Renacimiento

Extractado de: "HISTORIA DEL ARTE", Juan A. Ramírez (comp.), vol.3.

EL RENACIMIENTO EN ITALIA: EL CINQUECENTO

Agustín Bustamante García

El siglo XVI fue el momento de la culminación y triunfo del esfuerzo colosal llamado renovatio vetustatis, iniciado por los humanistas italianos dos siglos antes, y que hoy conocemos por Renacimiento.

Es una época de apogeo, realzada por la abundancia de genios que florecen al unísono, y que hacen que Italia sea el faro cultural y artístico de la Europa de su época. Desde ella, en esos años, las nuevas corrientes artísticas se extienden por todo el continente y saltan a América recién descubierta.

Se consigue la total asimilación y operatividad de la idea clásica de mimesis o imitación de la Naturaleza, la que junto con el perfecto empleo del lenguaje clásico, sacado del conocimiento de la Antigüedad, son la médula del Renacimiento. Por ello, al arte italiano del siglo XVI se le denomina también arte clásico.

Los principios, valores, medios y fines del arte antiguo, fundamentalmente romano, se convirtieron en los del Cinquecento. Y ello se consiguió porque el Arte se juzgó un sistema más de imitar, conocer y analizar la Naturaleza, es decir, el Arte es ciencia, tiene su método y es transmisible, como cualquiera de las otras ciencias y artes liberales. Y así entró a formar parte de la educación del príncipe y de toda persona culta…

Este prestigio de la arquitectura y de las artes decorativas, cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días, se reforzó por la creación de todo un sistema teórico de las artes, cimentado en la recuperación de los textos clásicos de Vitruvio, Frontino y Plinio esencialmente.

Todo ello, junto con las novedosas investigaciones de Leonardo, la aparición de la teoría del arte, que dio pie a la existencia de una literatura específica, en la que junto al texto, alcanza un papel primordial la imagen, y la creación de la misma Historia del Arte con Giorgio Vasari, son las bases con las que se tejieron, tanto los criterios de un arte científico como la concepción del arte como cultura, como paideia, como un hecho esencialmente humano.

Las obras de arte dejan de ser un producto mecánico y pura mercancía para transformarse en bienes culturales de validez universal y objetos codiciados, no sólo por los clientes tradicionales, sino también por un nuevo consumidor, a menudo extravagante, llamado coleccionista. Nace así el mercado del arte, en el cual, desde el principio, anduvieron unidas las obras antiguas, sus falsificaciones, las piezas italianas contemporáneas y los productos de Flandes.

Durante el siglo XVI Roma y Venecia serán los centros europeos por antonomasia de ese nuevo comercio.

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