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Reinas De Moda, El Nacimiento De La Alta Costura


Enviado por   •  25 de Agosto de 2013  •  8.850 Palabras (36 Páginas)  •  618 Visitas

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Reinas de la moda: el nacimiento de la alta costura

Tomado de: DeJean, Jean. La esencia del estilo: historia de la invención de la moda y el lujo contemporáneo. Donostia, Nerea, 2008.

La moda es eterna, ya que siempre ha existido gente vestida con elegancia. Sin embargo, su comercialización tiene un claro comienzo: el París de 1670. Entonces encontramos los orígenes de lo que llamamos industria del sector de la moda, la gigantesca red actual de diseñadores, fabricantes y vendedores que dirigen las tendencias y dictan cada aspecto de la nueva temporada.

En la década de 1670 coincidieron varios acontecimientos que permitieron generar una industria a partir del fenómeno de la modaº de una clientela creciente que exigía productos de gran elegancia. Esa mayor sofisticación implicaba la necesidad de satisfacer las nuevas demandas; y por primera vez en la historia, la difusión generalizada y rápida de noticias sobre las tendencias garantizaba el aumento de los consumidores. Pero, quizás lo más importante fue la aparición de una herramienta que aún hoy sigue siendo fundamental para la comercialización del producto: el concepto de las temporadas.

A partir de 1670, la moda vislumbraba su identidad contemporánea: la industria que surgió para satisfacer la creciente demanda de prendas elegantes por parte de la corte de Luis XIV empezaba a transformarse en couture. Se pretendía vender la nueva elegancia francesa a un público cada vez más amplio que se encontraba fuera de los círculos versallescos. Desde el principio resultó asombroso que tanto el nuevo estilo como el sector económico que lo desarrolló demostraran un conocimiento tan impresionante de sí mismos y de su misión. Asimismo, sorprende que la alta costura parisina de finales del XVII haya pervivido en tantos conceptos decisivos de nuestros días.

En aquel momento, toda Europa comenzó a referirse al nuevo fenómeno por su palabra francesa: la mode, que se consideraba algo inherente e indi¬sociable de aquel país. Por ejemplo, una de las primeras burlas contra sus seguidores, The Fop-Dictionary de 1690, habla de «la ley de la moda», y la presenta como una parte «del Imperio francés». Además, el diseño se puso realmente de moda, una realidad que cambiaba rápida y constantemente, y cuyas transformaciones se observaban y se seguían. Quienes soñaban con ser elegantes creían que tenían que imitar las tendencias parisinas para convertir sus sueños en realidad; adquirir sus artículos, y si era posible, realizar un viaje a la capital mundial del estilo.

En la actualidad comprendemos bien los efectos de la adicción a tal fenó¬meno: tanto las series de televisión como el cine, por no mencionar las revis¬tas, nos enseñan de sobra los extremos a los que puede llegar una víctima de la moda. En cambio, sabemos mucho menos sobre las primeras reinas de la moda y su búsqueda de la elegancia y la belleza. No obstante, han sobrevivido bastantes documentos que nos ayudan a hacernos una idea sobre cómo vestían, y cuándo y cómo compraban.

Esta información nos muestra que el panorama de la costura parisina a finales del XVI tenía mucho en común con el fértil período al que los diseña¬dores, aún hoy, regresan a menudo en busca de inspiración: el intervalo entre las dos guerras mundiales, cuando la couture se redefinió por completo. En ambas épocas, eran profesionales femeninas quienes dominaban la industria del sector. Y en los dos casos, las modistas comprendieron las necesidades de sus clientas; tanto las couturiéres del siglo XVII como las del XX sentían una preocupación nueva que revolucionó el sector: mucho más que en otros tiempos, aspiraban a alcanzar la comodidad, una ropa donde el cuerpo de la mujer se sintiera a gusto.

Una anécdota de los últimos días del reinado de Luis XIV nos cuenta cómo comenzó a tomar forma el diseño. En julio de 1715, París estaba plagado de rumores: los grabados sobre moda reflejaban que el cambio estaba en el aire. Según palabras de un morador de Versalles, el marqués de Dangeau, «todo el mundo decía que pronto aparecería una nueva y radical imagen para la moda femenina». En ese momento, las damas de la corte entraron en acción. La duquesa de Berry acababa de finalizar su luto oficial por la prematura muerte de su marido (el nieto del rey) cuando decidió convocar una reunión vesper¬tina en la intimidad de su casa. Invitó a las figuras dominantes del mundo de la elegancia, a los «sastres más inteligentes y a las modistas más famosas». De la misma forma que los generales planean una campaña militar, aquellas damas organizaron un golpe de Estado a la moda: trabajaron juntas para asegurarse de que las nuevas tendencias caerían en gracia a las mujeres que entonces marcaban el estilo más vanguardista de todo el mundo occidental, las cortesanas francesas. La reunión se celebró el 25 de julio: «las princesas se congregaron… y ordenaron que les llevaran los nuevos diseños tan pronto como estuvieran terminados».

La couture tal y como la conocemos solo hubiera podido nacer a partir de esta forma de colaboración. Hoy pensamos en el hecho a medida como si se tratara del último grito en lujo. Sin embargo, para los primeros amantes de la moda resultaba algo corriente. En realidad, antes de la primera revolución del diseño, en la década de 1670, era lo único que existía. Cada dama se hacía cortar y coser sus vestidos por su propia modista privada, y también elegían juntas el tejido y la tendencia. Aquella costumbre implicaba que cada traje constituía una pieza única, lo que no carecía de importancia, ya que las emociones de la moda tienen mucho que ver con la imitación: ¿Dónde encontrar aquel bonito accesorio que vieron a una dama bajando por los Campos Elíseos? ¿Cómo saber que algo representa el ultimísimo diseño si no es posible verlo en otra mujer? ¿Cómo estar segura de ser la primera en presumir de un estilo, si otras no pueden tener el abrigo más deseado este invierno?

Para que existieran esos nuevos placeres tuvieron que crearse todas las instituciones imprescindibles en esta industria. El mundo vio nacer a los pri¬meros diseñadores estelares, las marcas, las temporadas… pero, sobre todo, a las primeras reinas de la moda, damas que deseaban eliminar el mundo del hecho a medida para alcanzar una satisfacción más moderna, como conocer cuál de ellas marcaría el ritmo de cada temporada, o ver cómo un accesorio que acababan de adquirir aparecía rápida e inesperadamente por toda la ciudad. El único inconveniente de aquellos nuevos deleites (imposible seguir llevando un abrigo cuando ya se había visto demasiado) al final resultaba otra ventaja: se salía de compras y se sustituía por otro. Había comenzado la era del demasiado de todo, concepto sin el que la industria de la moda jamás hubiera florecido.

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