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Romance Para Un Madre Campesina


Enviado por   •  30 de Mayo de 2013  •  605 Palabras (3 Páginas)  •  3.037 Visitas

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Eduvigis, Gumersinda, Críspula o como te llames,

mujer del nombre infeliz que te puso el almanaque;

india color de la tierra que se ha chupado tu sangre,

siempre callada y humilde, concubina, bestia, madre,

tres veces te nombro santa y al comenzar a cantarte

barro el polvo que tú pisas con la pluma del romance!

Como esta tierra infinita que apenas muda el paisaje,

en sierra, en costa y el llano, eres una en todas partes

-que si acaso cambia el nombre, la vida no hay quien la cambie-

y así te reconocemos, llamente como te llamen,

por tus muchachitos sucios, tu fogón que siempre arde

y esos ojos de agua turbia apagados y distantes,

que, como tanto esperaron.... hoy ya no esperan a nadie....

La gracia de otras mujeres nunca rió en tu semblante,

ni siquiera cuando el hombre te trajo al rancho una tarde

entre caricias violentas y varoniles alardes.

Bajo su mano callosa quieta y muda te quedaste,

como un animal sumiso que tiene al amo delante

Y asì has vivido en silencio, pequeña sombra incansable,

entre gritos y trabajos,sierva de machos brutales,

con tu rosario de hijos, con tu cruz de enfermedades,

en la noria del trajín que a tu muerte ha de pararse.

¡Flor de anónimo heroísmo, concubina injerta en madre

con el pecho acribillado, por mas agudos puñales

que espinas tiene el cardón en la supliciada carne!

¡Todo el dolor de esta tierra, en el corazón te cabe,

porque es dolor maternal, dulce, atroz pena entrañable

y eres u como la tierra, cuando sufres, cuando pares,

cuando te inmolas sin quejas, por dar a todos tu sangre

en la cruz del diario afán, que clavan manos culpables!

Eduvigis, Gumersinda, Críspula o como te llames,

hembra menuda y cetrina de mis anchas soledades,

perdida en el triste olvido, de algún rancho miserable;

la de las manos nudosas, la de los pechos exangûes,

la de los diez muchachitos, desnudos y muertos de hambre,

hasta tu cocina humosa, tengo que ir a buscarte

para decirte a ti sola, con clara voz de romance:

cuando tu vida sin premio, calladamente se apague

y tu hombre con dos peones, al cementerio distante

se lleven en una hamaca, tu magra y sufrida carne,

y el mayor de los muchachos, vaya detrás sollozante....,

entonces - ¡Quizá entonces!- felicidad inefable,

con una luz de otro mundo, te florecerá el semblante,

porque verás unos hijos, alegres y saludables

labrando su propia tierra, la que abonaron sus padres

con sudor de brazo esclavo, con angustias y con sangre.

Porque verás unos ranchos, con jardincillos delante

que dirán como es de buena, la vida que adentro hacen,

...

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