian de forma muy detallada algunos de los sacrificios, no sólo ofrecidos a los dioses, sino también en nombre de héroes que hacen parte de los personajes de la misma. Aquí se describen algunos sacrificios puntuales encontrados en el texto.

En el canto IX se narra la doblegación de Agamenón ante Aquiles ante su riña, propiciada porque el primero le arrebata al segundo, a su esclava Briseida. Agamenón, aconsejado por Néstor el más anciano de los aqueos, decide aplacar la ira de Aquiles con presentes, entre ellos: objetos de oro, caballos, mujeres, otros animales, ciudades…, envía como mensajeros a Fénix (padre de crianza de Aquiles), Ayax y Ulises. Al llegar a su tienda Aquiles, que se encontraba con Patroclo, los recibe como era la costumbre, con agrado y amabilidad; aquí se refleja el principio de hospitalidad: “«¡Salud a ambos! ¡Amigos sois los que venís! Algo urge a quienes, aun en mi enojo, sois los más queridos de los aqueos.» Tras hablar así, el divino Aquiles los invitó a entrar y les ofreció asiento en sillas y en purpúreos tapetes.”(En Crespo 1996, p. 271). El recibimiento es acompañado con vino y un sacrificio sin descripción, pero se infiere que esta acción fue realizada porque el aparte expresa: “Así habló, y Patroclo obedeció a su compañero. Entre tanto, él puso un gran tajón al resplandor del fuego, colocó en él el lomo de una oveja y el de una pingüe cabra y la cinta de un suculento cerdo, floreciente de sebo.”(En Crespo 1996, p. 271). Después de asada la carne de los animales sacrificados el propio Aquiles sirve a cada uno de los comensales los trozos de la misma y enseguida invita a Patroclo a hacer una ofrenda a los dioses. Lo anterior es indicador de que era fundamental recibir a los amigos con banquetes exquisitos y que éstos, por su condición, tenían el privilegio de consumir carne de animales recién sacrificados. Ello como prueba al lazo de amistad que los unía. El sacrificio se hacía exclusivamente para ellos. Además, es claro que los banquetes que eran producto de los sacrificios, se ofrecían a sus dioses, apartando para ellos las primeras y las mejores porciones de carne, en agradecimiento: “Ulises… invitó a hacer una ofrenda a los dioses a Patroclo, su compañero; éste echó al fuego las primicias.”(En Crespo 1996, p. 272). Preparados los alimentos para los amigos y ofrecidos a los dioses se disponían a comer hasta saciarse. Y específicamente, en este episodio del canto IX, el sacrificio y posterior banquete, se hace incluso antes de entregar el mensaje que envió Agamenón a Aquiles, de lo que se deduce que cobraba una gran importancia el hecho de alimentarse como preparación para comenzar a discutir.

En otro pasaje del mismo canto puede observarse otro ejemplo de sacrificio cruento[1]Aquiles no cede ante los presentes que le ofrece Agamenón y durante el diálogo, invita a Fénix para quedarse con él en su tienda, cuando éste toma la palabra para responder a la propuesta cuenta que siendo joven, a causa de una disputa con su padre biológico, quiso asesinarlo y sus amigos lo protegieron para que no lo cometiera, reteniéndolo con ruegos y otorgándole deliciosos banquetes de animales sacrificados: “Cebadas reses y vacas, de torcidos cuernos y tornátiles patas, degollaban en cantidad; muchos cerdos, florecientes de sebo[2], se socarraban extendidos sobre la llama de Hefesto; y mucho vino se bebía .de las tinajas del anciano.” (En Crespo 1996, p. 279 y 280). El anterior es un sacrificio animal que se hizo en nombre de la amistad y con la finalidad de solicitar a los dioses protección para Fénix.

Fénix aconsejando a Aquiles para que cediera a los regalos que Agamenón le ofrecía, habla de cuanto agradan los sacrificios y ofrendas a los dioses y lo tanto que se disgustan si no les hacen ofrendas. Menciona cómo el humo de los sacrificios es agradable a los dioses y esto sumado a las súplicas, trae como consecuencia que la rabia de los hombres se reduzca: “Con ofrendas y dulces plegarias y con libaciones y humo de sacrificios, los hombres su ira aplacamos cuando les imploramos a causa de faltas y errores.”(En Gutiérrez 2015, p. 232) En este discurso continúa Fénix dirigiéndose a Aquiles y narra la historia en la que se encuentra Eneo, quien por olvido o por no pensarlo, no le ofreció sus ofrendas de hecatombes[3] a la hija de Zeus y a raíz de ello la diosa arremete con furia causando daños irreparables, destrozando las tierras de Eneo y provocando una desgracia con muertes de personas incluidas[4]. Los sacrificios de los hombres hacia los dioses cobran valor porque representan el grado de importancia que les merecen las deidades, son rituales sagrados muy respetados en los que los mortales ruegan o agradecen favores a seres de una categoría superior a la de ellos.

Por otra parte, el canto XXIII, es sin duda el capítulo que ilustra con mayor belleza los sacrificios. Es el único canto de la Ilíada en el que se sacrifican humanos. Aquiles lleno de ira, dolor y llorando, en medio de algunos de sus hombres (ningún sacrificio se hacía en privado. Todos eran públicos), que al igual que éste sollozaban y se encontraban afligidos por la muerte de Patroclo a manos de Héctor; se dirige a Patroclo (quien se encuentra en el Hades) diciéndole que pondrá en marcha todo lo prometido[5]: le echa el cuerpo de Héctor a los perros y le corta la cabeza a doce troyanos[6] ante la pira de Patroclo, tiende el cuerpo en el en el polvo boca abajo, sirve un gran banquete y sacrifica animales: “Muchos blancos toros se estiraban según iban siendo degollados con el hierro, y muchas ovejas y baladoras cabras; muchos cerdos, de albos dientes, florecientes de sebo, se socarraban tendidos sobre la llama de Hefesto[7]; y por doquier fluía en torno del cadáver la sangre, recogida en cuencos.” (En Crespo 1996, p. 556).

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