Segundo parcial de historia de América III
Enviado por illegirl • 5 de Julio de 2023 • Examen • 1.748 Palabras (7 Páginas) • 58 Visitas
SEGUNDO PARCIAL DE HISTORIA DE AMÉRICA III
Consigna única:
Explique la dinámica política, social y económica de América Latina y el Caribe entre la crisis de 1930 y la Revolución Boliviana, incluyendo las siguientes dimensiones:
- conflictos obreros y relación entre Estado y movimiento obrero
- conflictos campesinos y relación entre Estado y movimiento campesino
- principales políticas económicas y sociales impulsadas desde los denominados gobiernos populistas
En la respuesta es necesario incorporar el caso de Bolivia y ponerlo en relación con al menos uno de los siguientes casos analizados: Brasil, México y Argentina, estableciendo relaciones entre los procesos históricos desarrollados en cada uno de ellos, en el período que abarca desde la década del 30 hasta la del 50 del siglo XX.
La crisis mundial de 1929 transfirió notablemente sus efectos a los países latinoamericanos tanto en las esferas políticas y económicas como en las sociales y culturales. La América Latina de los años ’30 era estructuralmente agraria; la baja de los precios agropecuarios llevó a la ruina a millones de campesinos que generaron un flujo de migración interna en busca de trabajo en las nuevas industrias manufactureras, la reestructuración de los sistemas de clase y la creación de nuevos centros urbanos que Ansaldi denomina “verdaderas ciudades campesinas”.
Si bien la existencia de centros urbanos no supone necesariamente la presencia mayoritaria de proletarios industriales, esta peculiaridad dibuja la forma socioeconómica que tomarán los movimientos obreros, la mayoría con base campesina. En el caso boliviano, por ejemplo, similar a otros casos andinos, la tensión que se genera entre la relación capital-tierra está, además, marcada por la tradicional relación que poseen estos campesinos para con la tierra y su perfil étnico. El peso de las estructuras agrarias tiene una estructura de clase muy marcada, la etnicidad opera como una herramienta más que como un sujeto revolucionario.
La heterogeneidad de los sistemas políticos latinoamericanos no permite generalizaciones fáciles; la experiencia fue particular en cada contexto sociocultural. En general, la crisis del sistema capitalista abrió una ventana de posibilidad para desplegar cambios profundos que como ya mencioné, tienen que ver con la reducción de la demanda del comercio internacional, los bienes primarios y los intentos de industrialización propia impulsados por los gobiernos populistas. A su vez, las sociedades se referenciaban con tradiciones nacionalistas y populares a través de identidades populares invisibilizadas y reprimidas. Los partidos políticos con capacidad de movilizar y apropiarse simbólicamente de esos actores sociales subalternos recuperaron identidades y tradiciones nacionales con el objetivo de transformar el patrón socioeconómico oligárquico mediante una serie de propuestas político-económicas para salir de la crisis capitalista, y se orientaron o bien al desarrollo de una industrialización sustitutiva o bien dinamizar la propiedad rural.
El caso boliviano resalta por la heterogeneidad que compone su sociedad. Las diferencias étnicas, regionales, productivas, incluso construcciones discusivas que solo se comprenden dentro de una cosmovisión particular. La estructura social, la concentración de la tierra y las condiciones de explotación son parte de un entramado de relaciones de dominación que continuaba apoyándose en un legado colonial que imposibilitaba la correcta transición hacia el capitalismo y sometía a los bolivianos a una vida de pobreza y explotación. La guerra del Chaco hizo entrar en contacto a las masas indígenas y mestizas de todo el territorio para reforzar la conciencia pro-indígena de los sectores medios urbanos. Al mismo tiempo, el enrolamiento militar les servía para validar la noción de ciudadanía y así revindicar sus derechos frente al Estado. Esta dinámica posibilitó la sindicalización de campesinos, nucleándolos como una clase con pertenencia nacional y conciencia de identidad, que llevan a cabo pequeños actos de rebelión para hacer frente a la oligarquía dominante, pero de forma esporádica y no organizada. Surgen distintos partidos: el P. Obrero Revolucionario, el P. de la Izquierda revolucionaria y el MNR, movimiento nacional revolucionario.
Si bien los campesinos pudieron enfrentarse a los intereses de los hacendados y revalidar su derecho a la tierra, también tuvieron que afirmar su derecho a participar en política de forma autónoma. [1] La sindicalización los dotó de un espíritu de lucha y reivindicación a su identidad. Las rebeliones impulsadas por la FAD, por ejemplo, apuntan a la restitución de las tierras comunales usurpadas, la abolición del servicio militar obligatorio, la prestación vial, entre otras cuestiones. El socialismo militar vio su fin cuando la incapacidad de cumplir con las expectativas modernizadoras desgastó la legitimidad del régimen; cuando un sector del ejército retiró su apoyo para aliarse con la vieja élite política se introdujo la posibilidad de restaurar la hegemonía conservadora.
La Revolución intentó expandir los derechos civiles, sociales y económicos de la población indígena a través de procesos de institucionalización. EL MNR buscó las inversiones extranjeras, y también de proteger la propiedad. El campesinado buscó una predominancia política que no había alcanzado jamás, y en la reforma agraria de 1953 se forjaban lazos de reciprocidad y se hacía converger a los indígenas mineros y los campesinos por la nacionalización de las minas. Una de las propuestas del MNR fueron limitar el tamaño de la hacienda y eliminar las prestaciones laborales. La Revolución, entonces, intentó expandir los derechos civiles, sociales y económicos de la población indígena local a través de procesos de institucionalización. Se crearon comunidades agrarias y se promovió la participación de los campesinos en la toma de decisiones sobre asuntos rurales.
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