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Republica Restaurada. Regreso de Juárez y del civilismo


Enviado por   •  30 de Octubre de 2017  •  Resumen  •  3.160 Palabras (13 Páginas)  •  1.072 Visitas

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Republica Restaurada.

Regreso de Juárez y del civilismo.

El 20 de junio ondeo la bandera blanca en la catedral y Porfirio Díaz dio la orden de cese el fuego, el 21 de junio Porfirio Díaz hizo su entrada triunfal al frente de la primera división del ejército. 25 000 hombres mal trajeados, 9 000 a caballo y los demás a pie. Con Díaz, entro Juan José Baz, Baz dispuso el abandono súbito de los conventos de mujeres. Mando también que todo vecino servidor del segundo imperio compareciera, su pena de muerte, en la Antigua Enseñanza o en Santa Brígida, cumplieron con la disposición unos 250.

El 24 de junio del 67, los caminos estaban intransitables. Los coches se hundían, uno de los guayines de la caravana presidencial, en el que venía el ilustre jurista José María Iglesias, se desvencijó. El 15 de julio 1867 entro don Benito Juárez triunfante a la capital, el presidente de la Junta Municipal lo arengo a su entrada al palacio. Antonio Martínez  de Castro propuso el restablecimiento de  “la confianza y la seguridad perdidas y que hubiera una verdadera reconciliación con los mexicanos”, Juárez correspondió a la metrópoli, que lo recibió.

La segunda quincena de julio, el  20 propala los nombres del ministerio: Sebastián Lerdo de Tejada en Relaciones y Gobernación, José María Iglesias en Hacienda, Antonio Martínez de Castro en Justicia e Institución Publica, Blas Balcarcel en Fomento e Ignacio Mejía en Guerra; el 23 dispone reducir sus tropas  de 80 000 a 20 000 y repartirlas en cinco divisiones,  Porfirio Díaz comandaría la de Oriente; Ramón Corona, la de occidental; Juan Álvarez, la del sur; Mariano Escobedo, la del norte y Nicolás Regules, la del valle.

El 1 de agosto elige una Corte de Justicia provisional presidida por Lerdo de Tejada, el 9 le confiesa a Matías Romero: “vamos bien a pesar de la escasez y de la grita de los impacientes”. Entre los impacientes figuraban periódicos como “El siglo XIX y El monitor Republicano”. El Monitor desde el primer instante exigió la reforma total, la mayoría de los periódicos reclamo la convocatoria a elecciones. El Siglo XIX expuso: “se desea salir de la dicatura y el único medio natural es que el gobierno expida la convocatoria para que la nación elija a sus mandatarios.”

El 18 de agosto apareció la convocatoria para elecciones, el Poder Ejecutivo se sentía muy suspendido a debates, pleitos y demoras de un poder legislativo que se auto llama Supremo Soberano de la  Nación, casi toda la prensa periódica se declaró en contra del gobierno por la bendita convocatoria, Juárez no entendía por que los gobernadores de Puebla y Guanajuato se insubordinaban. Don Benito le informo a Francisco Zarco sobre la llegada de “un buque a Veracruz”, que venía  a recoger el cuerpo de Maximiliano, donde el comandante del buque Guillermo de Tegetthoff el día 3 de septiembre solicito la reclamación oficial.

Otro acontecimiento memorable fue el discurso del médico Gabino Barreda donde encapsulo en tres palabras el plan peleado por los liberales: “Libertada, orden y progreso”. Libertad política, de trabajo, religiosa, de expresión, económica y de casi todo, como medio; orden en los sentidos de paz, concordia, ley, sistema y jerarquía, como base; progreso, o sea producir cada vez más, lo más posible, en los diversos ordenes de la vida, sin respiro ni descanso como fin de una nueva era.

El 22 de septiembre dieron principio las elecciones primarias. La masa se abstuvo de votar, las elecciones secundarias optaron por reelegir al presidente Juárez, por formar una cámara de diputados adoradores de la libertada, el orden y el progreso y una Suprema Corte de Justicia de la misma índole, asi fue como México, durante diez años, fue asunto de una minoría liberal cuya elite la formaban 18 letrados y 12 soldados.

Los treinta.

Los liberales cultos eran generalmente urbanos y del meollo nacional. Al restaurarse la república, la edad promedio de los 18 era de 45 años y la de los 12 militares era de 36, la mayoría de los letrados era de la misma camada de Juárez y eran juarista, y la casi totalidad de los soldados eran de la generación de  Díaz y se sentían porfiristas. La docena armada tuvo un origen social más humilde  que el  de los cultos donde, la mayoría nació y creció en hogares de la clase media.

El club de los 18 se formó en los mejores institutos educativos, aparte de su profesión, los más se dedicaron de manera sobresaliente al periodismo y la oratoria, los cultos de la República Restaurada ejercieron la oratoria en la tribuna y en la catedra, y la literatura en el periódico y en el libro. Casi nadie se escapó de hacer críticas, reportajes y comentarios de índole política, social, económica y cultural, nadie fue tan buen periodista como Zarco, la mitad del ala culta del juarismo se dedicó a la poesía.

Entre los 12 grandes espadachines, solo don Vicente Riva Palacio había hecho de todo (antes de pelear se recibió de abogado), era tan hábil en el manejo de la palabra. Letrados y soldados se emparejaban en la cultura religiosa, habían aprendido las creencias del catolicismo, pero eran anticuras en mayor o menor grado y proclamaban la independencia de los poderes civil y eclesiástico.

La docena mayor del grupo desde los años cuarenta formaba parte de la Academia de Letrán, institución diseñada en 1836 por José María Lacunza y Guillermo Prieto, la cual se había propuesto la tarea de “mexicanizar la literatura, emancipándola de toda otra y dándole carácter peculiar”, seis de los doce militares ingresaron a la carreara de las amaras en el 47, lo cierto es que todos siguieron peleando, como jefes, como subalternos, a veces como liberales otras como conservadores, en las guerras de Reforma.

Todos entre 1857 y 1860, obtuvieron ascensos militares a pulso, a fuerza de pelear con ganas y de despacharle enemigos a San Pedro. Al sobrevenir la intervención francesa y el segundo Imperio, los cultos de ala liberal se desinflaron, el quinquenio 62-67 no dejo lucirse a la parte culta de la familia liberal, pero si a la parte armada, los doce se batieron como leones contra los franceses.

La guerra contra Francia produjo, doce soldados con aureola de héroes, y un pegue como no lo habían tenido ninguna de las inteligencias liberales, concluida la lucha, los militares solo consiguen una tajada menor del botín. A la caída del Imperio los papeles se trastocaron: los héroes se sumieron en la penumbra y sucedió que  a la hora de reconstruir a México servían de muy poco  las tres  virtudes de los héroes: el valor, la matonería y el patriotismo. En cambio, hacían falta la cultura, la lucidez, la experiencia política y demás virtudes de los letrados.

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