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Sistema Lancasteriano


Enviado por   •  24 de Mayo de 2013  •  3.950 Palabras (16 Páginas)  •  678 Visitas

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En 1822 cinco hombres prominentes de la ciudad de México fundaron una asociación filantrópica con el fin de promover la educación primaria entre las clases pobres. Llamaron a su organización Compañía Lancasteriana en honor de Joseph Lancaster, personaje inglés que había popularizado, a principios de siglo, una nueva técnica pedagógica por lo cual los alumnos más avanzados enseñaban a sus compañeros. El método, llamado sistema de enseñanza mutua, o sistema lancasteriano, se difundió con rapidez no sólo en Inglaterra, sino en Francia, los países nórdicos, España, los Estados Unidos del Norte y las nuevas repúblicas latinoamericanas.

Los cinco fundadores fueron: Dr. Manuel Codornlú, Lic. Agustín Buenrostro, Coronel Eulogio Villarrutis, Manuel Fernández Aguado y Eduardo Turreau de Linieres. El sistema no fue “inventado” por Lancaster, más bien lo popularizó en una época en que la extensión de la educación primaria empezó a ser un tema de interés para los gobiernos nacionales. El método fue utilizado en la India en el siglo XVIII para enseñar escritura. Escuelas francesas para huérfanos al final del siglo XVIII y la de San Idelfonso y Balsain en España dirigida por José de Anduaga usaron la enseñanza mutua.

En México, aun antes de la fundación de la Compañía Lancasteriana, la enseñanza mutua fue practicada por algunos maestros particulares y en las escuelas gratuitas de los algunos conventos. Pero la compañía Lancasteriana fue la que ganó para el método la atención y el apoyo del gobierno y el público, e impulsó el establecimiento de escuelas de enseñanza mutua en toda la nación. Tan reconocida fue la fama de la enseñanza recíproca y el prestigio de los miembros de la asociación lancasteriana, que veinte años después de su fundación, en 1842, el gobierno nacional entregó a la Compañía Lancasteriana la dirección de la instrucción primaria de toda la República Mexicana. Gran parte de la reputación del sistema derivaba de su economía y rapidez. Siguiendo el método de Lancaster, un solo maestro podría enseñar de 200 hasta 1000 niños, con lo que bajaba el costo de la educación. Los alumno eran dividido en grupos de diez; cada grupo recibía la instrucción de un monitor o instructor, que era un niño de más edad y más capacidad, preparado por el director de la escuela. La utilización de la enseñanza por monitores, junto con un sistema bien elaborado de premios, castigos y una variedad de útiles diseñados especialmente, reduciría el tiempo del aprendizaje de la lectura y escritura del antiguo método.

Desde la entrada del niño a la escuela hasta su salida por la tarde, sus actividades escolares estaban controladas por una serie de requisitos, órdenes, premios y castigos. La escuela, ubicada en un edificio colonial, tenía uno de sus más grandes convertido en aula de clase donde cabían entre 100 y 300 niños. En fila, de frente al escritorio del maestro, se sucedían, una detrás de otra, largas mesas con bancos de madera para diez alumnos en cada banco. En la primera mesa de cada una de las ocho clases se colocaba un “telégrafo”, uno de los aparatos distintivos de la técnica lancasteriana, que era un palo de madera que sostenía en su extremidad superior una aspa de hojalata que en un lado decía el número de la clase y en el otro EX que quería decir examen. A veces se colgaba de estos telégrafos un tablero con los caracteres que habían de ser copiados por los niños. Frente al salón estaba una plataforma de madera con el escritorio y silla del maestro y dos bufetes para los “monitores de orden”. En las paredes, había un santocristo de madera y alrededor del cuarto había grandes carteles para la enseñanza de lectura y aritmética. Era común que las ventanas estuvieran rotas, y tapadas con bastidores de madera. Algunas escuelas tenían un baño que consistía de un cajón, pero la mayor parte dejaba a los niños salir a la calle, provocando quejas de las autoridades municipales.

Cada grupo de diez niños tenía su monitor que, de acuerdo con un horario enseñaba las lecciones de escritura, lectura, aritmética y doctrina cristiana. Además de estos “monitores particulares”, habían “monitores generales” y de “orden”. Los monitores generales tomaban la asistencia, averiguaba la razón de la ausencia de un alumno, cuidaban los útiles de la enseñanza y los de orden administraban la disciplina. Todos los monitores eran supervisados por el director de la escuela, quien, de acuerdo con la pedagogía de Lancaster, nunca debía meterse en la instrucción, ni debía levantar la voz. El “mecanismo” del sistema de monitores debía funcionar por sí solo.

Al entrar a la escuela en la mañana, el niño se formaba en línea con sus compañeros de clase para la inspección de manos y uñas: “su ropa debe de estar limpia, sus zapatos limpios sus pies sin lodo”. Al toque de la campana de bronce los niños marchaban al aula y se distribuían en las mesas por clases. Con una precisión militar y siguiendo la señal del monitor de orden, “los alumnos daban su frente a las mesas, quitándose los sombreros, echándoselos a las espaldas sujetándolos por medio de un cordón y se arrodillaban para levar sus preces al Ser Supremo…” La primera asignatura era de escritura y estaba dividida en ocho clases. Las mesas situadas frente al escritorio del director, eran para los alumnos más chicos. En vez de tener una superficie de madera, estas mesas tenían una gran cajilla cubierta de arena. Los diez niños, sentados todos del mismo lado de la mesa, miraban al monitor que dibujaba una letra en la arena seca. Los muchachos delineaban sobre ella, y cuando tenían más destreza dibujaban la letra sin la ayuda del monitor. Se enseñaba, primero, las letras que consideraban más fáciles como I, H, T, L, E, F; después las que tenían ángulos (A, U, W, M, N) y curvas (O, U, J).

En lecciones subsecuentes, los niños seguían las instrucciones del monitor que se paraba en el banco al otro lado de la mesa para indicar las letras del alfabeto escritas en un cartón colgado del telégrafo. Cada niño, con un palito de madera en la mano, se preparaba para recibir la orden del monitor, quien la decía en voz alta, despacio y con un tonillo especial.

Primera clase. Atención. “A” mayúscula, y apuntaba en el telégrafo la mencionada letra… todos los niños de la clase marcaban la letra anunciada con un punzón o con el dedo en la arena.

Inmediatamente después, el monitor examinaba los trazos hechos en la arena, corregía errores, y procedía a enseñar la siguiente letra.

Las cinco clases siguientes eran para el aprendizaje de escritura en pizarras. Los ejercicios eran dictados por el monitor y consistían en la escritura de palabras de una a cinco sílabas, según el orden de la clase. Cada acto

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