Re pensar la universidad que queremos.
Enviado por dianis28 • 17 de Agosto de 2015 • Documentos de Investigación • 2.257 Palabras (10 Páginas) • 97 Visitas
Re pensar la universidad que queremos.
Por : Diana Jiménez Vázquez.
Se mira desde abajo y a la izquierda, y es en este punto, donde observamos al Estado protector del ayer ceder a las exigencias del mercado. Este panorama nos lleva a preguntarnos: ¿qué es lo que nos hace soportar estás formas represivas? Una posibilidad, es que las relaciones sociales se basan en formas represivas correspondientes a las exigencias progresistas. Por otra parte, el presente está regido por políticas neoliberales que privatizan nuestra vida cotidiana en cada uno de nuestros actos. Para ello fuimos instruidos a través de la escuela, los medios de comunicación y cada una de las instituciones que se encargan de la “normalización” de los individuos (cárcel, hospital, trabajo).
La educación es un elemento importante en el desarrollo de una política hegemónica. Por ello, Althusser[1], decía que la educación era para el Estado un aparato ideológico que le permitía mantener el orden. Hoy este aparato ideológico (la educación) se encuentra al servicio del capital; así, las “reformas” educativas que puso en vigencia la administración de Enrique Peña Nieto, forman parte de este proyecto neoliberal que tiene por objetivo la normalización social e impulso al mercado. Por otra parte, si hablamos de cantidades (como lo exige la rigurosa ciencia); en el informe sobre el estado de la educación en el mundo, por parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE); algunos de los datos más relevantes para México fueron los siguientes:
el 35% de los jóvenes de 18 años se encuentran estudiando, de los cuales el 19% en educación media superior y 16% en educación superior. México es el único país de la OCDE donde los jóvenes de entre 15 y 29 años pasan más tiempo trabajando que estudiando (en promedio invertirán 6.4 años en actividades laborales y sólo 5.3 años en educación). En cuanto a la equidad de género 1 de cada 10 hombres jóvenes no tienen empleo ni se encuentran estudiando; en cuanto a las mujeres jóvenes la proporción es de 3 de cada 10.[2]
En resumen, las cifras evidencian el estado “crítico” de la educación y su función social. En el presente artículo, se reflexionará específicamente sobre la educación superior, sobre ¿qué transformaciones sufre la universidad en el sistema neoliberal? ¿si es posible hablar de una crisis universitaria? Y ¿cuáles son nuestras posibles alternativas para subvertir el efecto, a beneficio de todas y todos?
La universidad que fue y la que queremos.
A inicios del siglo XX, el fortalecimiento de las naciones y el proyecto progresista fueron las ideologías dominantes; por ello la universidad quedó bajo la protección del Estado. En México, la mayoría de las universidades (públicas y privadas) se mantuvieron estáticas, debido a una falta de conciencia sobre sí mismas y sobre los cambios sociales. Esto es lo que Ulrich Beck llama la escena “zombie”, que consiste en la permanencia de conceptos que han muerto en nuestro pensamiento y nuestra acción. Sin embargo, fue a partir de la instalación de un gobierno neoliberal, que se redujo la intervención del Estado en la educación superior cediendo a particulares.
Esto originó que las instituciones tuvieran que diversificar sus formas de ingreso, a través de programas que articularan la estructura académica con el mercado laboral: vendiendo servicios de conocimiento, contratando con la industria y el gobierno, concursando por fondos para investigar, etcétera. Hoy, las empresas transnacionales tratan de obtener el control del trabajo intelectual, y esto ha llevado a una “crisis universitaria” que según Gigi Roggero,[3] nos señala algunas características:
1. La crisis de la idea tradicional de conocimiento. Que consiste en la transformación del conocimiento común a una mercancía para la acumulación capitalista.
2. La crisis de las disciplinas. Se da mayor apoyo a ciertos campos de estudio útiles al desarrollo empresarial e industrial (es decir, la desacreditación de las humanidades).
3. La crisis de la dialéctica moderna entre lo público y lo privado. Esto significa que la educación se convirtió en un corporativo subordinado al mercado global.
4. La crisis de la universidad como mecanismo de ascenso social. Que consistió en el desmantelamiento de las promesas progresistas del capitalismo donde la educación era una vía para la seguridad social.
5. La crisis de la figura tradicional del estudiante. Es decir, ya no son la fuerza de trabajo como aprendices sino que, son de inmediato trabajadores precarios.
En conclusión, este proceso de privatización restringió el campo de la experiencia social para la “homogenización”, que “incluso quienes anhelan una ampliación democrática subordinan el cambio a la mantención de esa normalidad”[4]. Esta función de normalizar o bien, alinear a la sociedad nos lleva al punto principal de esta reflexión, repensar a la universidad. Para ello, tomamos como referencia a un grupo que es el enlace entre el Estado, el mercado y la sociedad: el estudiante.
Los estudiantes que necesita la sociedad.
La movilización del estudiante está sujeta a los reglamentos, creencias, prácticas y políticas de la institución que lo forma, ya que es una estrategia de difundir el pensamiento dominante. Estos elementos son las tecnologías disciplinarias que según Foucault[5], se encargan de la clasificación y cosificación del estudiante para producir un ser normalizado. Esta automatización, nos dice Bourdieu, a través de la institucionalización redujo al estudiante a dos formas, “el animal de exámenes” o “el diletante”:
El primero, fascinado por el éxito académico, pone al servicio del examen el olvido de todo lo que esté más allá de él, comenzando por la calificación que supone que garantiza el examen. Al estudiante “obsesionado” por el horizonte limitado de los plazos académicos se opone, en apariencia, el diletante, que no conoce más que los horizonte indefinidamente postergados de la aventura intelectual. En ambos casos, es el mismo esfuerzo por inmovilizar de modo ficticio- eternizándolo o autonomizándolo- un presente que apela objetivamente a su propia desaparición (Bourdieu, p. 87)
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